El deshielo.

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Aquella noche era el festín de Ullr, Kai había prometido a su madre volver antes, pero hasta aquel día no había aparecido. Yo me encontraba sola a las afueras de Rêndir, para no perder las viejas costumbres que me hacían sentir un poco mejor. Los últimos días lo había hecho como una forma de sanar, había prometido dejar de forzarme físicamente y empezar a valorar un poco más el cascarón que era mi cuerpo. Al fin y al cabo era mi hogar. El festín se celebraba para dar paso a la primavera, que ya era notable en toda la región. Poco a poco todo iba tornándose menos frío, ya no nevaba y los lagos comenzaban a descongelarse, a eso lo llamábamos el deshielo. Era una época importante para nosotros, se hacían múltiples sacrificios a Odín y a los demás dioses, sin embargo no estaba interesada en aquel momento en nada de aquello. No porque no amase mis costumbres o a mis dioses, sino porque por primera vez sentía que algo en mi interior estaba cambiando. A pesar del deshielo aún había bajas temperaturas, así que aprovechaba para sentarme fuera en el pasto y dejaba que la brisa me enfriase el cuerpo, de aquel modo el dolor se hacía más traslúcido, como una fina capa que me recubría el cuerpo, pero sin llegar a apretar del todo, era soportable.
Escuché algo de ajetreo y me levanté, observé hacia el portón de Rêndir y afiné la vista, en efecto, un caballo estaba entrando, no pude hacer nada, sólo pensé que Kai había cumplido su promesa, había vuelto aunque hubiese sido un poco más tarde. Yo tenía que cumplir la mía.

Entré en la habitación que seguía compartiendo con Lyn y empecé a pensar, no iba a asistir al festín, era más que obvio, no era adecuado, no sabía cómo reaccionaría Kai ante mí.

-¿Estás segura de que no vienes? -me preguntó Lyn antes de marcharse.

-No, me quedaré aquí, poniendo en orden mis pensamientos, pensando en qué tengo que decirle.

Asintió y finalmente se marchó, yo me quedé a solas con mis pensamientos sin saber muy bien qué hacer. Mi vida podía estar apunto de cambiar para siempre, en aquel momento todo estaba en el aire, pero también con ello llegaba la esperanza, cuando le dijese a Kai todo sin censurar nada solo podían pasar dos cosas, y una de ellas era que todo acabase, que me marchase, que tuviese que aceptar que mi vida tomaría un rumbo diferente al suyo, y que debería de vivir con ello. Quizás aquella noche, aquel momento era el último en el que amaría a Kai pensando que había una diminuta posibilidad de que él sintiese algo parecido en su corazón hacía mí. Quizás él ya me había amado por última vez hacía mucho tiempo. Pero necesitaba escucharlo, necesitaba que me lo dijese.
Finalmente me quedé dormida, solo desperté con el ruido de la puerta al cerrase, tenía el sueño muy ligero desde hacía años, como si en cualquier momento me fuese a despertar con un cuchillo en el cuello. Entreabrí los ojos cegada por la luz y comencé a despertar, Lyn estaba frente a mí con una vela en la mano, la colocó en la pequeña mesa que había junto a la cama y me sonrió.

-¿Qué tal la celebración?

Tenía las mejillas ligeramente sonrosadas, había bebido un poco, y se notaba que había pasado un buen rato. Me alegré por ello.

-Oh, mejor de lo esperado, he conocido a mucha gente muy agradable y los reyes como siempre encantadores. Deberías de haber asistido, ya que Kai no lo ha hecho.

-¿Cómo? Es el futuro rey, no lo comprendo.

Hizo un gesto con la mano quitándole importancia.

-Eso no le importa, los reyes dijeron que estaba indispuesto y cansado por el largo viaje, pero que estaría con nosotros en las próximas cenas. Sin embargo creo que es mentira, no creo que tenga ánimos para enfrentar todas las preguntas de los demás. Le pasa lo mismo que a ti.

Asentí, el corazón me latía con mucha fuerza, todo porque sabía que tenía que empezar a ponerme en marcha y encontrarle. No sabía por qué había decidido aquellas horas intempestivas, pero algo en mi corazón me lo decía. La noche era más tranquila, más silenciosa, tanto él como yo solíamos escaparnos de jóvenes para vernos a esas horas, era un momento que a ambos nos gustaba. Cuando la oscuridad devoraba el día y todo parecía más especial, aunque también mucho más inquietante.
Finalmente me levanté de la cama y comencé a vestirme, incluso elegí la ropa con cuidado. Quería algo sencillo, así que me puse un pantalón color tierra y una blusa un poco larga, me até las botas y me coloqué el abrigo, enseguida me eché la capucha, no podía correr el riesgo de que me reconociesen.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora