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— ¡Odel! ¿¡Qué haces!?— sin pensarlo corro hasta el pelinegro— ¡Déjalo!— le grito mientras mis puños se cierran en la tela de su camisa y lo jalan hacia atrás.— ¡Ya basta! — sigo intentando separarlos pero en realidad, no estaba logrando absolutamente nada.

— ¡Amara vas a salir herida!— Chris me advierte y toma mi brazo buscando alejarme de la pelea en la cuál no tenía ni un aporte.

Pero no podía darme la vuelta y dejar que Odel golpeara a su antojo a Adirael, quién por alguna razón, no se defendía. Mi enojo crecía a momentos, viendo la sangre del demonio regarse por su rostro y la sumisión estúpida que tenía ante la paliza que estaba recibiendo. Grité por Adirael, le llamé pero no me miró en ningún momento, permaneció con los ojos cerrados, quieto en el suelo, ganando más y más heridas.

— ¡Odel maldita sea, déjalo!— en un estado de desespero cierro mis puños y golpeo su espalda tensa. El pelinegro se detiene y en menos de un cerrar de ojos se gira hacia mí, su cuerpo tan cerca al mío, alto imponente, con el rostro sonriente.

— Ah, dulce, dulce Amara— susurra mirando todo mi rostro, dando cada paso que yo retrocedía, intimidada por su porte que de cerca se veía aún más poderoso— ¿Por qué lo defiendes? ¿Eh? ¿No fue él quién te hizo esto?— me preguntó mientras acariciaba con su dedo pulgar mi labio partido.

— O-odel— murmuro algo asustada.

Sus ojos, sus ojos eran negros con pupilas rojo brillante y ardiente. Mis manos empezaron a temblar y mis rodillas amenazaron con doblarse.

La mirada de Adirael no era nada comparada a esta, esta si era procedente del infierno. Mi corazón se aceleró aún más que antes y mi visión se nublo por unos segundos.

Sentía miedo, estaba aterrada, pero no podía dejar de mirarlo.

— Tan jodidamente dulce— murmuró mojando su labio inferior lentamente, mirando mis labios de forma hambrienta. Entonces fue ahí que vi sus colmillos, cuatro de ellos, largos y afilados.

La piel se me puso de gallina. Esto ya era demasiado.

La mano que había olvidado tenía sobre mi labio acarició mi mejilla suavemente, y yo en mi estado de shock solo pude apreciar sus uñas ahora largas, negras sin brillo y peligrosamente puntiagudas.

— Odel, déjala— y por fin Adirael habla. Lo miro sobre el hombro del pelinegro, viéndolo levantarse y tomar una postura agresiva, firme.

Su rostro esta completamente inexpresivo, la sangre oscura cayendo a gotas gordas de su barbilla. La herida en su ceja aporta a la estética de paliza bien dada que merodeaba todo su cuerpo. Pero eso es todo, el se queda en su lugar. Sin embargo, cuando observo sus ojos dorados veo una pizca de impotencia revuelta con una rabia descomunal.

Él quería hacer algo, otra cosa era que no pudiera. Pero, ¿Por qué?

— Ah Adi~, tienes que entenderme. ¿Cómo puedo dejar pasar una oportunidad como esta?— canturrea siguiendo sus caricias en mi rostro, tratandome como si fuera un juguete nuevo— además, ¿No te había dicho lo que pasaría si metias la pata? Y la metiste, hasta fondo. Nunca mejor dicho ¿Eh?— se ríe su chiste desde lo profundo de su garganta.

Estaba claro que él no entendía el peso de la situación. O bien solo lo ignoraba, si probablemente todo esto le entretenga.

¿Qué clase de mente retorcida tenía este hombre?

— Entonces sigue golpeandome, has lo que quieras, échame a Cerbero, pero déjala a ella fuera de esto. — pide dejándome sorprendida y angustiada, Adirael...¿Estaba dejándose doblegar a tal punto?— ¿¡No es por ella que me estas castigando!? ¿No es que te agradaba?— termina y suelto un suspiro tembloroso. Me dolía la cabeza y esto se veía lejos de su fin.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora