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— ¡Eres un inútil!— gritó colérico el hombre de cincuenta y tantos años . Tenía el teléfono en una mano y en la otra el rostro atenorizado de su hijo.

— L-lo sie-ento, lo-o sient-to m-uc-cho — tartamudeo sin remedio el jóven. El muchacho estaba asustado, como otras tantas veces. Miraba a su padre con el cuerpo dolido temblando a más no poder. No quería enojarlo, pero simplemente no pudo llevar a cabo lo que le demandaba el cliente.

— ¡Pedir perdón no me devolverá los trescientos dólares hijo de puta!— exclamó con una fuerza repugnante— Debiste haberte muerto con tu madre aquél día. Ninguno nunca ha servido de nada en toda su asquerosa vida. Son una putas cargas. — el cuerpo delgado del rubio choco contra el suelo agresivamente. Sacándole así un quejido rasposo. Un golpe mas para su infinita lista de incidentes— ¡Debería matarte! Maldita sea  Eres lo más molesto que jamás haya tenido de frente, jodida marica de mierda— gritó para luego darle una patada al chico tirado en el suelo. No contuvo su fuerza, no le importaba el daño que le hacía de todas maneras. Después de todo en su cabeza estaba que aquel niñato se lo merecía— jodida escoria— un insulto equivalía a una patada. Ese ciclo se siguió repitiendo una y otra vez por quince largos minutos.

Pero el pobre muchacho ya casi no sentía, casi no le importaba los golpes ni las palabras. Casi. Porque de cualquier manera, aquel seguía siendo su padre. Su familia.

— P-pa..p-pá— murmuró entre quejidos y llantos silenciosos. Ahí, hecho un ovillo en el suelo, con los ojos fuertemente cerrados y el corazón partiendole de todas las maneras posibles el pecho.

¿Por qué?

Se pregunto mientras miraba de reojo a Tyron, el hombre de cabellos canosos y ropa fina que lo miraba con tanto disgusto. Ese mismo que en algún punto de sus 21 años de vida le dijo 'te amo'. Entonces se preguntó ¿Como? ¿Como habían llegado a esto? En que momento todo se había deformado tanto que ahora parecía un infierno.

— ¡Cierra la boca! ¿Cuantas veces te he dicho que no me llames así? — Tyron se acunclillo junto a su hijo y tomo el cuello de su camisa para alzarlo hasta que sus ojos estuvieron al mismo nivel.— No eres mi hijo, no soy padre de una mierda como tu. Lo único que me das es vergüenza— escupió  sin remordimiento en el rostro de aquél jóven que se veía como un niño. Con la cara empapada, los ojos cerrados para no ver la realidad y el corazón aplastado bajo el peso de las palabras de su padre. En ese sentido, el nunca había crecido. Quería seguir viendo el hombre que lo sacaba a pasear de niño y le compraba helado. No a este ser que era tan cruel con él— Vas a buscar la manera de conseguir ese dinero. ¡Harás trios, orgías lo que sea! Pero quiero mi puto dinero para este viernes.— soltó el malherido sin delicadeza y se puso de pie, mirando siempre despectivamente al rubio.

— P-por favor. Ya no lo soporto.— susurro mientras trataba de levantarse. Pero le dolió la espalda, el estómago, el hombro y las piernas. No recordó bien cual dolor había estado en su cuerpo hace dias, pero si supo que había alguno empeorado.

— ¡Tú haces lo que yo te diga!— dio un brinco en su lugar y se arrastro hacia atrás sin atreverse a mirar a Tyron.— ¡Tras que te doy una casa te quejas! Esto es el colmo — el jóven susurro una disculpa que nunca fue oida y se abrazo despacio, buscando la manera de no generar demasiado dolor— Mira, van a ser las 6 vete a bañarte y a vestirte, Juan llegara en pronto. ¡Muevete!— con una última patada en el rostro magullado del muchacho el tieano le dio la espalda y se dirigió a la salida

— lo siento.— repitió despacio el ojigris, sabía que fue mala idea. Pero simplemente las disculpas se le salían solas de la boca.

Porque después de todo, era su culpa. Solo suya.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora