Capítulo 48: ¿Por qué salvas una vida?

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No supe la verdadera razón por la que los vampiros que antes nos atacaban dejaron de moverse; así como tampoco supe muy bien por qué de repente la música electrónica dejó de escucharse y el silencio se convirtió en la sepulcral melodía que dominó el ambiente.

Pero sí sé por qué las luces dejaron de chispear y el viento se apagó. Si sé por qué yo di un grito tan potente, que de haber sido humana, mi garganta se hubiese hecho trizas.

Sé la razón por la que lo único que hice, fue correr más veloz que nunca y detener a un chico antes de que cayera al suelo, y la espada que llevaba clavada se saliera de su pecho.

Su cabello color zanahoria estaba despeinado, y le ocultaba sus ojos que estaban completamente abiertos. Sus labios soltaban pequeños soplos de aire, pero en cuanto me acerqué, lo único que hizo fue mirarme.

No sabía exactamente qué hacer con mis manos. No sabía qué hacer y punto.

Me sentía fuera de lugar. Sentía que me había equivocado de persona. Éste chico no podía ser Eric, éste no podía ser el niño al que prometí proteger.

Estaba atónita, desesperada y aterrada. Nunca antes había sentido tanto miedo como en este momento.
Ni siquiera estaba al tanto de que estaba hablando hasta que me di cuenta de que la fría, débil y quebrada voz que se escuchaba era la mía. Aunque debí suponerlo, era el único sonido en todo el lugar.

Lo era, hasta que él habló.

—Ya lo entendí—dijo, con la vista en el suelo—. No eres como tu padre, ni como los Pearson...—me mira de reojo—. Eres tú.

Jadeo al escuchar su voz entrecortada. Consciente de que probablemente sería la última vez que la escuchara.

—¿Por qué...?—de mi boca sale un sollozo, aunque sabía perfectamente que no había ninguna lágrima en mis ojos, aun así eso no quería decir que en este momento no estuviera sintiéndome como si un mar de llanto brotara de mí—. ¿Por qué lo hiciste?

Todo en mí exigía respuestas lógicas. Algo que me hiciera entender por qué un niño vampiro se sacrificaría por alguien a quien apenas conocía, y que encima, lo poco que sabía de él era que nos había traicionado.

A pesar de los gemidos de dolor que salían de sus labios, el rostro de Eric se mantenía inexpresivo, sin ningún rastro de miedo o tristeza. Al contrario, creo que nunca lo había visto tan relajado como hasta ahora.

—Porque es lo que hacemos—traga con fuerza, y me mira de reojo—. Esto es lo que hacemos, Adelí.

Inspiro con fuerza y llevo una mano a mis labios para evitar que sigan temblando.

Eric tose un poco y vuelve a mirar nuevamente el suelo, nada en él demostraba que estaba a punto de dejar de existir. En su rostro no se reflejaba ninguna preocupación de que una espada atravesada en su corazón era lo único que evitaba que se convirtiera en cenizas.

Sus ojos seguían bien abiertos, como si a través de ellos estuviese viendo el paisaje más bello de todos. En ese momento me puse a pensar en lo que la gente decía acerca de la muerte, que en tus últimos momentos, veías pasar tu vida entera.

Una parte de mí, deseó que lo que fuera que estuviera viendo Eric fuesen sólo aquellos buenos momentos. Una parte de mí quiso, tal vez, que yo formara parte de ellos.

—Yo...—suelto un gemido de dolor, incapaz de contener más mis emociones.

Así que en ese instante, dije aquellas palabras que nunca antes pronuncié, y que ni siquiera se me habían pasado por la cabeza.

Demons| TC2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora