Paz en tu ira.

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Tomé aire y me senté en la cama, no sabía qué estaba pasando, no sabía dónde estaba la chiquilla a la que había rescatado, no sabía por qué Kai estaba allí, ni tenía la menor idea de si el resto de su familia estaban con él. Pero necesitaba estar sola unos instantes antes de afrontar todo, de asimilar lo que había hecho. Pocos habrían arriesgado sus vidas de aquella manera, y era cierto que era una estrategia que no se nos solía pasar por la mente. Lo nuestro era más dado a la violencia y usualmente a la impulsividad, pero había conseguido a través de un plan bien pensando ahorrar tiempo y salvar muchas vidas. En aquel momento no era consciente de la magnitud de lo que había hecho, pero tampoco estaba segura de si quería saberlo.
Me levanté de la cama, ya estaba aseada y vestida. Pero aún no estaba preparada para salir. Finalmente alguien tocó a la puerta. No sabía quién era pero aún así le invité a pasar. La cabeza de Lyn se asomó por el marco de la puerta y no pude hacer otra cosa que sonreír.

-Qué alegría me da el verte ahí, viva y a salvo -se acercó rápidamente a mí y me dio un abrazo-. Estás loca ¿lo sabes?

Me encogí de hombros y la invité a que se sentase a mi lado.

-Todos dicen eso, pero todo lo que hacemos es una locura ¿no? Ir a misiones suicidas, montarnos en barcos que podrían hacerse pedazos ante cualquier tempestad, adentrarse a un peligroso terreno de guerra sabiendo que puede ser tu fin... Lo que he hecho tampoco es tan diferente. Lo que les sorprende es mi edad y que sea una mujer.

-Sigue pareciéndome una locura, pero también sé que sería inútil intentar persuadirte para que no te entregases a ese tipo de hazañas.

-Kai ha estado aquí y parecía pensar todo lo contrario.

-Está aterrado por perderte.

Miré un punto fijo y murmuré:

-Pues esto solo es el principio

-¿Cómo?

Coloqué una mano sobre el hombro de Lyn y apreté ligeramente para tranquilizarla.

-¿Están aquí todos los demás?

-Solo Yves y Kai, les convencí para que viniésemos los tres en una visita breve pero cuando llegamos y nos encontramos con que no estabas... Váli dijo que habías salido y que volverías pero nos preocupó. Kai actúa como si fuese a perderte en cualquier momento.

Cerré los ojos, más consciente que nunca de que mi relación con él no podía tener un buen final. El tiempo seguía corriendo y mis dieciséis se acercaban, ¿cómo esperaba afrontar ese día? ¿Qué haría? Me levanté de la cama y me dirigí a coger mi abrigo, debía verle.

-Voy a ver a Kai ¿vale? Volveré pronto.

Caminé entre los pasillos hasta llegar a el gran salón, no estaba allí, pero encontré a Yves que me indicó que Kai había salido a beber algo y que probablemente se encontraría en alguna taberna. Cuando salí intenté aparentar normalidad, pero cada poco alguien me paraba para agradecerme lo que había hecho. Yo solo podía quitarle importancia, asentir y sonreír. Finalmente le encontré, estaba sentado en una esquina apartado del resto del mundo, con una jarra de ale más grande que su cabeza. Me senté en silencio a su lado y extendí la mano, me pasó la jarra y le di un gran trago. Cuando me fijé en sus ojos sentí terror, aún no sabía cómo sería capaz de alejarme de ellos. Lo necesitaba, le necesitaba tanto que dolía.

-Quería contestar a tu pregunta... -murmuró Kai.

La última pregunta que le había hecho antes de marcharme de nuevo antes de que sucediera todo aquello había quedado suspendida en el aire, y yo ya había asimilado que quizá nunca obtendría una respuesta.

-¿A qué tienes miedo? -repetí sin saber qué esperar.

¿Quería saber la respuesta? ¿Haría todo aquello más fácil mi destino?

-No sé si puedo contestarte a esa pregunta cómo es debido... pero quizá puedo contarte algo. Siempre he asimilado que ninguna mujer me amaría nunca, al menos no por voluntad propia, no sin fingirlo. Sé que soy difícil, sé que siempre será así. No estoy seguro de qué me pasa pero cuando me di cuenta de que te amaba también me di cuenta de que quizá nunca podrías ser feliz conmigo. Todo cambió cuando te confesé mis sentimientos y tú pareciste abierta a dármelo todo obviando todos mis fallos, toda mi ira y violencia a veces inexplicable. No ha sido fácil descubrir el porqué de mi dificultad para amar, pero finalmente me di cuenta de que si me era tan difícil tan solo era porque muy en el fondo de mí sabía que nunca nadie ma amaría. Mis hermanos nunca me trataron demasiado bien, mi padre siempre ha estado demasiado concentrado en Rurik ya que es su sucesor... El resto de mis hermanos parecían tener un encanto natural y encontraron sin dificultad múltiples personas que los adoraban. Siempre me he sentido solo y cuando te miré a los ojos por primera vez de verdad, no cuando éramos pequeños sino cuando ya había alcanzado cierto nivel de madurez que me hacía ver la verdad que había detrás de tus ojos... Me di cuenta de que tú también sentías lo mismo que yo. No sé por qué estoy aterrado todo el tiempo, pero tengo miedo y es la verdad. De alguna manera me he ganado cierta reputación que ha hecho que los demás me teman y respeten, creí que era mi baza para conseguir un día mi propia gente que estuviese dispuesta a seguirme, mi propia fama, mi primo imperio. Pero tú haces que sienta que todo eso no va conmigo, ni la ira, ni la crueldad, ni la violencia... Nadie espera eso de mí, y a tú lado no sé si puedo ser de ese modo. Por eso quería mantenerlo en secreto, porque admitir en alto que amo, que tengo la mayor debilidad de todas, tú.... Una parte de mí siente que lo cambiaría todo.

El torrente de pensamientos que se habían ido formando a mi alrededor parecían haberse quedado suspendidos en el aire frío y húmedo. No sabía cómo contestar a aquellas palabras, pero intenté dejar la razón a un lado y que el corazón tomase las riendas.

-Todos estamos hechos añicos y todos tenemos miedos aunque algunos nos paramos a contemplar las piezas de otros, y a veces nos enamoramos de esas piezas, porque llegamos a ver la figura completa sin necesidad de juntarlas. Eso es el amor para mí. Por eso comprendo lo que dices, siempre me he sentido una pieza rota que podría dañar a cualquiera que quisiese pararse a juntarme. Por eso Kai, también temo que me ames, también temo amarte.

Se giró y me tomó las manos con fuerza hasta que el calor de nuestras pieles alejó el frío.

-Yo no quiero juntar tus piezas Ylva...

-Y yo encuentro cierta paz en tu ira.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora