42

18.7K 1.4K 142
                                    

Jadeo muy bajo, con un miedo que me apesta y que detesto. La miraba con los ojos encharcados y las mejillas empapadas a través de mis dedos, pues mis manos se habían cerrado en mi rostro en el momento en el que caí sentado al suelo sin fuerzas. Los recuerdos que había olvidado y que ahora me golpeaban sin miramientos me arrebataron hasta la última gota de cordura que me quedaba.

Joder, joder, joder.

- ¡Adirael!- el pelinegro venía corriendo hacia mí desde la plaza central cuando yo me dirigía al area de entrenamiento. Me detuve en seco y esperé por mi compañero.

- No deberías correr por aquí, puedes caerte y lastimarte- le dije suavemente cuando llegó a mí, causando en el una graciosa expresión de falsificado astio.

- ¡Ya deja de tratarme como a un infante! ¡Solo te llevo un día! - le niego con un sonrisa y luego le hago un ademán para que continue hablando, sabiendo bien que no había venido a reprocharme- ¡ah! ¡Vi la entrega de Quods! ¡Fue muy emotivo y fascinante! Los Quods son criaturas tan frágiles y pequeñas! ¿¡Los has visto!? ¡Son así de chiquitos!- con sus manos me muestra el tamaño al que se refiere muy emocionado.

Rei profundamente en alegría ante su adorable ser y negué lentamente.

- Lastimosamente no, pero pronto nos tocará a nosotros. Si Padre así lo quiere y lo permite.

- Seguro nos da la oportunidad, ya verás. - le sonrío levemente y continuo mi caminar, él me sigue sin pensarlo demasiado- Cuando tenga a mi Quod, voy a dar lo mejor de mí y voy a protegerlo de todo mal. ¿Que haras tú?

- ¿Yo?- mire la nubes y luego al pelinegro- protegeré a esa criatura con mi vida, tal y como lo harás tú.

- Para, no sigas. No seas idiota, detente- murmuro con los ojos grandes a más no poder y la boca seca, mi lengua raspando rudamente las palabras. Ya no sabía qué miraba, no sabía qué escuchaba, no sabía qué sentía. Estaba perdido en un tiempo muy lejano, muy dulce, muy doloroso. El principio de una hermosa maldición- no los necesitas, no pienses ¡Ya, para!

Golpeo mi cabeza, rasguño mi rostro, gruño desde lo profundo de mi garganta pero nada me saca del estado deplorable y abismal que me esta succionando lentamente. Estaba haciendo de mí, un revoltijo patético de algo tan despreciable como las emociones.

- Hoy, ante la mirada omnipotente de nuestro Padre, y bajo su orden bendita de nombro Angelus Custos y bajo tus alas dejo esta nueva alma para que le guíes por el buen sendero y la traigas de vuelta al regazo de nuestro Padre- el hermano George extiende sus brazos cargando un bulto de sabanas blancas y levemente desgastadas, apenas era visible pero entre aquellas telas pude divisar un pequeño rostro. Mi corazón se aceleró y me emocioné grandemente, mas no lo mostré y me quedé callado. Solo me limité a tomar delicadamente a aquél diminuto ser que de hoy en adelante sería mi todo - ¡Amén!

A su grito le siguieron cientos más, y varias felicitaciones se oyeron de todos lados. Pero lamentablemente -para ellos- mi total atención estaba en mi hermosa Quod, la cuál dormía plácidamente en mis brazos.

Darkiel no mentía cuando decía que eran fascinantes.

- Supongo que sabrás que tu deber es más pesado que el de los demás- mencionó George frente a mí, mientras miraba como los demás se marchaban- no es común que se le asigne esta tarea a un soldado de tu rango. Esa criatura es especial de algún modo, solo nuestro creador sabe cuál. - sus ojos cafés cayeron sobre el bebé de pálida piel y rosadas mejillas, le sonrió suavemente antes de mirarme con amabilidad- Padre cuenta contigo, Adirael Arcangel.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora