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No mire a mi madre a los ojos en ningún momento mientras me daba la charla mañanera y me deseaba un feliz día. Estaba muy avergonzada, tremendamente avergonzada. Salí de la casa como si mi vida dependiera de ello, siguiéndome de cerca iba Adirael, riendose de mi sin disimulo alguno.

— ¡Ya!— bufo y miro por la ventana polarizada del vehículo. Estaba harta de sus burlas descaradas.— a la próxima ve a buscar otro sitio donde meterla, idiota— espeto de mal humor sin pensar bien lo que decía.

— ¿Estás segura?— me giro con velocidad y lo fulmino, estaba hablando en serio y el seguía burlándose.

— Por supuesto.

— Entonces a la próxima lo haremos anal— dice con tal simplicidad que suena como una frase que dices a diario— ¿o prefieres oral?

— ¡Descarado!— vuelvo hacia la ventana con el rostro prendido en fuego.

¡Imbécil!

Y como te gusto, cariño.

— Estas literalmente a mi lado— le recuerdo, sintiendome extraña al escuchar su voz en mi cabeza de nuevo.

— Lo mismo digo, dime las cosas a la cara ¿Te parece, cariño?— trago saliva sintiendome apenada ante la verdad desagradable en sus palabras. ¿Lo había hecho enojar? Lo miro de reojo ansiosa solo para encontrarme con una sonrisilla maliciosa— me pone.

— Contigo no se puede tener una conversación decente— argumento, rodando los ojos sin sorprenderme del todo.

— ¿Y quién te dijo que yo era decente?— me mira y sonríe de medio lado, y por más que lo intento no puedo evitar pensar en lo atractivo que se ve haciendo eso.

El siempre se veía atractivo, en realidad. Pero con esa sonrisa que prometía miles de cosas y dejaba sus más oscuras intenciones parcialmente al aire, llegaba a un nuevo nivel.

Era pecadoramente atractivo.

— Sigue mirándome así y juro que te tomaré sobre ese bonete, frente a todos esos imbéciles— promete de manera lenta y baja, como una amenaza. Atrapando mi mirada con la suya llena de sorna y deseo— y por cierto, ya llegamos.

Mi mente se enfría de golpe y para de imaginar cosas que no debía. De desear cosas indebidas.

— E-eh— miro por el cristal y confirmo que, ciertamente ya habíamos llegado a la Universidad.— sí, ya llegamos— susurro sonrojada.

Con torpeza me quito el cinturón de seguridad y abro la puerta para salir, tomando mi mochila con prisa. Tenía que salir de aquel auto antes de que él lograra algo. Cierro la puerta con un poco de fuerza y me dispongo a caminar hacia el gran edificio. Doy varios pasos y logro relajarme gracias a la distancia que había entre ambos ahora. Suelto un suspiro derrotado y arreglo la mochila colgada de mi hombro derecho.

Con dedos fríos por el aire  acondicionado del auto muevo algunos rizo negros de mi rostro, haciendo una mueca imperceptible con mis labios. Tenía una sensación extraña. Jadeo sorprendida cuando una mano fría se envuelve en mi muñeca y jala de mí, haciéndome tropezar un poco. Miro sobre mi hombro consternada, encontrandome con  el rostro de malicioso Adirael. Es entonces que trago saliva nerviosa.

— ¿Pensabas irte sin despedirte, nena?— niega lentamente mientras suelta su típico 'Tsk' y luego tomándome por completa sorpresa, su mano grande se cierra en mi nuca y me jala hacia él con fuerza, colicionando nuestros labios en un beso apasionado.

Apasionado y público.

Mi rostro se enrojece y rompo el contacto, golpeando su hombro con mi puño y quejándome en susurros tímidos. Ruedo mis ojos mientras escucho sus carcajadas, su aliento con olor a menta chocando en mi rostro como una caricia.

Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora