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— ¿Como te fue hoy mi cielo, hiciste amigos?— le sonrío emocionada antes de que las palabras empiecen a salir solas de mis labios como agua en río.

Le hago un breve pero entusiasmado resumen de lo que había pasado, como eran mis maestros y lo mucho que me arrepenti de no tomar su almuerzo. También le cuento con detalles del chico de la patineta, dejando de lado que era un potencial masoquista, por supuesto. No quería tirarle arena al pobre chico sin conocerlo.

Seguí y seguí hablando, metida profundamene en mi narración. Tan metida que olvide por completo que cierto demonio se habia quedado a cenar por mi "seguridad" y que el mismo estaba sentado justo a mi lado.

— Te lo advertí, mañana te llevas tu almuerzo, lo haré mas temprano para que no llegues tarde— asiento alegre y tomo una cucharada de mis espaguetis— ¿Y tu amiguito estara bien?

— Seguramente— termino de tragar el bocado y tomo de mi vaso de refresco— le desinfecte la herida y le dije que fuera a un hospital por precaución. Com quiera, mñana ire a verificar que este bien. No sé, siento que no tiene a nadie que lo haga, lo vi muy solo.— mamá asiente satisfecha y me sonríe orgullosa.

— Eso es bueno, ser bondadoso es una hermosa virtud, mi niña— estira su mano hasta mi mejilla y la pellizca un poco juguetonamente— traeré el postre. Sebastián no juegues con la comida, ¿Sabes cuantos niñitos no comen nada en dias? Come, anda aunque sea la mitad— mamá se levanta de la mesa luego de mirar de forma gentil al niño que apenas alza su mirada del plato.— ya vuelvo.

Asiento en su dirección y luego vuelvo a mirar a mi hermano menor. Sonrío un poco y muevo mi mano hacia su suave y brillante cabellera negra, acariciando con delicadeza sus pequeñas ondas.

— ¿Que pasa Seby?— le pregunto en voz suave mirando como mueve un fideo de un lado a otro

Mi mano se desliza hasta su mejilla sonrojada cuando sube su rostro contraído. Entonces me preocupo un poco.

— ¿Que tienes?— pregunto otra vez. El niño mira su comida de nuevo y luego a mí.

— Me duele la panza— dice por fin.

— ¿Y por que no se lo dijiste a mamá? ¿Te duele mucho?— niega y deja la cuchara plástica sobre su plato de Iron Man.

— No le dije a mami porque ayer me dolió la panza como hoy, y cuando se lo dije me dio un cosa rosita que sabía bien mala— susurra con su ceño profundamente fruncido. Rio un poco y niego divertida.

— Era medicina Sebastián, tienes que tomartela para que se te vaya el dolor.

— ¡Pero sabe mala!— su puchero no hace mas que  enternecerme el corazón y hacerme un manojo de risillas tiernas.

¿Cómo podia ser tan adorable?

— ¿Escuché que te duele la barriguita otra vez?— mamá preguntó desde el umbral de la cocina con una pequeña sonrisa de ojos cerrados. Sus manos ocupadas por el frasco de la medicina líquida y la cuchara repleta de ella.

— ¡No, no me duele!— el pelinegro da un salto en su lugar y gira su rostro hacia Ada.

Es ahí que mis risillas mueren para darle paso a las carcajadas. Riendome intensamente de la cara de puro horror que mi hermano pequeño había puesto. El menor me mira en busca de ayuda, sus ojos grandes y de color turquesa abiertos como platos.

— Yo no se nada— alzo mis manos y niego mientras me encojo de hombros. Tratando de contener mi risa y mantenerme seria por el mayor tiempo posible.

— Traidora — murmura Seby, mirandome con un puchero.

— Vamos, abre la boquita— muerdo mis labios y tapo mi boca observando su rostro asqueado y su mirada fulminante sobre la cuchara.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora