— ¡Suéltame! ¡No me toques! ¡No me toques!— gritó la chica viendo al peliblanco con ojos inundados en pavor e indignación.
Lo que ella pensaba no era concreto. Más bien era un revoltijo de todo lo malo que ha pasado en su vida. En el primer lugar de es lista estaba su padre. Le seguía su antiguo jefe y a este le seguía Adirael. Quiso gritar aún más ante las memorias tan vividas que estaba experimentando. Por eso nunca pensaba en si misma. Porque era una jodida pesadilla pensar en su vida. Era más fácil ignorar que confrontar, y ella se había dio por el camino fácil desde muy pequeña. Era todo lo que sabía. La pobre jóven no sabía que hacer con todo lo que pensaba, lo que sentía, puesto que era demasiado para ser ignorado. Cerraba sus ojos, pero no dejaba de ver la sangre, ver ojos dorados. Se tapaba los oídos y aún seguía escuchando los gritos de su hermana y de su madre y se mordía los labios para no desgarrarse la garganta sollozando. Entonces solo supo herirse, pues recordó que el dolor físico era una buena distracción. Ese mensaje ardiente que viaja por sus nervios hasta su cerebro era una dulce y fría crema para su alma quemada.
— ¿¡Qué mierdas te pasa!? ¿¡Te volviste loca!?— el peliblanco tomó sus muñecas y las llevo a sus costados, presionandolas contra el sofá con ira. El olor a sangre llego a su nariz y frunció aún más el ceño. Miro los brazos de la chica que frocejeaba sin ganar nada bajo su cuerpo y siseo unas maldiciones antes de tomarla y tirarla sobre su hombro para llevarla a la cama.
— ¡Tú! Tú me estas haciendo algo.— gritó mientras caía a la cama, lo miró con los ojos cristalinos, como un animal acorralado. Adirael se sentía igual. Acorralado por la confusión y el peso en su pecho — ¡Me estás controlando! Es eso, lo mismo que le hiciste a mi mamá y la policía. ¡Tú estas jugando con mi mente!— prosiguió a la par que se arrastraba hacía atrás hasta llegar al respaldar de la cama.
Cualquiera que viera aquello diría que Adirael le había hecho algo horrible a la ojiazul. Y en realidad, no estaban muy lejos de la verdad.
— ¡Maldita sea, Amara detente!
Él estaba tan perdido como ella, sosteniendo sus manos lejos de sus muñecas para evitar que siguiera hiriendose sola. La miro mientras ella seguía luchando con él, mientras seguía diciendo que la estaba controlando.
¿Por qué le ardía el pecho? A
Si antes lo sentía pesado, ahora sentía que tenía fuego por dentro. Pero no era cualquier ardor que haya sentido antes, era diferente.Joder, que no entendía una mierda. Y estaba tan jodidamente enojado. ¿Cómo proteger a su mujer de si misma? Era mucho más difícil cuando ella le veía a él como la causa de su desgracia.
E imposible cuando él sabía que lo era.
— ¿Qué te sucede?— susurró muy bajo, mirándola con ojos apenados, dolidos. La diferencia entre momentos atrás y ahora era drástica.
Antes le decía que le quería, acelerandole el corazón que tanta duda le causaba y ahora lo acusaba de controlarla, quemandole el pecho directamente.
¿Qué clase de brujería era esa? ¿Como con palabras se podía lograr algo como eso? Se preguntó brevemente, perdiéndose por unos segundos en sí mismo.
¿Por qué cada vez que daban un paso, había un hueco en el suelo?
— Tengo que esconderme...debajo de la cama. Shhh, calladita calladita.— susurro mirando perdida la cama. Entonces volvió a ver al demonio y se le descontroló de nuevo el alma— ¡Suéltame! ¡Suéltame!— ella movió su cabeza de lado a lado, su melena azabache cubriendo su cara húmeda.— Me vas a hacer daño. Eres peligroso. Eres malo.
El peliblanco quedó callado. Sus ojos claros y vacíos, centrados en el rostro rojizo de la mujer que tanto le importaba. Sus oídos llenándose con las palabras que salían de aquella boca que tanto gustaba besar y su pecho...A ese parece ser que le había caído el mundo encima.
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Contrato
Paranormal"Te daré lo que quieras, solo salvala" la sombra sonrió, claro, ella no vió eso. Pero él estaba realmente satisfecho. "¿Estás segura?" preguntó, aún sabiendo la respuesta. La diversión en su voz ocultada por su falsa simpatía. "¡Hazlo por favor!" r...