— Nos vemos la semana entrante, bebé — escuché decir a aquel hombre.
Yo no le conocía. Nunca le miré a la cara. Solo me sabía su nombre porque era requisito. De reojo miro el reloj en la pared y por fin soy capaz de respirar tranquilo. Siete y media, ya el día había terminado. Mi cabeza descansa sobre el colchón mientras me quedo sentado en el suelo. Estancado en aquella fría y sucia cerámica. Cierro mis ojos despacio y respiro lentamente, tomando el aire amado de la soledad. Sonrío ante el negro puro de mis parpados. Rio ante la nada, el silencio, mis latidos.
Todavía estoy vivo.
Me quedo barado en ese sentimiento por minutos. Pensando todo lo que acarreaba, en lo bueno...y en lo malo. Entonces, sollozo. Encierro mi cara entre mis brazos y apreto mis cabellos. Mis labios se pegan por completo, resecos. Mi lengua incómoda en mi boca y mi garganta queriendo deshaserce en ácido.
Todavía estoy vivo.
Entonces mañana sería lo mismo. En unas horas llegaría papá y me miraría de nuevo. Vería la poca cosa que estoy hecho. Me lo diría y yo le creería otra vez.
Muerdo mis labios y me reincorporo sin quererlo en realidad. Pero tenía que bañarme. Tenía que limpiarme por completo. Así que me puse de pie, me quité los tacones y caminé hasta el baño de mi habitación. Allí no había espejo. Papá lo removió un mes atrás, porque era peligroso. En mi baño tampoco había cerradura, también la quito hace un mes. Lo único remotamente privado en aquel cuartucho era la bañera con puertas de cristal.
Era mi lugar favorito.
Rápidamente me quité la ropa y la dejé sin atención en suelo. Abrí la llave antes de volver al lavabo. Tomé mi cepillo de dientes y apliqué la pasta. Fue ahí que noté el agarre tembloroso de mi mano en el delgado objeto. Frunci mis labios y mi frente, pero simplemente empecé a lavar con fuerza mi dientes. De arriba hacia abajo, lado a lado. Repetí el proceso tres, cinco y siete veces hasta que el rosa se vió mezclado con mi saliva. Entonces saqué mi lengua y empecé a cepillarla. Ahí era donde más empeño ponía, hasta que me ardiera, hasta que doliera. Hasta vomitar.
Necesitaba limpieza, necesitaba sacar la suciedad por completo.
Aunque nunca lo lograra en realidad.
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— ¿El dinero?— extiendo mi mano con el fajo de billetes en ella mientras mantengo la cabeza gacha— Este tipo siempre es una buena paga, incluso da demás. — murmura a la par que cuenta los cuatrocientos dólares— No sé por qué lo hace, seguro eres tan inútil chupándola que como lo eres para básicamente todo.— escupe sin dirigirse realmente a mí. Siempre hablaba como si yo no estuviera allí. Tuerso mis labios sutilmente y me abrazo un poco más fuerte— Toma y lárgate por hoy, no quiero verte hasta mañana.
Un billete es tirado hacia mi rostro con desprecio. Mis ojos lo siguen hasta caer al suelo, un billete de veinte.
— P-pero- — no quería dormir de nuevo a fuera. Hacía mucho frío en la noche.
— ¡Que te largues! — grita para luego golpear mi cabeza. Suelto un quejido bajo y me agacho para tomar el dinero.— ¡Mañana a las 9 aquí, que viene Richard!
Mis pies se mueven rápidamente sobre el suelo hasta la puerta. La abro pero antes de salir tomo mi patineta. Muerdo mis labios con ansiedad mientras bajo los escalones.
Solo había una forma de pasar la noche a fuera.
— Ten más cuidado chico— una mujer vestida de rojo me dice mientras pasa a mi lado golpeando mi hombro. La miro de reojo y me detengo mientras ella sigue su camino.
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Contrato
Paranormal"Te daré lo que quieras, solo salvala" la sombra sonrió, claro, ella no vió eso. Pero él estaba realmente satisfecho. "¿Estás segura?" preguntó, aún sabiendo la respuesta. La diversión en su voz ocultada por su falsa simpatía. "¡Hazlo por favor!" r...