Prólogo: Inocente.

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La runa de la inocencia era una costumbre muy arraigada de mis tierras, era dibujada en la frente nada más nacer, antes incluso, de que el bebé fuese tocado por la propia madre, debía de ser con la sangre de esta. Después de esto ellos creían que todos los dioses se alineaban para que el mundo no los corroyese antes de tiempo, que las batallas no los alcanzasen antes de lo debido, y que el dolor no les diera caza hasta que no fuera necesario. Al parecer surgía efecto, pues en nuestro poblado éramos enormemente felices hasta que la catástrofe nos arroyó a todos, dejándome como única testigo de que el ritual se rompía y dejaba de hacer efecto. Mi madre siguió el ritual conmigo y con mis hermanas, sin embargo a ellas les llegó una muerte terrible cuando la inocencia aún las poseía, y a mí un comienzo de vida desdichado y solitario, para convertirse más tarde en odio puro y sin descanso. Pero había algo que estaba a mi favor después de todo, la inocencia me seguía aunque solo fuese en apariencia, y aquello era toda una ventaja sobre cualquier persona a la que quisiese hacer daño, o que quisiera dañarme. Nadie me consideraba una amenaza, así que convertí cada una de mis debilidades en ventajas, ventajas letales. Y aquello, junto a otra historia aún más larga, hicieron que mi apellido original quedase relegado al olvido, y todo el mundo comenzase a escuchar y temer mi nuevo nombre, Ylva la inocente.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora