La chica corría por las calles con prisa. Quería volver lo antes posible con su madre.
Tenía un mal presentimiento.
La gente la mirada con curiosidad, pero ella ni siquiera lo notaba. Tampoco notó una mirada en concreto, una que la llevaba siguiendo hacia ya un tiempo.
Absorta en sus pensamientos, subió a pasos enormes las escaleras con llave en mano. Entro a la casa y corrió hasta la habitación de su madre. Fue hasta la mesita de noche en busca de la dichosa foto. No había ninguna. Se desesperó y empezó a buscarla por toda la habitación, hasta dar con ella.
Estaba bajo la almohada, enrollada en una blusa rosa pastel que conocía bien. Era una blusa de Lucy, su favorita. Esa que su madre no pudo donar y decidió guardar.
Saco la foto para cerciorarse. En ella estaban juntas, las tres. Su madre en medio, Lucy a la derecha y ella a la izquierda. Todas en un abrazo lleno de cariño, con una enorme sonrisa en sus rostros. Sonrió sin notarlo. La extrañaba.
Negó, y saco todo pensamiento que no fuera respecto a su madre de su cabeza. No podía pensar en nada más que en esa mujer de cabellos negros.
Un escalofrío recorrió todo su cuerpo cuando una brisa fría acaricio la piel de sus piernas desnudas. Se estremeció y guardo la foto en su cartera.
— Ya es tarde— las pelinegra dio un pequeño grito y miro a su alrededor. No había nadie —está dando sus últimos respiros.— su corazón latió con fuerza. No sabía de quién era esa voz masculina y aterciopelada, pero no era suya, seguro que no.
Tal vez lo imaginó. Debía ser el estrés.
— Debo descansar — se dijo y dio media vuelta, dispuesta a salir del apartamento. Tenía prisa, necesitaba estar en el hospital. Pero su móvil la detuvo, era Sonia. Lo tomo con manos temblorosas y descolgó. —¿Hola?
— ¡Amara! ¡Cariño, ven al hospital en seguida, es tu madre... — colgó sin esperar una sola palabra y corrió hasta la puerta, pero esta se cerró en sus narices. Intentó abrirla pero fue incapaz. Empezó a golpearla desesperada con lágrimas en sus ojos ya hinchados.
— ¡Por favor!— no se rindió y siguió forcejeando.
— Puedo salvarla— se detuvo de golpe. Miro a sus espaldas y gritó envuelta en llanto al ver una sombra al final del pasillo. Una sombra con ojos dorados y brillosos. Estaba aterrada.— puedo curar a tu madre. Solo tienes que pedirmelo.
— Estoy loca— murmuró, cerrando y abriendo sus ojos. Nada. La sombra seguía allí. Entonces analizó las palabras que acababa de escuchar. Y aunque su razón le insistió que era algo estupido, lo hizo— ¿Puedes curar a mi madre?
— Eso y mucho más. Puedo darte lo que tanto deseas, sacarlos de aquí, llevarlos a un lugar mejor— la arrogancia bañaba aquella voz masculina que era capaz de engatusar a cualquiera. Su voz meliodiosa acompañada de las palabras dulces era algo que nadie podría resisitir, no obstante cada sílaba que salía como un cántico estaba llena de veneno. Del más mortal que jamás se haya visto.
— Hazlo, por favor— a la chica no le importó la identidad de aquella criatura, tampoco se preguntó que hacia en su casa o si acaso, de verdad existía y no era su mente jugandole una mala pasada. Solo le importaba una cosa, el bienestar de su familia.
— Nada es gratis, necesito algo a cambio— asintió sin dudarlo.
— Te daré lo que quieras, solo salvala— la sombra sonrío, claro, ella no vió eso. Pero el estaba realmente satisfecho.
— ¿Estás segura?— preguntó, aun sabiendo la respuesta. La diversión en su voz ocultada por su falsa simpatía.
— ¡Hazlo por favor! —rogó. Una silenciosa risa se perdió con el sonido del viento chocando contra la ventana.
Ella había caído. Había dado algo que jamás tendría de vuelta, algo que la condenaría eternamente. No midió las consecuencias, no pensó ni analizó la situación. Actuó por pánico, dejandose llevar por sus sentimientos. Pero de eso trataba el der humano, ese era su más grande fortaleza al igual que su debilidad más peligrosa.
Era fácil para seres como él aprovecharse de eso.
— De acuerdo, ya que no hay tiempo para tramites, lo dejaremos para más tarde, por ahora, bastará con esto— una fugaz ráfaga de viento paso a su lado y luego todo quedo en silencio.
Salió de su trance cuando sintió algo húmedo bajar por su mellija con lentitud. Levanto su mano, en la cual tenía el pequeño y barato móvil y vió su reflejo en el cristal. Una pequeña herida se ubicada en su pomulo, de ella corría una pequeña gota de sangre.
¿Cuando se la había echo? Miró el pasillo por inercia, allí no había nada.
¿Que acababa de pasar?
El móvil en su mano volvió a sonar. Sonia otra vez. Sus manos temblaron. ¿Y si todo había sido producto de su imaginación? El nudo en su garganta amenazó con dejarla sin respiración.
Se culpaba por haber estado allí parada mientras su madre sufría. Con miedo tomo la llamada. Esperando lo peor.
— ¡Es un milagro!— fue lo primero que oyó. El alma pareció haber vuelto a su cuerpo.— ¡Está bién, tu madre está bién!- las lágrimas bajaron libres, mezclandose con la sangre. Sonrió y se giró hacia la puerta de nuevo.
—¡Voy para allá!— colgó y tomó el picaporte. Pero este no cedió. Frunció el ceño y lo volvió a intentar.
—Tenemos que sellar el contrato— se quedó paralizada. Volvió a girarse.
Frente a ella había un chico, de cabellos blancos con destellos plateados, unos impresionantes ojos azules celestes brillantes y una facciones hermosamente varoniles pero delicadas a su vez, y si aquello fuera poco la pálida piel que poseía solo lograba embellecerle más. Era un adonis, pero eso solo lo hacia más peligroso. El pecado puro estaba impregnado en todo su ser. Desde sus pies hasta la ultima hebra de cabello.
— ¿C-contrato? —fue lo primero que salió de los labios de la chica.
El ambiente a su alrededor era pesado y parecía abrazarla, solo a ella. Y aunque nunca había visto al chico, podría jurar que le conocia de algún lado. Su precencia no se sentía del todo extraña, como debería serlo, siendo él un desconocido que invadía su casa. Más bién la joven se sentía atraída hacia aquel muchacho.
— Aceptaste el precio de mis servicios.— aclaró el hombre. Mientras la chica se confundia cada vez más.
— Yo no he... — se quedo callada de manera abrupta, como si hubiese recordado algo. Con la boca semiabierta y el corazón latiendo deprisa miró el rostro del chico.
— Sí, lo hiciste. —la chica dió un paso atrás, temerosa. Algo que el muchacho disfruto enormemente.— salve a tu madre y ahora... — empezó a acercarse lentamente— exijo mi pago.— demandó con voz firme, sin titubeos. ¿Era eso cierto? ¿Como pudo el salvar a su madre?
— ¿C-como puedo asegurarme que no mientes? Pue..— calló al ver la mirada astiada y aterradora del peliblanco. Pudo jurar que por un instante, sus ojos habían adquirido un tono amarillento. Entonces lo aceptó, más bien por terror que por credibilidad.
— ¿Cuanto dinero... ? —hablo con voz temblorosa y insegura.
— No quiero dinero— interrumpió con un leve risa llena de burla.
— ¿Q-qué quieres?— la chica dio otro paso atrás, tratando de obtener espacio, poniendo distancia entre él y ella. Estaba asustada y rezaba porque aquel chico no le pidiera algo que ella no pudiese darle.
— Tu alma— sonrió hacia ella, mostrando una hilera de dientes blancos y perfectos con colmillos afilados. La chica palideció. Debía ser una broma, una muy mala.
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Contrato
Paranormal"Te daré lo que quieras, solo salvala" la sombra sonrió, claro, ella no vió eso. Pero él estaba realmente satisfecho. "¿Estás segura?" preguntó, aún sabiendo la respuesta. La diversión en su voz ocultada por su falsa simpatía. "¡Hazlo por favor!" r...