La sangre bombeaba por todo mi cuerpo a una velocidad sorprendente, sobre todo cuando comencé a escuchar como el pueblo coreaba mi nombre como si realmente aceptasen que había ganado, y las reglas de este acuerdo eran sencillas. Todo lo que alcanzaba a ver con mis ojos era mío, y estaba allí para poder cambiarlo. ¿Pero lo quería? No. Cuando había ido hasta allí, cuando había recorrido todo aquel camino y le había retado no había pensando en las consecuencias como tal. Había pedido mi libertad, aunque la principal petición era poder arrebatarle hasta la última gota de vida de su alma. Y allí me hallaba, con su cabeza aún entre las manos, la observé unos segundos. No sabía qué sentir, había vengando a mi familia, por fin después de incansables noches llenas de trémulas pesadillas, de gritos de horror y de miedo había dado fin a aquello. O al menos así debía ser, pero había una parte de mí que se sentía extraña. Finalmente le dediqué un último vistazo a la cabeza de Ansgar y la tiré con fuerza junto al cuerpo.
-No habrá un funeral, no lo enterraréis con sus armas ni su dinero.
Fueron las únicas palabras que pude articular, y en el fondo las más horribles. Aquello no era solo arrebatar la vida, era quitarle lo que había después. Era nuestra cultura, si no había forma de pagar no podías llegar al otro lado. Pero no respetaba su alma, no lo había hecho en vida mucho menos lo haría en muerte, tal y como él no respetó la de mi familia.
Miré a Lienf, aún convencida de que en cualquier momento alguien me contrariaría, no dijo nada. El pueblo parecía ilusionado y los soldados de Ansgar se mantenían en una posición gacha. Lo comprendía, no solo era la mujer que había derrotado a un hombre enormemente poderoso, tenía en mis manos la vida y dignidad de su legado, Lienf y su hijo. Además del parentesco que nos unía y toda la historia que me envolvía. Aquello les hacía respetarme, por mi edad y mi género, mis logros se vieron incrementados, casi como si una extraña brujería me envolviese con un halo de prosperidad en mis deseos.
A aquel momento de mi vida no sé cómo denominarlo, pero por unos minutos en los que fui consciente de la profundidad que acarreaban mis acciones entré en un estado de sensatez, me di cuenta de que tenía que actuar como lo que esperaban de mi; Ylva la Inocente. Era hora de reclamar mi nombre. Me moví por el círculo observando a la gente y finalmente me paré ante un soldado.-Mírame -le indiqué-, llévanos a mi hermana y a mí hasta los aposentos que fueron de Ansgar, tengo algunas indicaciones más. Esta noche habrá una gran celebración y mañana un sacrifico. Clavad la cabeza de Ansgar en una pica y colocadlo en la puerta, quiero que todo el mundo pueda contemplarlo hasta que solo queden sus huesos, entonces haré una copa con su cráneo.
Eran palabras crueles, salían de mi boca sin sentirlas mías. Pero aquella Ylva era la que el resto del mundo admiraba, la que querían que fuese. No me valía ser la muchacha esperanzada y solitaria, no me valía darme la vuelta y volver a mis orígenes. No era tan fácil, tenía que tomar responsabilidad de mis acciones.
-También quiero que envíes a una de las mujeres que trabajaban para Ansgar a recoger a la esclava que hay en el establo donde me alojé. Dadle un baño y las comodidades que necesite, después traedla ante mí.
El hombre asintió y murmuró algo a otro de los soldados, este se dirigió hacía otra parte y el primero nos abrió paso ante la gente que deseaba tocarme o dedicarme unas palabras hasta el gran salón. Me observé los pies cuando llegué, estaba descalza y estaban sangrando. Estaba llena de suciedad y sangre, aquel no era el aspecto de una mujer importante, mucho menos respetable, debía cambiar.
Cuando la puerta se cerró y el soldado nos dejó a Lienf y a mí solas esperé palabras de odio, pero al mirarla a los ojos no encontré atisbo de reproche.-He asesinado a tu padre, lo he decapitado, mancillado y maldecido para siempre, ¿por qué esta reacción?
Me indicó con la cabeza que la siguiese, y confíe en ella. Nos encaminamos por los pasillos hasta que llegamos a una de las habitaciones, cuando la abrió y vi que justo junto a la cama había una cuna de madera y una mujer agachada en ella supuse que era su habitación. Le indicó a la mujer que nos dejase a solas y se dirigió a la cuna, me puse detrás de ella y observé al bebé, para mi sorpresa era una niña. Era una pequeña criatura sonrosada, frágil y preciosa, la observé unos segundos sin poder evitar sentir un extraño sentimiento en el pecho. La tomó en brazos y después y para mi sorpresa me la ofreció. Me eché hacia atrás con nerviosismo.
-Vamos, no me digas que tu debilidad son los bebés.
Tragué saliva y me miré las manos, estaban manchadas de sangre. Aún así la tomé en brazos, con la misma delicadeza que usaba para sostener armas recién forjadas, era la única sutileza que conocía. Para mi sorpresa su pequeño peso me reconfortaba, era una sensación rara e inesperada. Era parecida a la sensación que sientes cuando alguien te abraza con fuerza, como si nunca quisiese soltarla.
-Su nombre es Kat, y le has salvado la vida.
Alcé la vista y fruncí el ceño.
-¿De qué estás hablando?
-Cuando me quedé embarazada el vidente me dijo que sería la única vida que podría concebir. Ansgar pareció contrariado pero no le di más importancia, entonces una noche le escuché hablando con uno de sus hombres de confianza. Dijo que si este bebé acababa siendo una niña tendría que acabar con su vida sin que yo lo supiese. No iba a dejar que una mujer fuese el futuro de este sitio, tenía la convicción enfermiza de que significaría su fin. Aunque vistos los últimos acontecimientos quizás no estaba tan mal encaminado. Supongo que todo está extrañamente enlazado por los dioses de una forma que no comprendemos. Su plan era que mi marido engendrase en otras mujeres otros hijos hasta que saliese un varón si yo daba luz a una niña. Pero era tan malvado que ni siquiera quiso darle a Kat una oportunidad. No fui capaz de hacer nada, ni siquiera articulé una palabra con mi marido sobre el tema, me daba la sensación de que si fingía que no sabía nada todo acabaría por desaparecer. Cuando di a luz y vi su carita... comprendí a mamá. Haría lo que fuese por salvarle, alejarme de todo lo conocido y huir. Pero tú nos salvaste, y aunque fuese mi padre... todo lo que implicaba en mi vida era destrucción, siempre lo supe, pero estaba demasiado ocupada mintiéndome a mí misma. No soy tan fuerte como tú, ni tan inteligente, pero al menos comprendo que eres el futuro de este sitio. Te acepté porque en el mismo momento en el que me di cuenta de que ganarías me sentí por primera vez segura, me di cuenta de que era una sensación que se había disipado de mi vida sin quererlo, no me había dado cuenta.
Agaché la cabeza y observé a Kat. Acaricié con una mano sucia y herida su limpio y pálido rostro, no pude evitar sonreír. Entonces me acerqué a Lienf y le besé la frente. Era mayor que yo, pero en aquel momento sentí en mi espalda la responsabilidad de aquellas dos vidas.
-Siento todo lo que dije Lienf.
-Vaya... Ylva la Inocente disculpándose, no dejes que te escuchen o se les caerá el mito.
Me reí, aunque en mi risa había un tono de preocupación.
Le entregué a Kat y me aparté un poco, ya que justo detrás de ella se hallaba una superficie reflectante donde observé mi reflejo. Por unos segundos me vi como Ylva, la cría del bosque. En aquel momento me di cuenta de que debía reclamar mi identidad de la forma más brusca y más inteligente, exteriorizarla. Tomé aire y asentí. Entonces me giré y le dediqué una sonrisa tranquilizadora a Lienf.-Necesito cambiarme -dije en alto, más como una afirmación para mí misma que como petición.
Aquel día tuve que cortar con la antigua Ylva, al menos por un tiempo, el que necesitase para poner en orden el desastre que había ocasionado en aquel poblado. Pero después de todo era Ylva la Inocente, me había ganado aquel título yo misma, con sudor, lágrimas y sacrifico. Ni el Dios más humilde me recriminaría disfrutarlo y adoptar aquella posición, con más razón si iba a usarlo con astucia e inteligencia.
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Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|
General FictionMi historia se contó durante infinitas décadas, enrevesada, retocada, fantástica, ficticia a veces... En esta historia se me llamaba muchas cosas, a veces solo Ylva, otras Ylva la Inocente, inmortal, sanguinaria, asesina, mata-hombres, bruja, dios...