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Mi respiración corre más allá de lo que puede y mis pulmones no pueden alcanzarla. Mi boca se abre como una entrada de emergencia pero soy incapaz de recuperar el control. Me escondo aun mas en el pecho amplio y agitado de Adirael mientras sollozo dificultosamente.

Estaba asustada realmente. Adirael erradiaba algo que me mantenía en aquel estado de caos. Un aura peligrosa que me amarraba con fuerza matadora, casi a la par que sus brazos envueltos a mi alrededor.

Este no era Adirael, el no se comportaba de esta manera. ¿Qué lo había llevado a esto? ¿Qué lo tenía tan descontrolado?

Con temor alzo mi mirada hacia su rostro. Casi pego un grito al encontrarlo mirándome fijamente. Sus ojos dorados penetrando hasta el pedazo más recóndito de mi alma.

— ¿A-adi-

— Calla — zanja con una voz extremadamente gruesa y aspera. Me trago las palabras con saliva y muerdo mi labio inferior, deteniendo su temblor.

Dejo caer mi mirada de nuevo pero esta vez miro de reojo lo que me rodea. Me sorprendo al notar la roca violacea extenderse desde el suelo hasta el techo. La misma tenía una especie de brillo rosado que parecía moverse solo. Un efecto parecido a una serpiente deslizándose sobre el agua. Además del brillo propio lo único que ayudaba a mi visión era la poca iluminación provista por unas antorchas prendidas en fuego azul. Estas tomaron mi mirada cautiva por varios segundos pues eran extrañas y el fuego no era común. También, ante mis ojos confundidos lucia como un bailarín en medio de la galaxia. Entregado a su música única como ningún otro podría hacerlo.

Era cautivante pero no podía tapar el hecho de que yo no sabia donde estaba y que eso era lo que estaba buscando.

Decidida a descubrir mi paradero, miro un poco más, aunque no varía demasiado el escenario. Al final, luego de forzar un poco más mi vision llego a la conclusión de que estaba en alguna cueva. Una que nunca había visto ni en fotografías. Mística, seria la palabra.

La imagen era una fantasía real. Incluso dude que estuviera consciente y que aquello fuera real. No obstante cuando el suelo frío tocó mi piel no puede negarlo más. Adirael me había dejado en el suelo con cuidado y yo solo pude abrazarme a mi misma débilmente.

— ¿Me amas?— nuestras miradas se conectan como imanes y quedo en blanco. Mis manos frías tocan mi piel con alerta pero no reacciono en realidad.

Sabia perfectamente lo que él quería escuchar, lo que debía decir. Sin embargo, ¿Era real aquello? No podría decir que no siento algo por el demonio. ¿Pero amarlo? ¿Enserio lo amaba?

Aunque quisiera pensar en la respuesta, ya que era un pesada y que no podía tomar a la ligera, solo dije lo que él quería escuchar. Porque sabía que ahora no podía pensarlo aún cuando sea como una espina en el alma no hacerlo.

— Sí.

Sus labios se encienden en una pequeña sonrisa satisfecha y sus ojos dorados brillan mas de lo normal. El destello creado por el fuego azul danzando sobre su rostro.

Me perturba un poco, pero mantengo mi rostro serio. Con la nula intensión de desatar algo que no podía controlar. Convertirlo en una bestia que no conocía.

— Entonces me perdonarás esto.— susurra aún sonriendo y sus ojos clavados todavía en mí. No obstante, ya yo conocía ese mirar distante. Él no me estaba mirando precisamente. Él estaba perdido en sus pensamientos. Y eso me ponía ansiosa.

Me quedo con las palabras en la boca al verlo desaparecer entre humos negros. Sin más, sin decir nada. Su cuerpo y presencia se habían ido en un segundo y yo me había quedado completamente sola.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora