48. Despertar a la gente

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Estoy en la sala principal, son las ocho menos veinte de la mañana y creo que soy la única despierta. Dudo por momentos de ir a despertar a los chicos. Si no voy, no creo que tarden en levantarse. Si voy, pueden tener mal despertar. Creo que mejor voy a ayudar a Miguel a preparar el desayuno, si no me deja, iré a despertarles.

Camino hasta la cocina donde se encuentra Miguel, un hombre y las dos mujeres que vi anoche. Están desayunando en la mesa donde anoche estuvimos Sean y yo.

-Buenos días, señorita Ann -dice Miguel con una sonrisa-. ¿Qué desea?

-Oh, nada, yo... -titubeo- Pensé que quizá me dejaría ayudarle a preparar los desayunos. Pero si no quiere, no se preocupe. No hace falta que repita lo de anoche, entiendo que es su trabajo y...

Miguel pone una mueca y las personas de la cocina le lanzan una mirada recriminatoria.

-Descuide, señorita. Podría ser de gran ayuda diciendo lo que le apetece desayunar -me guiña un ojo-. Mientras puede ir a despertar al señor Sean y al señor Hunter.

Asiento tímidamente y miro al suelo.

-Supongo que podría hacer unas tortitas para ellos, yo solo quiero un café -sin decir nada más, me giro y voy a salir de la cocina.

-Anabell -me llama una mujer de las que se encuentra aquí. Tiene el pelo por los hombros y no aparenta más de treinta años. Me giro-. Disculpa, señorita Anabell. Si quiere un consejo, al señor Hunter es mejor despertarle abriendo su ventana, la luz le impide dormir y no se despierta malhumorado. Al señor Sean basta con darle un par de toques en el hombro y desearle los buenos días, no suele tardar mucho en levantarse.

-Muchas gracias -hablo avergonzada y salgo en busca de ambos.

Me encamino hacia la habitación de Sean, ya que si primero despierto a Hunter no me dejará despertarle. Esta casa es demasiado grande. Tras caminar un poco y subir escaleras, llego.

Entro en su habitación de manera sigilosa y le veo plácidamente dormido. Me da pena despertarle, quizás sea mejor dejarle dormir... Bueno, he venido hasta aquí, así que tengo que hacerlo.

Me acerco a un lateral de su cama y le doy un par de toques en lo que creo que es el hombro, ya que está tapado por una fina sábana.

-Sean -susurro-. Te tienes que levantar, se hará tarde -él deja escapar un suspiro. Se parece a mi cuando me despiertan para ir a clases. Tras unos segundos, bosteza y se incorpora. Cuando me ve, abre ambos ojos con sorpresa y se tapa el torso-. Buenos días -sonrío avergonzada.

-Bu... Buenos días -parpadea rápidamente-. ¿Qué hora es? -mira un reloj a su izquierda-. Que tarde, juraría que había pedido que me despertara Miguel... -sin pensarlo se levanta.

Ahora puedo ver a un Sean con unos pantalones de pijama grises que caen peligrosamente por su cintura. Su torso está entrenado, pero no tanto como Hunter.

-Ann, ¿por qué estás tan roja? -me mira extrañado, luego se mira a si mismo y coge la camisa del conjunto del pijama y se la pone, también con las mejillas sonrosadas-. Disculpa, se me había olvidado...

¿Cómo puede ser tan cuqui?

-Descuida, no tiene importancia -sonrío-. Debería ir a despertar a Hunter, ¿vienes? -se encoge de hombros y asiente.

Cuando llegamos a la habitación de Hunter, le digo que se quede fuera por precaución y entro dejando la puerta abierta. Me dirijo directamente a la ventana y corro las cortinas. Hunter gruñe un par de veces y empieza a desperezarse.

-Buenos días, vamos a desayunar. Te esperamos allí.

Salgo de la habitación dejando a un Hunter mirandome perplejo. Juntos vamos hacia lo que yo creía que era la cocina, pero al pasar por el salón, descubro que ya está el desayuno puesto aquí. Supongo que este es el salón-comedor.

Enamorada del asesino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora