A lo largo de nuestra historia han resonado nombres, nombres de héroes, guerreros, reyes y reinas, leyendas hechas carne y hueso, inmortales de los cuales más tarde, se escribirían historias más ficticias que reales. Pero en aquella época todo tendía hacía la fantasía, escuchaban un nombre, y este iba siendo contado a través de personas, y más personas... la historia final poco tenía que ver con la realidad. Así fue mi caso, y es que aunque yo no lo sabía, con mis quince años ya se estaba hablando de mi nombre. Entonces era la niña que había aparecido mágicamente en el bosque, llena de sangre, consiguiendo a través de quizás tácticas oscuras que un conde me tomase como su hija, me diese sus títulos y sus riquezas y sus herencias. Era la joven que había conseguido acercase al hijo más joven, frío y despiadado del rey. Era la chica que había conseguido que ningún hombre propusiese matrimonio a través del desafío a un conde sumamente poderoso y rico que más tarde había desaparecido bajo extrañas circunstancias. Corrían rumores de que el hombre que era rechazado por mí acababa muriendo. También era la chica que había rechazado y recibido cientos de propuestas de hombres increíblemente ricos, hombres con fama y poder hasta decir basta. Y más tarde sería la mujer a la que se le atribuirían muchos más logros, logros trastocados y decorados. Pero era cierto que mi historia, contada a través de la fantasía, la epicidad y la leyenda era mucho más entretenida en los fríos, duros y largos inviernos en las tierras del norte, cuando no había nada que hacer, cuando no había tierras sobre las que cultivar y las muertes asolaban los poblados y el tiempo se escurría a través de los dedos. La leyenda que se formó en torno a mi nombre tomó aún más fuerza cuando conduje Cambria al éxito en una batalla entre dos terrenos, entre dos condes. Yo fui la chica de quince años que salvó un pueblo entero, que convirtió Cambria en un lugar mucho más famoso, más fuerte, más mágico. La que defendió su tierra como ningún hombre pudo hacerlo jamás. Todo comenzó cuando las tensiones entre Cambria y un poblado bastante rico y cercano estallaron. Yo estaba metida en el comitatus de guerreros de Magnus y había aprendido tácticas y estrategias que podían llevarte al éxito. Pero no fue aquello lo que impulsó mi nombre a la fama ni mi poblado a ganar.
-Sabes que atacarán, tarde o temprano lo harán -alertó Váli a Magnus.
Magnus, Váli y otros guerreros estaban reunidos en torno al fuego en el gran salón, el laúd sonaba de fondo y podías oler el miedo detrás de aquellos cuerpos corpulentos de hombres que temían más el fracaso que la muerte. Yo me escondía tras los paneles de madera que se habían dispuesto para reparar una de las habitaciones mientras intentaba no alertarlos de mi presencia. Magnus no me había querido meter en más problemas y había acordado que era bueno que me alejase de todo aquello y me concentrase en mis propias luchas y a mis propios demonios. Por supuesto no hice caso.
-Lo sé Váli, pero tiendes que comprender esto... y no puede salir de aquí -miró a todos los hombres dándoles a entender que si se iban de la lengua estarían muertos-. Estamos malditos, no tenemos el favor de los dioses, las últimas expediciones no han dado buenos frutos y la ultima enfermedad que asoló Cambria nos ha dejado sin muchos buenos guerreros. Ahora mismo no podríamos ganar una guerra, solo nos queda el don de la palabra, confiar, y aparentar que somos mucho más fuertes de lo que realmente somos.
-Si ahora mismo nos atacaran... -comenzó a decir Váli.
-No sobreviviríamos -completó Magnus.
Me eché hacía atrás y tragué saliva sintiendo la falta de oxígeno. Si me marchaba no quería dejar una Cambria débil y saqueada. Quería que mi familia estuviese a salvo, quería que la fama de Magnus, un hombre bondadoso que luchó toda su vida por sus riquezas y sus historias que también se contaban por aquel entonces prevaleciesen.
Me deslicé por el borde del salón hasta llegar a las habitaciones y después me escabullí por un agujero que aún no habían arreglado al exterior. Cuando sentí el frío y la nieve caer sobre mi cuerpo un escalofrío me recorrió toda la espalda y parte de la nunca. Miré el cielo e imploré ayuda, una señal, una respuesta de los dioses a mi pregunta. ¿Cómo podía salvar mi poblado? Agaché la cabeza y miré al frente, la pequeña casa del vidente se veía desde lo lejos, y si te fijabas bien también podías observar la luz del fuego que se escabullía a través de los huecos de la madera, me llamó como si mi única opción se hallase entre aquellas cuatro paredes. Comencé a caminar con lentitud al principio y dificultad a través de la nieve que me llegaba por los tobillos. Y cuando por fin llegué a la puerta coloqué las manos sobre esta y esperé. ¿Estaba haciendo lo correcto? Intenté dar un paso hacia atrás, pero no pude. Los pies se me habían quedado petrificados y las piernas paralizadas, no sabía que ocurría pero no sentí miedo. Entonces la puerta se abrió. Miré al vidente que me devolvía la mirada con una extraña sonrisa. Me fijé en su arrugada piel, tenía arrugas en las arrugas, los ojos hundidos por el transcurso del tiempo y una túnica color ceniza que le ocultaba todo el cuerpo y parte de la frente. Me hizo un gesto y me indicó que me sentara con la mano alrededor del fuego.-Esperaba una visita tuya... pero debo reconocer que no sabía cuando me deleitarías con tu presencia.
Tenía una voz pausada, rasgada y grave. Una voz que había dicho las verdades más oscuras del universo antes de que estas ocurriesen.
-He sentido que no tenía otra opción que venir hasta aquí. He sentido que realmente soy yo la que debo afrontar esta situación y la única que puede soportar la verdad.
-Te preguntas como salvarles.. ¿No es así?
Me retorcí la manga de mi túnica algo nerviosa. Miré los ojos grises del vidente, me pregunté si realmente veía algo.
-Es lo único que pediría si los dioses me concediesen un deseo. Lo otro que imploro sé con todo mi corazón que es mi responsabilidad.
-Entonces Ylva... Pregunta.
Sabía que debía formular las preguntas correctas o las respuestas podían no ser exactas y certeras.
-¿Cómo puedo salvar Cambria del ataque inminente del pueblo enemigo?
El vidente cerró los ojos y colocó las manos en la mesa. Me fijé en ellas, las tenía llena de cicatrices, de runas color blancas, algunas rosadas y heridas que aún sangraban.
-Sacrificio -murmuró repentinamente.
-¿Cómo debo sacrificarme?
-A quién debes sacrificar es a tu alma, a tu bondad, a tu inocencia, a tu integridad, quizá a tu cordura.
-¿Y qué ocurriría si no lo hago?
-Solo hay dos caminos; o mueren todos ellos, o mueren todos los tuyos.
-¿Cómo?
Aquello no era una pregunta exacta, pero al vidente pareció no importarle.
-Deberás viajar hasta el poblado enemigo, deberás secuestrar a la amada del jefe, enviar un mensaje junto a una prueba de que la tienes, un mensaje que solo el jefe leerá. Podrás pedir cualquier cosa a cambio de la vida de su amada, podrás tenerlo todo. Pero se derramarán litros de sangre, acarrearas cientos de muertes a tu espalda.
Sentí como si toda la nieve que la tormenta había formado cállese sobre mí. Toneladas y toneladas de nieve.
-¿Y si no lo hago?
-Este poblado será recordado por la gran matanza que recibió. Dentro de muchos años seguirá contándose la historia de cómo la cabeza de uno de los hombres más poderosos del norte quedó colgada por días en el pueblo enemigo, y como el jefe de este poblado bebió ale en su cráneo el resto de los días de su larga vida.
Apreté los puños ante la imagen, sabiendo en aquel momento que haría cualquier cosa por salvarlos a todos.
-Tan solo una pregunta más... ¿Estoy maldita?
Los segundos transcurrieron sin piedad, sentí el agobio y la incertidumbre de si realmente estaba destinada para siempre al dolor.
-Los dioses verán un corazón maldito y podrido hasta la médula. Los dioses contemplarán la reparación de un imperio perdido, solo y vacío. Finalmente no sólo quedarán escombros, finalmente tan solo quedará lo que debe quedar, lo que el corazón podrido y maldito buscará. Hasta que ya no lo esté más.
Abrí los ojos ligeramente y sentí como el corazón se me aceleraba. Sentí los ojos arder y finalmente el fuego se apagó repentinamente. Quise gritar, quise implorar una respuesta que pudiese comprender, quise una respuesta que hablase de finales felices. Pero cuando quise levantarme no pude, sentí un golpe y de repente frío sobre las rodillas y humedad en las palmas de las manos desnudas. Abrí los ojos y me di cuenta de que me encontraba fuera de la casa del vidente. Me levanté como pude y miré hacia el cielo, la tormenta seguía su curso y deseé con todo mi corazón no haber sido elegida por los dioses para llevar acabo aquella historia. No quería vivir mi historia.
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Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|
Genel KurguMi historia se contó durante infinitas décadas, enrevesada, retocada, fantástica, ficticia a veces... En esta historia se me llamaba muchas cosas, a veces solo Ylva, otras Ylva la Inocente, inmortal, sanguinaria, asesina, mata-hombres, bruja, dios...