Prólogo

2.6K 242 1
                                    

Hace nueve años...

Hacía apenas una semana había llegado a este lugar, y a pesar de las constantes charlas con mi tía Sandra sobre la nueva etapa que comenzaría, la ciudad me sigue pareciendo un tanto absurda y extremadamente rara. En siete días había aprendido ya, que la señora Hide salía por el periódico tres veces a la semana, a pesar de que se lo llevaran a diario, pues su perro Fruddo se encargaba de mordisquearlo sin que la pobre ancianita se diera cuenta. El señor Gregory por su parte, venía dos veces a la semana a por los registros del hospital en donde mi tía es enfermera; siempre que viene, me cuenta sobre sus hijos, ambos varones, sólo que uno es más grande, al parecer apenas y es un mes mayor que yo, no recuerdo cuál era su nombre porque no me interesa en lo absoluto.

«Te acostumbrarás rápido, Mellow Ville es muy pequeño, y en un par de semanas todos te conocerán».

Esas eran las palabras con las que mi prima Monique me levantaba en las mañanas con supuestos ánimos, aunque a decir verdad, no he tenido un día verdaderamente agradable desde hace ya varios meses.

Desde el accidente...

Algo de lo que mi mente no quería acordarse. Después de todo el papeleo de la custodia, finalmente me quedaría con mi tutora oficial, Sandra, la hermana de mi madre, y su hija de mi edad. Su esposo había muerto cuando yo tenía apenas tres años, fueron días duros para la familia, era un buen hombre, y también el único hermano de mi padre.

-Sarah.

La voz de mi prima inunda la habitación, me vuelvo hacia ella enseguida. Trae sus anteojos caídos y su cabello enmarañado, como todos los días.

-Mi madre te ha llamado, dice que bajes a desayunar. No querrás llegar tarde a tu primer día de escuela-esboza una brillante sonrisa y baja de nuevo dando pequeños saltos.

Me acerco a mi armario para tomar mi mochila, antes de cerrarlo, me dispongo a buscar en la pequeña caja metálica a R, el libro de mi hermana Emm. Me decidí a llevarlo conmigo siempre tal y como ella hacía.
Salgo de la habitación y me dirijo hacia la primera planta en donde se encuentra tía Sandra ya preparada para llevarnos a la escuela.

Aunque odie la escuela, no puedo negarme a asistir, después de todo ella es mi tía y su obligación es que yo reciba una educación apropiada, o al menos eso es lo que había escuchado decir al juez. Además, con mi prima allí, tal vez los días no sean tan malos. Sólo espero que no se le ocurra embarrarle el almuerzo a alguien.

-Hemos llegado-nos avisa mi tía en cuanto se ha estacionado frente a un edificio color crema. Muy bonito para ser una escuela.

Monique es la primera en bajar del auto a toda velocidad, yo en cambio, soy la que se asegura de cerrar la puerta del coche y despedirme de mi tía de parte de ambas. Hecho todo esto, trato de seguir a la niña que viene conmigo, sin embargo, después de un par de vueltas por el jardín, no la localizo por ninguna parte.
Decido tomar asiento en una de las sillitas de colores a un lado de los juegos del patio, un par de niños ya se encontraban en el pasa manos, intentando tirarse el uno al otro.

Un par de intentos después, observo que ambos bajan de golpe y miran hacia la entrada de la escuela. Me vuelvo hacia la misma dirección que ellos y distingo la silueta de una niña bajar de un coche muy lujoso con aspecto de limosina.

Lo que más llamaba la atención de ella no era su mochila costosa ni el chofer que se había acercado a abrirle la puerta, sino su llamativo cabello rizado color rojo, como el de una manzana recién cortada.

Los chicos a mi lado comienzan a reír ante su presencia, la miran de manera burlona y la señalan con desprecio.

-¡Allí viene!-grita uno de ellos-. ¡Allí viene el Tomate parlante!

Demons| TC2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora