Puse en mi morral unas cuantas cosas necesarias para pasar el tiempo fuera, aún no sabía cuánto. Quizás un día, quizás dos... Metí mis dagas y cuchillos favoritos, algo de comida aunque pensaba cazar y unas mudas de ropa. Después me enfundé la espada, me abrigué todo lo que pude y me crucé el arco a la espalda. Monté sobre Skadi que sería mi única compañía, y cuando salí de Cambria y me introduje en el bosque solo sentí liberación. Pero aquella sensación era engañosa, porque aunque en aquel momento me sentía libre y me hacía pensar que quizás mi marcha no fuese tan dramática, era todo mentira. Aquel momento me hacía sentir mejor porque una pequeña parte de mí sabía que no era definitivo, que en pocas horas volvería a estar junto a todo lo conocido, y no en una cueva, intentado hacer fuego a pesar de la humedad, pensando en donde empezar mi búsqueda. La imagen me perturbó por unos instantes, así que la aparté de mi vista y me concentré en encontrar un buen lugar donde asentarme. Al final me coloqué junto a un lago, dejé que Skadi comiese mientras yo me dedicaba a mí misma. Paseé ligera de ropa por el pasto, practiqué lanzando mis dagas sobre marcas que yo misma había tallado en los árboles, me di un baño, me tumbé sin más en la hierva mirando el cielo azul, que parecía una manta lisa, sin nubes. Poco a poco fui cerrando los ojos, bajando la guardia, y finalmente me dormí. Entonces sentí a Skadi relinchar a mi lado, lo que me hizo abrir los ojos de golpe con el corazón latiendo a mil por hora y la mano lista para agarrar mi espada. Me tranquilicé unos segundos y me concentré, Skadi miraba detrás de los árboles, así que en un momento agarré mi daga y me posicioné a su lado, acariciando su pelaje, intentando tranquilizarla, quizás tan solo era un animal del bosque. Entonces lo escuché, ramitas siento partidas bajo el peso humano. No sentí miedo, tan solo escuché a una persona, y yo estaba entrenada para enfrentarme a muchas más, y de golpe. Entonces lo sentí, antes de que pudiese saberlo, verlo por completo, sentí esa familiar sensación. Un cosquilleo en el estómago, el pulso ligeramente acelerado, un presentimiento. Y cuando se dejó ver, cuando la luz del sol alumbró sus bellos rasgos no pude evitar dejar de respirar, sorprendida por mi instinto. Kai se dejó ver del todo y Skadi volvió a estar tranquila y a dirigirse a comer de nuevo. Me quedé contemplándole unos instantes, sin decir absolutamente nada, asombrada, esperanzada, asustada como nunca. Sus rasgos parecían haber endurecido incluso más, pero para mi desgracia estaba más atractivo que nunca. Tenía los ojos decorados por dos ojeras color púrpura, que aunque en otro pudiese haberse visto mal, en él se veía incluso agradable junto al color azul intenso de sus ojos. Me fijé en sus manos, divisé sus puños que aún tenían cicatrices que parecían no sanar. Y entonces cuando ninguno de nosotros pudo más, se acercó más a mí. Quedó a unos cinco pasos y finalmente decidí hablar.
-¿Qué estás haciendo aquí?
Fue una pregunta sencilla, que para nada seguía todo lo que quería decir en aquel momento. Frunció el ceño, sorprendido, quizás esperando otras palabras.
-Es tu cumpleaños...
Cuando escuché su voz por primera vez después de tantos meses me di cuenta de que hacía tiempo que no sentía nada real. Noté un cosquilleo en la espalda y tan solo deseé acercarme tanto como me fuese posible a él.
-Si no hubiese sido mi cumpleaños... no habrías venido.
-Si es eso lo que crees entonces no me conoces.
Coloqué mis brazos en jarra, estaba confusa y ligeramente cabreada.
-¿En serio? No nos hagamos los tontos, ambos sabemos que nos conocemos perfectamente.
Dio un paso más y se acercó a mí.
-Entonces, como me conoces tanto, creo que ya sabes por qué estoy aquí.
Negué con la cabeza y me alejé un paso más.
-No Kai, no voy a jugar a las adivinanzas, si has venido para eso podrías haber encontrado a cualquier chica en Rêndir que te habría seguido el juego, aunque solo fuera por obligación.
Me fijé en como apretaba los puños, enfadado por tener que dar su brazo a torcer. Pero la última vez había sido yo la que había hablado, la que me había humillado, dejado ver, aquella vez no ganaría.
-Sabes que... me cuesta Ylva.
Por unos segundos pareció más joven, más inocente, apacible. Sus labios temblaron ligeramente ante aquella confesión. Kai intentaba hacer ver bajo cualquier circunstancia que no era humano y por tanto no tenía las mismas debilidades que uno. Pero cuando me miró a los ojos y yo di un paso para acercarme a él, me di cuenta de que conmigo si lo era, más que nunca, más que con nadie.
-¿Recuerdas tu cumpleaños? ¿Recuerdas que me pediste un deseo y yo acepté?
Asintió ligeramente, y pude ver algo de timidez en su mirada, porque ya intuía lo que le iba a pedir.
-Sí, y ahora sería justo que hiciese lo mismo... Adelante Ylva, pide lo que quieras.
Aparté la vista unos segundos y contemplé a mi alrededor, sentí mi corazón por última vez antes de hacer una petición que podría cambiarlo todo. Me pregunté a mi misma si realmente quería hacerlo, porque sí, podía ser que de aquella manera tan solo complicase las cosas. Pero aquel día no pensé, aquel día la razón se marchó lejos, desapareció por completo y yo tampoco la busqué.
-Te pido una única cosa... Que me digas.. la verdad. Que me digas qué sientes por mí.
Kai asintió y cambió su serio semblante a una sonrisa ligeramente provocativa. Una sonrisa que me decía "lo sabía, lo sabía porque te conozco". Acortó por completo la distancia que separaba nuestros temblorosos cuerpos y deslizó su mano hasta la mía, me apretó la muñeca ligeramente y me miró fijamente a los ojos.
-Ylva... Lo sabes a la perfección, siempre lo has hecho. Lo quiero todo de ti, lo quiero todo. Quiero tu ser, tu alma, tus pesadillas, tu cuerpo, tu corazón... Lo ansío todo, te deseo y te quiero, y es la realidad más sencilla que albergo en mi corazón.
Abrí la boca ligeramente, me quedé congelada. Mi ser lo sabía, siempre lo había sabido, desde pequeña. Kai me quería, pero no sabía de qué modo y hasta qué punto. Y aquella tarde, estrenando mis quince años, me sentí ligera como una pluma y feliz como una niña. Aquella tarde olvidé todos los problemas, estábamos lejos de Rêndir y de Cambria, allí no estaban Kai, el hijo del rey, tampoco Ylva la que un día sería conocida como Ylva la Inocente. No había títulos ni persecuciones, no existían los dioses con sus destinos y peticiones truculentas. Tan solo éramos dos jóvenes de quince y dieciséis años, que se deseaban con la inocencia del primer amor, que se querían con la fuerza de la madurez inusual que albergamos en nuestros corazones. No pude decir nada, tan solo me quedé mirándolo y me pegué tanto como pude a él, el cual captó la indirecta. Lo quería cerca, tanto como pudiese, y el brillo de sus ojos me decía lo mismo. Su mano se deslizó suavemente hasta mi garganta, al principio solo la dejó allí, pero al rato empezó a ejercer presión mientras nuestras miradas se conectaban hasta lo más profundo. Mis labios se entreabrieron para buscar algo de aire entre un extasis de lo más extraño, entre el camino del dolor y el placer, justo donde todas mis fantasías con él se hacían realidad. Y lo vio en mis ojos, en aquel momento supo que me gustaba así, su rabia, su intensidad, todo aquello que abrumaba a los demás y a mi me volvía loca y me hacía amarlo sobre todas las cosas, y todo aquello era sin duda lo que me hacía entrar en calor cada noche del duro invierno, lo que me había hecho desearlo sobre mí, haciéndome sentir algo que jamás había experimentado. Quitó algo de presión pero aún así dejó su mano alrededor de mi fino cuello, y de aquel modo comenzó a aproximarse aún con los ojos abiertos a mis labios, hasta que estos se rozaron. Nuestras miradas estaban apunto de estallar, y entonces todo se hizo mucho más intenso cuando sus labios devoraron los míos, sin piedad, sin cuidado, con violencia y rapidez, todo aquello me hizo gemir en su boca, pude notar sus labios curvarse en una sonrisa. Estaba complacido por tenerme así, contra él, suplicando más, dispuesta a entregar mi alma a quien fuese con tal de sentirlo tan cerca como fuese posible.
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Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|
Narrativa generaleMi historia se contó durante infinitas décadas, enrevesada, retocada, fantástica, ficticia a veces... En esta historia se me llamaba muchas cosas, a veces solo Ylva, otras Ylva la Inocente, inmortal, sanguinaria, asesina, mata-hombres, bruja, dios...