Había vuelto a aquella cueva mágica en lo alto de la montaña. ¿Cuantos días llevaba ahí metido? Había perdido la cuenta por completo. Quizas habrían pasado solo un par de horas desde que llegó destrozado y rendido a aquel lugar húmedo. Otro par de horas en los que se quedó tendido en el suelo rocoso. El tiempo para el siempre fue relativo, tomando en cuenta su larga vida. Pero en esos momentos el tiempo simplemente habia desparecido de su cabeza. No habían segundos, ni minutos mucho menos horas. Lo único que marcaba el avance del planeta en el que se encontraba era el latido de su corazón. Era un sonido seco y constante, molesto e irritante. Solo quería meter su mano entre sus carnes y sacar aquel reloj de sangre que le recordaba dolorosamente que aún existía en aquel plano terrestre. Antes no lo tenía y le era tan fácil cerrar los ojos y pasar años en penumbra, en plena tranquilidad ignorando todos y cada uno de sus pensamientos. Pero ahora no podía, no podía dejar de ignorar su cabeza uno antes de que el 'tun' en su pecho acaparara su aguda atención.
¿Así vivían los humanos todos los días? Con una maquina infinitamente poderosa en la cabeza pero con una patética debilidad palpitante en el pecho. Sin desprenderse la una de la otra. Una criatura tan contradictoria, tan compleja. Eran un maldito y asqueroso chiste viviente.
Su rostro bañado en las luces suaves emitidas de las peculiares antorchas se hundió en aún más en disgusto. Él era un demonio, que mierdas hacía tratando de entender a los humanos. Era un ser infernal, muy lejos de ser un mortal.
¿O lo seguía siendo en realidad? ¿Qué era ahora?
Adirael estaba tan perdido sin saber que pensar a donde dirigirse. No tenía un lugar al cuál volver con seguridad luego de darse por vencido en Amara. Nunca sintió que el infierno fuese su casa pero era lo más cerca a uno que tenía. Coelum alguna vez lo fue pero habían pasado siglos desde que pensó en ese lugar de aquella manera. Ya no lo era obviamente y eso no le molestaba. Al caer disfruto de libertades que nunca tuvo y se dio cuenta de lo encadenado que era ser un ángel. Lo cerrado que era vivir en Coelum bajó el constante ojo de su padre. De hecho, llegó a disfrutar de ser un demonio, aunque resentido por su pasado. Era normal, sin embargo. ¿Quién no, después de lo que le sucedió? No obstante ahora, aún cuando tenía tanta libertad en sus manos y podía hacer lo que quisiera sin quién lo vigilara...se sentía más encadenado que nunca. No, encadenado no era la palabra... vacío.
Quizás estuvo así desde el inicio. Recordó el sentimiento que tuvo al caer al infierno y convertirse en el monstruo que era ahora. Pero ese no se comparaba al que sentía en el momento. Entonces siguió intentando recordar, solo para tratar de justificar su pecho pesado. Mas no encontro nada que fuera comparable. Nada fue tan fuerte como para dejarlo tan arrollado y destrozado.
Abrió sus ojos lentamente a la tenue oscuridad del lugar. Antes le encantaba sentarse en el centro de la cueva, entre aquella penumbra y pensar claramente lo que le molestaba. Era asi capaz de rápidamente arreglarlo y mantener todo bajo control. Seguir su vida sin perder tiempo, sin tartamudeos. Tener el control le encantaba, entre otras cosas. Sin embargo, ahora no encontraba forma de controlarse a si mismo. Quería callar la voz en su cabeza, no queria seguir recordando la voz de ella ni su risa. Quería silencio, quería su indiferencia de vuelta.
Joder, no quería sentirse tan jodidamente vulnerable. Tan...humano.
Pero no encontraba forma, no podía dejar de pensar en ella. Cuando lo miraba con aquellos ojos cielo, las sonrisas que se formaban en su rostro con sutileza, su risa...joder, su risa. Y luego, como si fuera poco todo lo anterior, recordó sus gemidos. Suaves, como ondas en agua calma. La manera en la que decía su nombre, como salía cada sílaba de sus labios. Mierda, quería besarla hasta dejarla sin aliento. Hacerla suya hasta que lo que quedara de ella fuera un cuerpo tembloroso envuelto en sudor y suspiros. Hacerla feliz, quería verla alegre y verla brillar otra vez.
Carajo, solo queria oírla decir su nombre una vez más. Su voz melodiosa llamarlo solo una vez más.
'A-adirael'
Su cuerpo se incorporó de un movimiento y el latido de su pecho se alborotó como si hubiese sido azotado por vientos de tormenta. La había escuchado claramente. Entre todos sus pensamientos, cuando creyó que no había forma de aclarar su cabeza, escucharla otra vez lo aclaró todo de golpe. Fue ahí que intentó localizarla, para darse cuenta que no podía sentirla. Para nada. En ningún lado. Podía estar en Coelum. Tal vez Darkiel haya logrado purificarla. Pero el lo sabría y además aún tenía su alma.
Su mente se volvió a llenar de atormentados pensamientos que lo llevaron a pensar lo peor. Su corazón latió aún más rápido y se levanto de inmediato. Al primer sitio al que se dirigió fue a la casa de Amara. Fue tan descuidado que apareció justo frente a Sebastian y su madre. Ambos humanos miraron su figura vestida de negro pretrificados.
— Todo esta bien. Vuelvan a dormir. — susurró con ojos brillosos y una pequeña sonrisa falsa que quedaría grabada en sus sueños. Pronto la familia quedó dormida pacíficamente y el demonio rondó rápidamente la casa antes de salir por el balcón con sus alas desplegadas.
No esperaba encontrarla ahí, por supuesto. Pero eso no evitó que su ceño se frunciera y sus puños se cerraran conteniendo su furia. Y entre esa ira, aunque él no supiera identificarlo aún, había miedo. Cada ángel que lo vió pasar lo notó de inmediato. Su botas negras chocaba fuerte contra aquel suelo santo, irrespetuosas a la paz que se sentía en el aire. Pero nadie abrió su boca, miradas pegadas al suelo cuando la del demonio las encontraba. Él por su lado ni notaba el ambiente tenso que había creado, estaba muy enfocado en encontrar al Arcángel de la vida y así encontrar a su mujer. Fue a él a quién se la había encargado, por mucho que dijera que lo odiaba. Siempre sería su hermano menor, siempre tendría una pizca de confianza en su familia. Bien esto el no lo diría, menos lo pensaría por mucho.
Se había conformado con pensar que se la había dejado porque era el único ángel cerca. Era demasiado orgulloso y ese siempre fue causa de sus caídas.
Mientras seguía caminando a paso rápido, casi corriendo, no pudo evitar mirar un poco lo que antes conocía como la palma de su mano. Los recuerdos eran borrosos y mientras sus pies se movían su mente intentaba hacer sentido de su ruta. Mas lamentablemente, ya no recordaba mucho y pronto no supo a donde dirigirse. Se detuvo en seco, buscando con la mirada a su hermano sin éxito.
La pregunta de que haría cuando lo encontrar paso vagamente por au cabeza antes de ser aplastada por la idea de que ella no estuviera con él. Porque ese el sentimiento que tenía, de que algo estaba jodidamente mal. Le desquiciaba no poder saber qué, alguna energía estaba bloqueando la mente de la pelinegra y no le dejaba entrar ni localizarla. Ese tipo de poder solo podía tenerlo un Arcangel, ningún demonio o ángel regular podría tener tanto y tan preciso control sobre un ser humano.
Chasqueando su lengua siguió a su derecha esperando encontrar al menos a alguien conocido. Ahora enfocándose en las caras de quienes pasaban a su lado.
En otro lugar, ese que siempre miraba todo, que lo sabía todo lo miraba destacar poderosamente entre todos aquellos vestidos de blanco puro. Una sonrisa suave nació en los labios del omnipotente, sus ojos orgullosos en su creación. Verlo otra vez en su casa ciertamente era agradable y verlo tan cambiado lo era aún más. El amaba a todos sus hijos por igual, pero era inevitable no darle un lugar especial a la muerte. Después de todo, ese era su hijo más parecido, el más poderoso.
Con un suspiro su cuerpo se hizo polvo y voló con el viento. Su conciencia desprendiéndose de la carne y navegando en el espacio donde se quedaría suspendido en su máximo poder. Fue un pequeño capricho tomar forma solo para verlo. Pero quería ver que todo estuviera yendo por el camino correcto, y ciertamente todo estaba cayendo en su lugar.
Otro de sus infinitos planes estaba casi completo.
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Contrato
Paranormal"Te daré lo que quieras, solo salvala" la sombra sonrió, claro, ella no vió eso. Pero él estaba realmente satisfecho. "¿Estás segura?" preguntó, aún sabiendo la respuesta. La diversión en su voz ocultada por su falsa simpatía. "¡Hazlo por favor!" r...