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Respiro el aire fresco de la universidad con alegría, cerrando mis ojos para disfrutar aún más la sensación. El cielo azul estaba hermosamente cubierto de blancas nubes mientras que viento danzaba con calma y frescura a mi alrededor.

Qué bonito día.

— Salte del medio, estúpida— hago balance para no caerme después de que un chico se tropezara conmigo.

— Mira por donde caminas entonces, imbécil— el castaño se detiene frente a mí, su amplia espalda cubierta por la mochila vino que lleva puesta.

— ¿Dijiste algo?— se gira solo un poco y me mira retante con sus ojos verdes.

— No tengo que repetirme, lo escuchaste perfectamente— lo fulmino y empiezo a caminar, cargando todo mi orgullo por delante; mi barbilla alzada y mis hombros rectos con seguridad.

— ¿Eh? ¿La perra nueva tiene cojones?— dice cuando le rebaso pero no le hago caso.

No perdere mi tiempo en el y no llegaré tarde en mi primer día. Nada me dañaría la ilusión.

O eso creí.

— ¡Demonios!— mi trasero choca contra el suelo y suelto un quejido por lo bajo.

¿¡De donde salió este!?

— Patética— el mismo castaño se ríe y pasa a mi lado dándome una sonrisa arrogante.

Bajo mi rostro recordando a Adirael.

A él lo hace mejor.

Miro sobre mi hombro en busca del culpable de mi caída, viendolo huir sobre su patineta cubierto en negro como si fuera la muerte misma. Perdiéndose entre la multitud que me ve tirada en el suelo y pasa de mí.

Genial, hice el ridículo en mi primer día de Universidad.

Rechino los dientes y con todo el enojo que burbujea en mí le deseo estreñimiento al muy infeliz.

— Hey, ¿Estás bien?— miro a la chica de cabello rizado en un afro, de piel oscura y ojos grandes. Trae unos espejuelos púrpuras de apariencia delicada y fina, mientras que sus manos estan cargadas de libros.

— Eh, sí— me levanto con rapidez y sacudo mis pantalones, sonriéndole agradecida por su preocupación.

— Lamento no haberte ayudado, pero tengo las manos llenas. Estos malditos profesores no saben por donde más empujarnos los libros.— bufa y con su brazo reacomoda sus espejuelos, poniendo esfuerzo en el asunto— uno más y terminare con una joroba del diablo, lo juro— se queja haciendo un puchero y rodando los ojos.

— Ya veo— murmuro incómoda, sin saber que hacer o decir.

— Bueno, me voy a clases, tu también deberías hacerlo. Te quedan cinco minutos para llegar— sonríe y así comienza a correr hacia la gran entrada— ¡por cierto, me llamo Natalia! ¡Espero verte luego!

La chica delgada corre efusivamente entre la gente y al los segundos la pierdo de vista. Mi sonrisa se vuelve permanente y sigo mi camino, apresurando un poco el paso y deseando vagamente verla de nuevo. Era divertida y potencialmente podía ser mi primer amiga en este lugar.

▪️▪️▪️▪️▪️▪️▪️

Suspiro cansada y muevo mi cuello un poco. Miro la hamburguesa mal formada frente a mi y bufo por lo bajo. Debí haber esperado el almuerzo que mamá me estaba preparando.

Miro mi alrededor y veo los grupos de estudiantes comer con prisa pero aún así conversar con calma, se veían despreocupados. Todo lo contrario a mi justo ahora. Sabía no seria fácil, pero acoplarme fue mucho más difícil de lo que pensé. Hacía mucho que me sentaba a escuchar a un maestro ni copiaba sobre las páginas de una libreta a mil millas por hora. De hecho, creo que olvidé algunas notas, él hombre calvo iba muy rápido. O yo muy lenta, nunca lo sabría.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora