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— ¿De que-

— P-por lo de ayer. En serio n-no quise herirte— susurra con sus orbes grises ancladas al suelo en profunda vergüenza— y...y por no poder def-fenderte hoy. Lo sient-to.

Un silencio nos envuelve tan pronto sus labios finos dejan de moverse. Seguramente para él era incómodo y quizás piense que es un rechazó de mi parte. Pero para mí, era el tiempo que necesitaba para procesar su palabras y fabricar la respuesta correcta.

Podía entender perfectamente su disculpa por el día pasado, aunque igual no era tan necesaria como él pensaba. Pues sabía que yo lo había presionado más de lo que debía. No obstante, ¿Por qué se disculpaba por no "protegerme"? Había hecho bastante con interrumpir aquella incómoda y ardiente discusión; valía mucho más cuando yo sabía lo tímido y asustadizo que el chico era.

Él me había protegido, yo no tenía dudas de ello. El único que parecía inseguro en cuanto al tema era él. ¿En que estaba pensando aquel ojigris?

Mi mirada se suaviza sobre su figura, y es ahí, al verlo tan ansioso, que hablo;

— Disculpa aceptada...pero, — niego para mi misma y con algo de duda me giro hacia él. No sabía si lo que pensaba hacer era lo correcto en este momento, tomando en cuenta el hecho de que era un chico que debía tomarse con cuidado — solo por lo de ayer. Lo que pasó hoy no necesita una disculpa. Me defendiste cuando nadie lo hizo. No pienses lo contrario.

— Pero-

— Eh, sin peros ¿De acuerdo?— estiro mi brazo con timidez hacia su puño blanquecino. Mi mirada azulada va de su mano a su rostro, esperando por alguna reacción negativa que me lleve a alejarme antes de tocarlo.

— ¿Te molesta?— pregunto con un tono sumamente suave, ocultando mi nerviosismo. Entre los dos, yo era la que debía mostrase segura, tenía que darle algo en lo que pudiera recostarse sin miedo a caer.

El rubio levanta su mirada tan poco que me cuesta saber a donde precisamente mira, debido a que su cabello largo cubre sus ojos. Mojo mis labios resecos con mi lengua, sintiendo las irregularidades causadas por la deshidratación de los mismos. Luego de lo que me parecen minutos, pero solo son segundos bajo mi mirada hacia mi mano, retrocediendo en mis actos. Con cada centímetro que me alejo, más profundo caigo en la pena y la vergüenza.

—...Sí— murmura tan bajo que hasta me pregunto si tan siquiera dijo algo. Mis ojos azules se clavan en su rostro buscando la respuesta a mis dudas, la cual, ante su sonrojo es obvia.

Muerdo mis labios tratando de ocultar mi sonrisa sobrecargada por ternura. Retrocedo una vez más en mis acciones y con seguridad tomo su mano. Al instante noto la diferencia en tamaños, siendo la suya la dominante en ese aspecto.

Su piel bajo mi palma se siente suave, aunque no tanto realmente. Las venas que apenas sobresalen en su mano le dan –extrañamente– un relieve reconfortante a la situación.

El silencio vuelve de manera amistosa, como un nuevo compañero que mantenía la atmósfera tranquila y relajante.

Vuelvo a mi posición anterior; recargada de la pared aunque ahora más cerca de él. Dejo caer mi cabeza hacia atrás a la par que cierro mis ojos en un gesto contento. Estaba relajada, respirando el aire suavemente, dándome tiempo a sentir el ambiente que me rodeaba y dejando de lado mis preocupaciones.

¿Por qué estar así con él se sentía...tan correcto?

— Amara— respondo con un 'hm' aprobatorio y espero a que prosiga.— ¿qu-uieres ser m-mi...mi a-amiga?— mi corazón se derrite en ardiente ternura una vez más y tengo que retener el 'aw' alargado e infantil que quiere salir de mis labios como una canción dedicada a tan tierno ser.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora