Capítulo 12: ¿Por qué venden Hamburguesas en una Pizzeria?

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—Debes estar bromeando—de un movimiento rápido, ya me encontraba de pie aferrada al árbol. a un par de metros de Alex—. ¿Azules dices?

Lo miro boquiabierta, arrojándole todo un mar de pensamientos confusos. Después de un segundo, asiente con la cabeza.

—Eso no es posible—espeto—. Mis ojos no pueden simplemente volverse azules así como así.

Él permanece sentado con la mirada fija en sus Converse azules. No puedo evitar recordar a James, caminando por los pasillos de la universidad con sus Converse negros, estos siempre impecables. Me imagino que debe tener todo un armario de ellos, de un negro liso, un par diferente para cada ocasión.

Trago con fuerza y reprimo aquel pensamiento, no es el mejor momento para pensar en James, no cuando aún puede que siga enfadada con él. Por ahora, no confío en mis emociones, ni en lo que estas puedan obligarme a hacer.

Alex se gira sobre el suelo hasta quedar frente a mí.

—Tengo una teoría—dice, aún sin dirigirme la mirada.

Su codo estaba recargado sobre su rodilla y sus dedos acariciaban su barbilla. La pose auténtica de un pensador, pero con la vanidad característica de Alex Pearson.

—¿Y cuál es?—inquiero, ligeramente desesperada.

Debe de estar bromeando. Definitivamente, esto tiene que tratarse de una broma, una muy mala. No es posible que mis ojos se vuelvan azules, es genética y científicamente imposible...

Así como lo es que existan los vampiros, las sirenas, las sombras...

Inspiro con fuerza, y de repente ya no necesito que diga nada más para creer en la posibilidad de que sea cierto. Alex me mira con los ojos entrecerrados, aunque no directamente a los ojos, sino a mi rostro en general, consciente de todos mis pensamientos. Por un momento olvidé que ya no existía mi privacidad.

Alex esboza una sonrisa burlona, claro que estaba leyendo mi mente, y el que yo estuviera al tanto le divertía todavía más. Suelto un gruñido y esquivo su mirada, no sin antes escuchar una leve risita.

—Tal vez no hayan cambiado sólo porque sí, tal vez sea parte de tu don, eso incluye lo que le hiciste a Adelí...

—¡Wow, wow detente!—le corto, a pesar del espacio gigantesco que había ahora en mi mente, me sentía sumamente confundida—. ¿No acabas de decir hace un momento que existía la posibilidad de que yo no fuera la culpable?—coloco ambas manos en mi cintura y le miro de manera acusadora.

—Puede que haya mentido—se encoge de hombros.

—¿Y cómo sé que no mientes sobre mis ojos?—contraataco.

En una décima de segundo, Alex ya se encuentra frente a mí. Como humana, eso me hubiera molestado, recuerdo débilmente que su rapidez me resultaba irritante, y alguna que otra vez chocante, pero ahora, podía ver cada uno de sus delicados movimientos en cámara lenta. Le apreciaba mejor con mi nueva vista, ahora tan sólo pensar en cuando lo admiraba como humana me parecía que había sido una todal pérdida de tiempo.

—Escucha Sarah...—murmura por lo bajo, pero yo aún seguía mirándolo.

Sacudo la cabeza tratando de aclarar mis ideas, necesito dejar de mirarlo con tanta intensidad. Alex representa mi mayor distracción, tengo que prestarle atención justo ahora, lo que pasa es algo importante, admirar a Alex puede esperar.

¿Verdad?

—Sarah necesito que me prestes atención—le escuchó gruñir por lo bajo.

—Te estoy haciendo caso.

Demons| TC2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora