Capítulo 46: Un club de baile y un traidor

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Alexander Pearson

La luz de la media noche iluminaba la solitaria carretera frente a nosotros, los árboles me envolvían y desaparecían uno a uno dejando a su paso montañas y una vista perfecta de las arboledas lejanas en el bosque.

Pisé el pedal y aceleré a 160, sintiendo la necesidad de ir más rápido, de arrebasar a esas gigantescas montañas, de acercarme más a la hermosa luna.

Era algo que amaba de las carreras. El viento contra mi cara, la adrenalina en mis venas y la pura sensación de que lo único que puedes hacer, es acelerar. El palpitar de tu corazón fusionándose con los kilómetros por hora.

La velocidad.

Al correr yo pensaba que todo era posible. Que tener libertad era sólo cuestión de girar el volante. Me gustaba mirar a través del espejo retrovisor y saber que estaba dejándolo todo atrás, escapando de todo lo que me persigue.

Pero esta vez es diferente, ya que cuando miro al espejo retrovisor derecho, sólo me encuentro con la sonrisa perturbadora de mi novia.

«Te encanta arruinarme los momentos ». Pienso enfadado.

«Y a ti joderme la existencia» repone. y veo que se cruza de brazos.

«Vamos a una fiesta, ¿Podrías relajarte un poco?» Aprieto el volante en mis manos, cuidando de no romperlo «O al menos fingir ser una novia normal».

«Oh, lo siento ¿Quieres que nos enrrollemos antes o después de que un montón de vampiros oscuros nos maten?»

«Eso no tiene sentido».

«Tienes razón, no podemos enrrollarnos si estamos muertos» veo de reojo que se acomoda en el asiento, actuando como una niñita molesta.

Sin poder evitarlo, esbozo una sonrisa traviesa.

«Tecnicamente ya estamos muertos...y aun así lo hacemos» Me encojo de hombros.

«Di lo que quieras» se vuelve hacia la ventana «Vamos a morirnos todos esta noche».

Entorno los ojos frustrado, su actitud negativa y pesada me saca de mis casillas.

—¿Qué te está diciendo?—veo a Adelí por el espejo retrovisor.

Yo mantengo la vista fija en la carretera mientras respondo.

—Me acaba de avisar que ya casi llegamos.

Sarah suelta suelta una risita, y me dispongo a sumirme de nuevo en mi mar de pensamientos cuando escucho a Zack gruñir desde los asientos traseros.

—¿Algo anda mal?—no era necesario preguntar, bastaba con echarle un vistazo a su cabeza para saber qué era lo que le molestaba, pero a veces presumir que tienes la habilidad de manipular la mente de los demás puede llegar a ofender a otros.

—Es Monique, hubo otro problema con su padre—vomita la última palabra y hace una mueca de asco sin dejar de mirar la pantalla de su celular—. Los tíos de Jennifer acaban de decirle que anoche tuvo otra recaída.

Me limito a asentir con la cabeza mientras la veo teclar con sus veloces dedos. Miro de reojo a Sarah pero no veo que demuestre ningún gesto de estar preocupada por su prima, y no me sorprende, es tan fría que a veces hasta duele mirarla.

Isaac Cooper es el padre de Monique. Durante años ella y Sarah creyeron que había muerto, pero no fue hasta hace unos meses que apareció cantando frases sin sentido y jurándole lealtad a Robert Mathews, pues la única razón por la que había regresado era para quitarle a su sobrina el libro que causaría la extinción definitiva de todos los vampiros. Eso sin mencionar que estaba dispuesto a matarla, y la culpó de todo lo que le había pasado a su familia, y de la trágica muerte de su hija. Después de la guerra contra los hechiceros, Isaac ha estado rentando una habitación en casa de los tíos de Jennifer.

Demons| TC2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora