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— ¿A donde vamos?— pregunto jugando con la tela de mis pantalones negros, mirando los zapatos blancos que cubrian mis pies.

Hacia solo unos minutos habiamos salido del restaurante y nos habíamos subido al coche. El ambiente tenso y pesado siempre presente desde que el desayuno se habia convertido en un sepulcro de miradas fugaces y sonidos de utencilios contra la cerámica. El guiaba en silencio, concentrado plenamente en la carretera, o eso creía pues sus ojos no se movían, tampoco parecia pestañear.

— Te llevaré a tu nuevo apartamento.— responde sin una pizca de emoción en su voz. Su mano derecha tomando el volante con fuerza mientras su codo izquierdo descansa en la puerta a su lado. Su cabeza reposando levemente sobre su puño cerrado.

Me quedo en silencio decidiendo que era lo mejor. El estaba extraño, estaba...en blanco. Me parecia inusual el no ver una sonrisa astuta en su rostro, o tan siquiera esa mirada prepotente que solía darme seguido. Aunque bien no había pasado mucho tiempo a su lado, ese habia sido el Adirael que el me habia mostrado y que yo había dado por sentado era el verdadero.

¿Quizas este era el demonio real? Un ser sin emociones y vacio, quizas.

Me encontre angustiada, mordiendo el interior de mi mejilla perdida entre pensamietos. No sabía que debía hacer en esta situación, pero tampoco quería averiguarlo, al menos no por ahora.

—¿Qué carrera estudiarias?— pregunta de repente en una luz roja, girando su rostro para mirarme por primera vez en todo el viaje.

— Psicología, ¿Por qué preguntas?— desconecta su mirada de la mía y pisa el acelerador.

— La semana entrante comenzaras la Universidad. Hoy iremos a matricularte.

— Ni siquiera he terminado la secundaria, eso es ridículo.— mi corazón late deprisa ante la emoción oculta.

Seguir mis estudios siempre ha sido un sueño...pero con lo de mamá, el trabajo y Sebastián, eso era algo inalcanzable para mí. Me había metido en la cabeza que yo sería como una de esas madres trabajadoras. De esas que lo sacrificaban todo por sus familias.

Eso no me molestaba, de hecho, ese tipo de mujeres me parecían dignas de un altar, sin embargo no mentiría; me entristecia un poco. Como cualquiera, yo tenía metas y sueños...y entregandome de es forma ami familia no podría cumplirlos.

Aun así, que él sea el que lo decida me molesta. Es una decisión que yo debo tomar y aunque lo estaba considerando antes, su intervención me desagradaba. De hecho, su existencia me irritaba.

No era una marioneta que él podía controlar a su gusto. Me negaba a ello.

— Ante la sociedad ya lo has hecho.— giro mi cabeza a una velocidad desmesurada y lo miro estupefacta.

— ¿Cómo?

— Conformate con saber que tienes tu cuarto año y con excelencia académica. Podrás entrar a la Universidad sin problemas, sé que serás capas de sobrellevar las cosas perfectamente. Y si es que no puedes, puedo arreglarlo de cualquier modo.

— No puedes hacer eso— la emoción muere de momento.

¿Qué hay de todas las experiencias que debía vivir en secundaria? Los problemas, las amistades, la fiesta de último año, mi graduación. Ese tipo de cosas eran valiosas y mamá siempre me lo dijo. Me advirtio que cuando yo envejeciera, esos recuerdos serían los más preciados: mi juventud sería el tesoro de mi yo anciana.

— Ya lo hice— gira hacia la izquierda tomando un camino desolado— puedes ir olvidando la estupida fiesta y todas esas mierdas de adolescentes. Nada de eso pasará.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora