Subo a mi habitación con Peter, que me sigue en silencio con su vista clavada al suelo. Me siento en la cama y le pido que se siente a mi lado, tras dudar un poco, me obedece.
-Hablemos -le pido. Él se tensa.
-¿Sobre qué?, ¿mi castigo? -dice titubeante, le lazo una mirada de reproche y su tono cambia a uno formal-. Cumpliré cualquier orden que se me mande, señorita.
Pongo los ojos en blanco.
-Primera orden, no me llames señorita, me llamo Ann -hace el amago de decir algo, pero se calla y asiente-. La segunda, si te pido que hablemos, no será sobre castigos. Cuéntame cosas de ti. Necesito conocerte para saber cómo tratarte.
Se revuelve incómodo.
-Está bien... Me llamo Peter Anderson. Tengo 21 años. Me crie en una familia de baja clase bajo duros entrenamientos, que aún continúan, para cuidar al señor Kyle. Ahora, debo cuidar de usted, así que haré mi mejor esfuerzo.
Le miro incrédula. ¿Aún no ha bajado la guardia conmigo?
-Peter.
-¿Sí, Ann? -contesta con un tono firme.
-Tercera orden, no me hables formalmente -su cara muestra la mayor de las sorpresas-. Odio que me hablen de usted. Entiendo que tengas que protegerme y obedecerme, pero eso no impide que podamos llevar una buena relación -él asiente de inmediato. Vuelvo a poner los ojos en blanco-. Por lo que, tampoco quiero que me estés dando la razón todo el tiempo, quiero saber qué piensas y qué opinas. ¿Entiendes? Sé tú mismo.
-Pero Ann -esta vez su tono parece más relajado-, mi personalidad no sería de su agrado -le desafío con la mirada y se corrige-. De tu agrado. Soy increíblemente irrespetuoso e infantil, Mario y Sandro siempre estaban reprimiendome por ello.
Me cruzo de brazos y hago mi mejor gesto pensativo.
-En ese caso pensaré un castigo -sus ojos se abren como platos y empieza a negar con la cabeza.
-¡Pero si tú me has pedido que te diga eso! ¡No es justo! -intento reprimir una sonrisa con éxito y él se pone más nervioso-. ¡Ay, lo siento! ¡Ya paro, lo prometo! -se tira al suelo- ¡Por favor no me castigue!.
Ahora, sin poder aguantar más, me echo a reír. Él se confunde aún más.
-¡No puede ser! ¡Eres una sádica! -se aleja de mí y mira a la puerta, pero aprieta los puños y vuelve a mirar al suelo-. ¿Cuál será el castigo?
Saco el móvil de mi bolsillo y marco el número de Sandro.
-¡No le pida consejo a Kyle para los castigos! ¡Son los peores! Haré lo que sea, de verdad. Lo juro. Cuelgue, por favor -sigo ignorando sus súplicas y Sandro acaba cogiendo mi llamada.
-¿Si? ¿Necesita algo? Disculpe la demora, me encontraba conduciendo.
-Descuida -miro a Peter que ahora está mirándome en silencio-. Tengo que pedirte un consejo -sus ojos se vuelven vidriosos. Me siento mal por jugar así con él, pero es tan divertido.
-¿A mi? ¿Por qué no llama al señor Kyle? -me mantengo en silencio-. Está bien. ¿Qué necesita?
-Verás... Por faltar al respeto y reprimir la forma de ser de alguien, ¿qué clase de castigo es adecuado? -guiño un ojo y Peter cierra los ojos con fuerza. También veo que se está mordiendo los labios. No me ha entendido.
-¿Peter ha osado hacer eso? ¡Le dije que no era una buena opción! -gruño-. En ese caso, supongo que el mejor castigo sería recibir 20 latigazos.
ESTÁS LEYENDO
Enamorada del asesino.
Teen FictionAnabell Stone es una chica temerosa con una imaginación impresionante. Tanto que, al ser secuestrada por el famoso asesino Hunter «Kill», le da decenas de ideas sobre como torturar a sus víctimas. "Le veo acercarse con un cuchillo en su mano. Me va...