19

33.1K 2.7K 435
                                    

— ¡Oh Dios santo!— mamá cubre sus labios con sus manos y mira a su alrededor alegre— ¡Esto es demasiado Adirael! No tenías que molestarte.

Dejo a Sebastián en el suelo y pincho con suavidad su nariz. El ríe y sale corriendo. Lo sigo con la mirada sonriendo, viendo su pequeño cuerpo perderse en el primer pasillo.

— Por supuesto que no es molestia Ada, se merecen lo mejor— doy un salto cuando dos brazos se envuelven alrededor de mi cintura y una cabeza aparece junto a la mía.— ¿Verdad, princesa?— lo miro de reojo y dejo caer mi mirada recordando lo sucedido ayer. Tragando saliva asiento con lentitud y miro hacia otro lado tratando de ocultar mi rubor.

▪️▪️▪️▪️▪️▪️

Termino de arropar al niño que duerme plácidamente sobre el colchón y beso su frente para luego acomodar algunos mechones de su cabello.

Suspiro cansada y me dirijo a mi cama, tirandome en ella con cuidado de no levantar a mi hermano, aunque conociendolo, no lo haría a menos que oliera comida.

Miro el techo y sonrío. Me sentía tranquila conmigo misma, cómoda, sabiendo mis propósitos y con la mente clara y en paz. Cierro mis ojos de manera lenta y dejo mis manos sobre mi estomago, tomando aire con suavidad y dejandolo salir de la misma manera.

Aun seguía sintiendo algo desanimada, pero no era nada que no pudiera combatir o bien ignorar. Estaba acostumbrada, además no era algo por lo que hacer un espectáculo. Era capaz de tomar más.

— Estás muy confiada, muñeca— abro mis ojos de golpe y retengo un grito al ver los ojos dorados del demonio mirarme desde arriba con conocida arrogancia. Está sobre mi, mirandome divertido con una de sus estupidas sonrisas— ¿Que haz hecho hoy, eh?

— Muevete— siseo, solo para aumentar mi creciente rabia al escucharlo reír.

— Oh vamos, no seas así conmigo linda.— acaricia mi mejilla y yo aparto mi rostro para evitar cualquier contacto.

— Te dije que te movieras— levanto mis manos y las llevo a su pecho con la intención de empujarlo, pero claro, el tomo mis muñeca antes de que pudiera— suéltame— grito en un susurro, mirando hacia la cama a mi lado, donde mi hermano menor duerme tranquilamente.

Adirael hace lo mismo y sonríe con malicia, algo que no me gusta para nada.

— Me pregunto, Amara— lleva mi mano a cada lado de mi cabeza y junta su pelvis con la mía a la par que su rostro se acerca peligrosame al mío, sin embargo antes de que nuestro labios choquen se dirige hacia mi lado derecho, susurrando a mi oído con voz lasciva y seria— ¿Serás capaz de mantener esa boquita tuya cerrada mientras te follo sin piedad?— mi rostro se enciende ante su tono bajo y ronco y sus palabras sucias.

— ¡I-imbécil!— muevo mis manos escuchando su risa de fondo.

— Sabes, eres adorable cuando te sonrojas y te pones a la defensiva princesa— sin saber por qué, me encuentro aún más sonrojada ante sus palabras, encontrandolas extrañamente sinceras.

— Cállate— murmuro.

— Y ahí va otra vez— suspira y sin decir nada más, me besa.

Abro mis ojos como platos y lo miro a los suyos, pero él tiene los ojos cerrado mientras su labios se mueven sobre los míos con lentitud incluso delicadeza. Y aunque trato de resistir el impulso, también cierro mis ojos y me relajo.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora