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- Oh, lamento mi horrible comportamiento Señora. Simplemente, personas como esas son capaces de sacar lo peor de mí.- el demonio sonríe con tal inocencia que si yo no supiera lo que era realmente, le creería- Usted es la madre de Amara, Ada ¿Me equivoco?- mamá lo mira severamente por unos segundos pero luego asiente.- soy Adirael Powell, novio de su hija.

Los ojos de mi madre se agrandan cuales platos y yo no me quedo atrás. ¿En serio seguiría con esa farsa? ¿¡Tenía que hacerlo realmente!?

No me atrevo a devolverle la mirada a mi madre, por qué sé que me está mirando en busca de respuestas. Puedo sentir sus ojos duros y asesinos en mi nuca. Trago saliva y fulmino al "hombre" frente a mí. Él solo me sonríe con sus ojos y luego vuelve con su mirada de pura inocencia.

Bastardo.

- ¿Amara?- un escalofrío me recorre mi cuerpo al escuchar la voz baja y lenta de mamá.- Hablaremos de esto luego- suspira y la escucho moverse, mi cabeza no se alza para nada. Me siento avergonzada.- Es un gusto conocerte muchacho, por favor, quedate a comer. Es lo menos que podemos hacer por ti. Y ya que estamos, gracias por lo que hiciste, buscaré la manera de pagartelo, en serio.- me giro hacia ella cuando termina de hablar.

Tiene a Sebastián entre sus brazos y está tratando de sacarlo de su trance. Camino hacia ella con el ceño levemente fruncido. Se nota que hace fuerza por mantenerse firme con él a cuestas.

- ¡Mama! no hagas fuerza- ella suspira con cansancio y me mira con seriedad.

- Amara, te lo vuelvo a decir; ya estoy bien. - repite una vez, sin embargo, niego con desaprobación- A ver ¿Quién es la madre aquí?- una de sus finas cejas se alza y se que ella lleva todas las de ganar.

Pero no puedo jugar con su salud.

Sí, ya no tiene cancer, esta sana. Pero aún le falta recuperarse, adquirir de nuevo su capacidad completa, sus fuerzas y energías y para eso debe comer saludablemente, descansar y ejercitarse un poco. Y neciamente, no estaba haciendo ninguna de ellas.

No puedes pretender caminar sin despegar tus pies del suelo. Es imposible.

- Eres tú Ada, y eres una madre excelente, pero debes cuidar de ti primero si quieres cuidar de nosotros. Necesitas mantenerte y cuidarte, mamá- su expresión se suaviza y me sonríe un poco- solo, déjame ayudarte ¿De acuerdo?- asiente con un suspiro y una sonrisa.

Tomo al pelinegro de sus brazos con cuidado y lo apego a mi cuerpo, susurrando pequeños y suaves "Ya pasó" en su oído mientras acaricio su cabello. También lo mezo un poco y doy besos en su mejilla húmeda, de ese modo, poco a poco su llanto cesa.

Sebastian era un niño de pequeña estatura y complexión delgada. A sus 6 años apenas y llegaba a los tres pies de altura. La doctora dijo que no debia preocuparme, pues con el tiempo él crecería. Que slo era un pequeño retraso. Aun así, no puedo evitar preocuparme.

- No se que hice para merecerte cariño- mamá habla y sus palabras me toman por sorpresa. Levanto mi mirada y es cuando veo sus ojos aguados. Una sonrisa plasmada en sus labios.- tú, muchacho- mira a Adirael con una seriedad impresionante que incluso a mí me causa miedo- o la cuidas bién o juro por mi madre que te sigo hasta el infierno mismo si es necesario para hacerte papilla.- mis ojos se abren con sorpresa y oculto una risilla tras mi mano.

No obstante, esa risa muere al instante cuando recuerdo a quién le habla y lo irónico y peligroso que era. Le hablaba de infierno a un demonio. Hablaba tan relajadamente con el pecado en persona. Un ser sin sentimientos ni conciencia que con un tronar de dedos podía dañarla.

Y yo sabía de lo que él era capaz.

Miro con miedo oculto al demonio; la sonrisa en el rostro del chico pálido me dejó claro que le causaba gracia el intento de amenaza de mamá. En ese momento mi estomago se siente pesado de un segundo a otro y trago saliva con dificultad.

Mamá no sabía.

Nadie lo sabía. Solo yo y él.

"No te tenses tanto nena, tu madre se dará cuenta, y no quieres eso ¿O sí?"

Doy un brinquito en mi lugar y tomo unas cuantas respiraciones. Me relajo lo más que estar cerca de ese hombre me permite.

-Lo haré Señora, Amara es lo más hermoso y valioso que tengo. No la defraudare, tengalo por seguro.- sonrie como un caballero lo haria y creo ver pequeños corazones flotar alrededor de mamá.

Mentiroso. No debería sorprenderme su habilidad para mentir y actuar, pero lo hacía. Si no supiera mejor, me hubiera creído que le importa de otra manera que no fuera predador-presa.

Si tan solo mamá supiera que le había vendido mi alma a mi "novio" y que en algún momento será él quién me mate, no estaría así de contenta ni charlaria tan amenamente con el bastardo de pelo blanco.

Empezaba a odiarlo realmente, era irritante y molesto. Y sé que debería odiarlo desde el principio pero en el fondo le agradezco por salvar a mi madre. Aunque eso empezaba a perderse, sus acciones estaban irritandome a puntos que no pensé llegar, era comos i tuviera un talento para ello. Estaba haciendose el inocente, engañando a mi madre y para colmo, divirtiendose con ello. ¡Me molestaba mucho!

Pero ¿Qué esperaba de esa cosa? ¿Abrazos? Apuesto que ni siquiera sabe lo que eso es.

- Nana- susurra mi hermano y bajo mi mirada. Esta asustado y sé por qué. La mirada que le daba al peliblanco era obvia y el demonio la notó.

Sus fríos ojos azules-grisaceos se encontraron con los de mi hermanito y instintivamente gire la cabeza del niño hacia mi pecho. No queria a esa criatura del averno cerca de Sebastián. Mi hermanito no tenía ninguna razón para relacionarse con esa cosa, tampoco debía hacerlo. Yo no lo permitiría.

Yo era la razón de su presencia, nadie más.

- Ese chico da miedo- susurro contra mi pecho y no supe que decirle. No le mentiria diciéndole que era buena persona porque no era así. Ese hombre era todo menos bueno.

Luego me haría cargo de advertirle.

- Ya, ya está.- beso su mejilla y acaricio su espalda con pequeños circulos- ¿Quieres ir a la cama?- asiente y oculta su rostro en mi cuello.- Llevaré a Sebas a la cama, vuelvo ya- mamá me asiente con una sonrisa y es lo unico que necesito para salir de la sala.

Ni siquiera mire al demonio. No quería. La rabia que hervia a fuego lento en mis venas debía ser controlada y si lo miraba otra vez dudaba mucho que eso pasará. Su sonrisa era como la chispa que encendería la llama de mi enojo.

Aunque...no sabía si era más con él, o conmigo misma.

Al salir de mis cavilaciones me percato qur ya me encuentro frente a mi habitación. Entro con dificultad y camino hasta la cama, dejando el cuerpo de Sebastian sobre ella.

- Descansa- beso la frente del niño y lo arropo. Enciendo el ventilador y luego salgo al pasillo, cerrando la puerta a mis espaldas.

Suspiro con cansancio y cierro mis ojos, dejo caer mi cabeza hacía atrás y me recago de la madera.

-¿Que voy a hacer?- un nudo se instala en mi garganta y agacho mi rostro, comprimendo mis labios con enojo y angustia.

- Primero, arrodillarte y suplicar por mi maldito perdón, muñeca.- suelto un pequeño grito sorprendida y lo miro con plena confusión, de paso, lo fulmino. Antes de que pueda formular la pregunta él comienza a hablar- Tsk, ¿Crees que no escuché todas las veces que me has insultado hoy, o que olvide lo que hiciste en la calle? Te dije que te castigaría Amara.¿O no lo hice acaso? ¿No te lo dejé claro?- me apego más a la puerta cuando da otro paso más.- Comencemos con la lecciones de modales ¿Te parece?

La mirada oscura y malvada vuelve a sus ojos, esta vez, acompanada de una media sonrisa indecorosa y sugerente. Su aura siniestra abarcando por completo nuestro alrededor.

Tengo miedo.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora