Capítulo 50

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Después de comer me puse a dormir.

En la mañana siguiente, al salir de la habitación, vi en el pasillo unas maletas. Me asomé al cuarto de Ace.

— ¿Qué haces? —le pregunté al ver que recogía sus cosas.

— ¿No es obvio? Me voy. —cierra la maleta.

— ¿Por qué? —me eche a un lado para que pasara.

— No puedo estar más aquí. —toma las otras maletas y baja— Todo me recuerda a ella y como tu dijiste, tenemos que superarla y estando aquí me es imposible.

— ¿Estás seguro?

— Sí. —se para y me mira— Dejé todas sus cosas en su lugar, no tomé nada. No pegué ojo en toda la noche, en cada rincón de ésta casa la veo. Te juro que es la única a la que amé tanto, no me es nada fácil.

— Te entiendo. —puse mi mano en su hombro.

— Tengo tantas ganas de meterte una ostia por que sé que la quieres. A veces veía vuestras mirada y las cosas que hacían de forma normal. Pero lo entiendo, vosotros os querías y aparecí yo. Y debo darte las gracias por respetar nuestra relación. —entra Thomas por la puerta.

— Ya te traje el coche. —dice él entregándole las llaves.

— Gracias Thomas, cuídense chicos. —sonríe— Y si necesitan alguna cosa, tenéis mi número.

— Vale, tú igual. —le abraza Thomas.

— ¿A dónde vas? —le pregunté.

— A mi casa. —toma sus maletas y se va.

— Intenté convencerlo para que se quede pero no lo conseguí. —me dice Thomas.

— Es mejor para él. —suspire.

— Voy a preparar el desayuno.

Le seguí a la cocina. Mientras preparaba el desayuno, estuvimos hablando de cosas diversas. También recibí un mensaje de K "Reunión a las 18:00, no faltes".

— Es gracioso, ¿sabes? En todos estos años no aprendimos a cocinar. —dije mientras comíamos.

— Ya me di cuenta. —ríe.

— Hubiese sido muy sexy ver a Madison cocinando. 

— No me hagas imaginármela así.

— No es ningún delito. —levanté las manos— Pero tampoco te ilusiones. —le advertí con el dedo.

Pasé la tarde con Thomas. Hicimos algunas cosas por casa, fuimos a comprar comida, algunos libros para él y para mí algo de alcohol. Hicimos cualquier cosa sólo para no estar parados y pensar. Luego fui a la reunión del refugio.

Al llegar a la sala, todos los que quedaban vivos de la misión estaban ahí, hasta Ace. Me senté a su lado.

— No pensé que venías. —le dije.

— Ni yo. —se acerca a mí— ¿A quién crees que beso Mad en la misión? Porqué voy a partirle la cara.

— ¿Mad beso a alguien? —dice Victor detrás nuestra.

— Sí. ¿No sabes nada? —le pregunté.

— No, ni idea.

— ¿No serás tú? Dormiste con ella. —dice Ace achinando los ojos.

— No, no. —levanta las manos inocente— Lo siento por ella.

—¿Estáis todos? —dice K por el teléfono.

— Sí. —dijimos.

— Antes de nada tengo que felicitarles por completar la misión aunque creo que se podía mejor, con menos muertes. —se aclara la garganta para después seguir— También tengo que avisaros de la muerte de otros dos compañeros, Tarek y Hudson.

— ¿¡Qué!? —solté. ¿Enserio? ¿Hudson también? ¿Cómo? ¿Cuándo? Ahora si que estoy solo.

— ¿Cómo murieron? —preguntó Carson.

— Por lo visto alguien golpeó varias veces a Tarek en la cabeza y se volvió loco. Tuvimos que matarle, era un peligro para el bando. Y a Hudson le pincharon con algo venenoso. Le encontraron muerto por el hospital.

— No nos dijo nada. —dije.

— Tampoco se quejó por algún síntoma. —dijo Patrice. Ace puso su mano en mi hombro apretando.

— De los dieciséis habéis quedado siete, ni la mitad. Es una gran pena, os creí mejores. Frank y Alan, sé que habéis salido heridos por lo tanto tenéis una semana libre. El resto sólo tenéis cuatro días. Después de éstas pequeñas vacaciones, todo el bando comenzará a entrenar más. Tenéis que tener al menos catorce horas por semana de entrenamiento.

— ¿Y cuándo vamos a tener tiempo para descansar? —se queja Frank.

— Ese no es mi problema sino el vuestro por volveros tan débiles. Tenéis que ser más concisos a la hora de pelear: velocidad, poder. En fin, eso ya lo veremos luego.

— Tampoco nos esperábamos la llegada del otro bando, nos pilló de imprevisto. —dice Deanna.

— Esa es una escusa total absurda. Lo primero que os enseñaron, a la hora de pelear, es estar alerta en todo momento.

Nos dijo unas cuantas cosas más y luego nos dejo ir. La verdad que no me servía de nada una semana libre, mas ahora que no tengo ni a Hudson. ¿Por qué no me dijo nada? ¿Será por qué utilizaron todo el material conmigo y todos estaban preocupados por el estado de Madison? Pff... ¿A cuántas personas maté ya? Si hubiese muerto yo, los demás estarían vivos. Con la muerte de Madison, mi vida se fue al garete. Ha sido la más estúpida elección que has podido hacer en tu vida: salvar la mia.

(Minutos después)

Al llegar a casa, Thomas estaba llorando mientras bebía de mi botella de whisky.

— ¿Qué te pasa? —pregunté pero no me contesto. Me acerqué a él y tomé la botella dándole un buen trago antes de cerrarla— No es bueno beber para ahogar las penas. —me senté a su lado— Bebe cuando hay algo bueno para celebrar, la satisfacción es más grande.

— Te admiro, ¿sabes? Tu forma de afrontar las cosas y sigues adelante siendo más fuerte.

— Es lo que me queda. —le sonreí. Porque por dentro estoy destrozado. Puse mi mano detrás de sus hombros.

— Escuché lo de Hudson, lo siento.

— No lo sientas, ahora todos están en un lugar mejor. 

— Que descansen en paz.

— Que descansen en paz. —suspire. Thomas echó su cabeza en mi hombro.

¡Ups! Una vida menosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora