Capítulo 29: Pesadilla

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Su cabello es negro y brillante, casi tan suave como el terciopelo, aunque la verdad es que no sé como se siente el terciopelo...pero dudo que se compare con su suavidad. Me gusta tocárselo, es largo, como la oscuridad.

Me gusta que lleve el cabello suelto, se ve tan libre...tan ella, en cambio cuando lleva esas odiosas gomas para sujetarlo, parece que trata de contener sus emociones, sus impulsos y sus buenas y malas intenciones, todo lo que la hace ella, la persona a quien admiro. Siempre trato de liberarselo, algunas veces incluso las escondo para que no las use. Las odio.

Tiene unos ojos cafés, grandes, redondos,  y llenos de curiosidad. Me inquieta cuando me miran, como si a través de ellos pudiera ver mi alma...si es que tengo una. Pero ella dice que la tengo, y que es pura y bondadosa. Ella dice que yo soy una buena persona y que no importa cuantos errores cometa ni cuanto daño cause; ella siempre va a amarme.

Me gusta cuando me lo dice, con esa preciosa sonrisa que hace que olvide como respirar, aunque ahora ya no tengo que hacerlo. Antes, podía escuchar como mi corazón palpitaba contra mis oídos cada vez que la sentía cerca, al igual que un imán reaccionando al metal.

Me gusta su sonrisa, su bella sonrisa.
Su sonrisa me desarma, es por eso que siempre trato de mantenerla allí.
Pues aquella sonrisa puede iluminar hasta el túnel mas oscuro, me ilumina a mí y me hace saber que hay más...mucho más. Y eso trato de hacer ahora, mantener su sonrisa en mi mente, a cada momento...para no derrumbarme. Tengo que ver esa sonrisa de nuevo, necesito verla de nuevo...

La necesito a ella.

Alex.

Aquello es como una alarma para mi cabeza. Automáticamente todos mis pensamientos se hacen a un lado y mis ojos se concentran en los suyos. Café claro, llenos de alma, las ventanas a su humanidad.

Ella ríe, y aquella risa es como una dulce melodía. Joder, ni siquiera Mozart pudo haber creado algo tan bonito.

Yo también rio con ella. Me hace un ademán que dice «Ven aquí» y yo me levanto en un dos por tres. ¿En qué estaba pensando hace un momento?...Ya ni siquiera lo recuerdo, por ahora en lo único que me concentro es en ella, mientras mis pies se mueven en su dirección.

Su sonrisa se ensancha conforme me acerco y yo tengo que respirar cuando veo que lleva su cabello suelto. Me apresuro y tiro de ella para atraerla hacia mí, ella enreda sus manos por detrás de mi nuca y se pone de puntillas para darme un beso.

Cierro los ojos y disfruto de la sensación, mis manos se posan en su cintura y tengo que controlar el impulso de moverlas por todo su cuerpo.

Quieto allí amigo.

Ella se separa y ríe por mis perversas intenciones.

—Hola—me dice.

—Hola—me sentía tan desorientado teniéndola tan cerca.

Para mi mala suerte el bosque estaba tan solo como siempre, sólo nosotros dos y ella toda para mí. Es que el mundo no quiere que yo sea un verdadero caballero, siempre me tientan al pecado.

«No es un pecado si yo no te detengo»dice a mi mente.

Genial, hasta mi novia está consciente de que yo ya tengo un lugar reservado en el infierno.

«No podemos, hoy no, si Rihanna se da cuenta de que no estoy en la mansión, me matará».

«Y nadie quiere eso».

Siento unas repentinas ganas de abrazarla con más fuerza, de repente necesitaba que mis brazos se llenaran de ella, como si no hubiera estado allí en un largo tiempo. Pero aquello era imposible, pues Sarah ahora estaba aquí, como siempre lo ha estado.

Demons| TC2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora