— La estás lastimando— musitó aquel muchachito con rabia oculta en su voz baja.
A cualquier persona aquello podía parecer intimidante. Pero para un ser como el peliblanco, eso solo causaba gracia.
El demonio alzo una de sus oscuras cejas en incredulidad, en cierto punto, entretenido por la valentía de aquel humano. Quiso reírse pero la rabia contenía aquel deseo con fuerza. ¿Quién era ese mocoso? Se preguntó Adirael, aún sosteniendo a su mujer. Seguro de no dejarla ir en ningún momento. Nadie lo mandaba y nadie podía quitarle a su querida muñeca.
— Sueltala— advirtió serio, veneno en su voz, posesividad en su postura dominante. Como un león en su territorio, arisco a todo aquel que represente peligro.
— Te repito, la estás lastimando. Sería mejor que tú la soltaras, yo puedo sostenerla sin problemas.— una risa escéptica abandonó, por fin, al peliblanco. Al mismo tiempo que su fuerza incrementó considerablemente en la muchacha sin él notarlo. La mujer soltó un quejido que los oído sordos por la ira no pudieron oír.
Por lo menos el demonio no fue capaz. Porque el rubio ardió en ira, pensando que aquella era una forma más de retarle. Y a esto sumándole el rostro quejumbroso de la pelinegra que se plantaba en toda su gloria frente a él.
La pobre Amara a estas alturas estaba tan indecisa como angustiada. Lo que su mente le decía era tan simple como dejarse llevar por Adirael. Pero lo que su corazón rebelde pedía era algo distinto. Algo peligroso y tonto en ese momento. Soltarse del agarre del hombre que la había marcado e irse con el pequeño angel que tenía frente a ella. Su pecho le dolía, dividido entre lo que era la razón y los sentimientos forzados y el deseo y el cariño novato.
Amara estaba a punto de echarse a llorar por la tensión tan poderosa que los rodeaba. Porque eso era otra presión más sobre ella. Que no deseaba que ambos hombres se encontraran. Porque ambos eran importantes para ella, ambos ocupaban un espacio en su vida. De maneras tan diferentes como similares.
Christopher era alguien nuevo pero que ella sentía pertenecía a su lado desde mucho antes. El rubio era lo que ella sentía correcto, mientras que el peliblanco era el dulce mal que la corrompía de a poco. Lo que no se debe tener pero que la tentación apoya sin rechistar. El peliblanco era lo prohibido, lo erroneo. Sin embargo, Amara no podía deshacerse de él, del veneno que había implantado en su ser. Del cariño que sin quererlo se había plantado en su pecho con raices de hierro ardiente. Quemando sus barreras y destruyendo sus ideales. Ella era consciente que se estaba convirtiendo en un títere. ¿Pero qué más le daba? Después de que su familia estuviera bien, después de que se sintiera querida y segura aunque fuera solo un poco.
Al final, su alma estaba perdida a sus ojos.
Ya no le interesaba luchar, o eso pensó hasta conocer al rubio. Lo miró con ojos rojos en llanto y susurró algo tan vago que pasó desapercibido.
"Aléjate."
Era lo único que podía hacer por él. Era la manera de protegerlo. Se sentía tan mal, tan falso. Que ella haya insistido tanto por entrar en la burbuja de aquél muchachito para ahora empujarlo a un lado. Sabía que le haría daño, pues él se había abierto a ella. Le había confiado sus lágrimas y su lado roto. ¿Y qué hacía ella ahora? Abandonarlo.
Amara se repetía una y otra vez que era lo que debía hacer. Que así él estaría seguro, que no sufriría a manos de su demonio. Quería creerlo, pero ella sabía mucho mas que eso.
— ¿Pasa algo aquí?— preguntó una voz extranjera. Una mujer uniformada miraba seria la situación, su patrulla tras de ella. Ambas habían llegado sigilosamente. O quizás todos estaban tan concentrados en demostrar carácter que se encerraron en aquel campo de silenciosa guerra.
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Contrato
Paranormal"Te daré lo que quieras, solo salvala" la sombra sonrió, claro, ella no vió eso. Pero él estaba realmente satisfecho. "¿Estás segura?" preguntó, aún sabiendo la respuesta. La diversión en su voz ocultada por su falsa simpatía. "¡Hazlo por favor!" r...