17. Primero hablemos

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Maratón 1/3

No me quiero girar. Se suponía que debía tardar más. Me va a matar...

-Te estaba buscando -le escucho decir muy serio-. Pensaba que te habías escapado. He dado una vuelta con la moto para ver si te encontraba, no podías llegar muy lejos. Luego he pensado ¿por qué iba a irse si me ha dicho que le busque? y por eso he vuelto. La música se escucha bastante.

No entiendo a donde quiere llegar pero yo no me atrevo a mover un solo músculo.

-Anabell, te estoy hablando.

¿No me digas? No me había dado cuenta.

-Date la vuelta, no estoy enfadado.

Claro, voy yo y me lo creo.

-Por favor, girate.

Muevo la cabeza para negar su petición.

-¿Por qué? -dice y escucho como se sienta.

-Me vas a matar -murmuro.

-¿Por qué iba a hacerlo? -noto su curiosidad desde aquí.

-Te he gritado y eres un asesino -le escucho bufar-. Admite que tenías ganas de matarme. Lo veía en tu mirada.

-Quizá, pero sabes que no te haría daño.

Suspiro y empiezo a salir por la escalera de la piscina, dándole la espalda.

-Te queda bien el bikini, veo que acerté con la talla -que vergüenza-. Espera, ¿cómo has sabido donde estaba el plástico?

-¿Qué plástico? -admito que no tengo ni idea de a qué se refiere.

-No me jodas que te has metido a la piscina con la venda -dice enfadado.

Mierda. ¿Corro por mi vida?

Miro lentamente mi antebrazo y encuentro una mancha roja en medio de la venda. No me duele, pero sangra. Está sangrando. ¿Qué hago? ¿Y si Hunter huele la sangre y le dan ganas de matarme? A lo mejor es como un tiburón...

-¿Ann? Díme que la herida está bien -está muy serio.

-Está bien -digo con la voz temblorosa.

-Mientes.

Y sin esperar un segundo más, echo a correr hacia el baño. Hunter me sigue de cerca pero voy cerrando puertas; la trasera, la de mi habitación y la del baño con cerrojo. Al par de segundos empieza a aporrear la puerta.

-¡Abre! -dice mientras sigue golpeando la puerta.

-Primero calmate.

-¡Abre la puta puerta! ¡Se te han salido los puntos, ¿verdad?!

-N-no... -tartamudeo- ¡No lo sé! Nunca antes me habían disparado.

Al parecer se calma un poco, ya que ha dejado de golpear la puerta.

-Sal, por favor, tengo que curarte, tiene que verte un médico. Anabell, mira por tu salud.

Tiene razón. Que sangre no debe de ser buena señal. ¿Cómo he podido ser tan tonta de meterme a la piscina sin darme cuenta del estado de mi antebrazo? El medicamento hace demasiado bien su efecto. Espera... ¿y si se pasa el efecto? Va a doler, mucho...

-Con una condición -digo finalmente.

-¿Cual? -parece frustrado.

-No me mates -gruñe- y vamos a hablar. A dos metros.

-Está bien -dice rendido y entre quejas escucho como se aleja.

Abro la puerta del baño y salgo. Me alejo de él y aprovecho para ponerme una camiseta ancha que tengo a mano. Debe de ser suya, pero me da igual, prefiero un par de gritos antes de que me siga viendo en bikini. Es como si estuviera medio desnuda. Que vergüenza. Me giro hacia él y veo que está sonriendo.

-¿De qué te ríes? -digo mientras me cruzo de brazos.

Mierda. Ahora está mirando mi antebrazo, la venda cada vez está más roja. Ay, me voy a morir, pero bueno, al menos no duele.

-Hablaremos después de curarte eso -dice demasiado serio y cuando veo que da un paso hacia mi, grito.

-¡Eso no era lo que habíamos hablado! -frunce mucho el ceño.

-¡¿Pero te estás escuchando!? ¡mira tu brazo! ¿¡no te duele!? -me grita de vuelta, pero no se acerca.

-¡Pues no, no duele!

Veo como él abre los ojos de golpe y mira mi brazo y luego me mira a los ojos.

-Mientes. Estás sangrando. Tiene que doler.

¡Me está llamando mentirosa!

-¡Pues te equivocas! No estoy mintiendo. A la que le han disparado ha sido a mi, no a ti. Si te digo que no me duele, es porque no me duele. Y como tú no tienes ninguna herida de bala, más te vale callarte y dejar de hablar sin saber.

Me daría a mi misma un par de palmaditas en la espalda, pero eso de retar a un asesino de esta manera... Dios mío, ¿qué estoy haciendo? Antes de mi secuestro yo no era así. Nunca peleaba con nadie, ni gritaba tanto. Siento un ligero mareo y un dolor de cabeza se apodera de mí. Hunter parece percatarse pero le lanzo una mirada de aviso. Como se acerque, correré.

-¿Por qué no dejaste que tu hermano me disparara? -pregunta tras unos segundos o quizá minutos de silencio- Si le hubieras dejado, ahora estarías en tu casa, con tu familia y no aquí, herida y con un asesino.

-No te lo merecías. Yo no quería que te disparara. Supongo que si me disparaba a mi no pasaría nada... Es decir, tú eres un asesino que iría a prisión si te encontraran, yo soy solo una niña secuestrada, la cual muchos piensan que está muerta. Así que...

-¿Te importo? -me mira fijamente a los ojos.

-Sí -digo y él me escanea toda la cara en busca de alguna señal de que esté mintiendo, ya reconozco esa mirada-. ¿Cómo no me vas a importar?

-Soy un asesino, te he secuestrado -se rasca la nuca, cuando hace eso se ve mucho más joven e infantil- ¿Puedo hacer algo para que me odies?

-No lo creo -me encojo de hombros-. Podrías empezar a insultarme y tratarme mal y seguramente no llegue a odiarte tampoco. ¿Podrías explicarme por qué eres tan bipolar?

Uy, se me ha escapado la pregunta.

-Yo no soy bipolar -aprieta los puños y, a pesar del miedo que corre por mis venas, suelto una carcajada.

-No, que va -digo con sarcasmo-. Soy el señor te trato bien ahora y al segundo te trato con el mayor desprecio y frialdad.

-Yo seré así, pero tú eres una niña estúpida. Me sacas de quicio -arrugo la nariz-. Encima haces ese tipo de cosas que son jodidamente adorables -le miro muy mal, quiero que note que me está enfadando-. Y cuando te enfadas eres como un chihuahua enfrentándose a un pastor alemán, patético. Me enfadas, incluso quisiera matarte a veces.

Ya está, me ha enfadado.

-¡Pues hazlo de una vez! ¡matame y acaba ya con esto! Has puesto mi vida patas arriba, ¡yo no era así! Nunca se me ocurriría discutir con nadie, ¡ni gritar tanto! Y mi hermano... ¡Hasta él ha cambiado! Pues sí, seré patética e infantil, ¡pero yo al menos me enfado con motivos! ¿tú por qué se supone que puedes enfadarte? ¡Por nada! Tú lo provocas.

-¡Me enfado porque te quiero! -grita y su voz retumba por toda la habitación, y en mi cabeza no para de repetirse esa frase-. Ahora no te hagas la sorprendida. Como si no se notara que me estoy enamorando de ti. ¿Y sabes qué? Tú también lo estás de mi, por mucho que no quieras reconocerlo.

Enamorada del asesino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora