El final de una era.

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Sus fuertes brazos me pegaron aún más a su cuerpo, mis manos comenzaron a despertar y algunas partes de mi cuerpo que llevaban dormidas durante años también. Nos necesitábamos, las palabras habían dejado de ser suficiente. Había olvidado lo placentero que era aquello, el contacto de su piel junto a la mía, tener la sensación de que aquello era el máximo esplendor de la culminación del deseo de estar juntos. Nos mirábamos como si estuviésemos bebiendo el uno del otro, sintiendo aquella tensión que llenaba el ambiente. Entonces me levantó del suelo e instintivamente rodeé sus caderas con mis piernas, sus manos recorrieron mis caderas hasta que pararon en mis muslos, donde se detuvieron el tiempo adecuado. Entonces ninguno de los dos conseguimos aguantar más tiempo, nos lanzamos el uno al otro como el depredador a su presa, como el animal salvaje que lleva semanas sin alimentarse y solo esperaba la muerte, estábamos tan conectados que ambos dimos el paso al mismo tiempo. Nuestros labios se rozaron unos instantes, acarició mi labio inferior con su superior, se separó ligeramente y me miró y entonces volvió a hacerlo, sentí como sonreía ligeramente y ahí fue cuando no pude contener más mis deseos. Sentí sus labios acariciando los míos, primero lentamente... finalmente como si necesitase mucho más. Nos besamos, nos mordimos, sentí su lengua acariciar la mía sin poder parar, porque necesitábamos mucho más, así era. Caímos en la cama y se colocó encima de mí, abrí las piernas para sentirlo aún más cerca y deslicé mis manos hacia sus caderas para quitarle la camisa. Las ropas fueron desapareciendo con cada vez mayor rapidez. Cuando no hubo más capas que nos separasen nos miramos unos segundos, Kai pasó sus manos por mi vientre subiendo hasta mi pecho donde dedicó el tiempo necesario. Contemplé su cuerpo, pasé mis manos por sus músculos, sus cicatrices, sintiendo el calor que desprendía su piel que aumentaba por momentos. Entonces lo empujé ligeramente y me coloqué encima, Kai se levantó de modo que su rostro quedó pegado al mío, me agarró con fuerza la cara y me sonrió, pasó la otra mano por mi cuello y lo rodeó, apretó ligeramente y después cuando no pude hacer otra cosa más que gemir cómo si hubiese alcanzado la cumbre más alta del placer introdujo su mano en mi pelo y tiró de él ligeramente, de este modo mi cuello quedó expuesto a su boca, sentí su lengua en mi piel, sus dientes que me mordían hasta que sentía una punzada de dolor que me hacía volver a entreabrir los labios y dejar escapar un suspiro. No podía esperar más, tenía que sentir a Kai, tenía que sentir todo lo que podía ofrecerme, por ello no pude evitar levantarme ligeramente y encargarme de ello. Volverlo a sentir de aquella manera, entero, dentro de mí como si no hubiesen pasado tantos años sin probar su piel fue una sensación que jamás podría describir por mucho empeño y tiempo que le dedicase. Estar lejos de una persona, desearla tanto que crees que vas a enloquecer... creer que nunca podrás volver a probar su piel, su cuerpo, escuchar su respiración agitada, ser tú la causa de todo ello... y entonces volver a tenerlo, una sensación tan placentera, una experiencia que abruma todos y cada uno de los sentidos, tener de nuevo ese deseo insaciable y poder alimentar dicho deseo durante horas. Porque no podíamos parar, nada era suficiente, perdí la cuenta de todas las veces que habíamos culminado nuestro deseo y nuestra pasión... Pero cuando terminamos y caímos rendidos en la cama, con el sudor recorriendo nuestra piel y la respiración aún agitada el sol ya se insinuaba en el horizonte. No pudimos decir nada, sólo nos abrazamos, nos quedamos así, derrotados y cansados, complacidos y felices, sintiendo el calor de nuestros cuerpos mientras poco a poco íbamos sucumbiendo al agotamiento. En aquel momento no me atreví a articular palabra, tenía miedo de todas las preguntas y decisiones que vendrían a continuación, quería ser así de feliz para siempre, quería estar en esa burbuja el resto de mis días. Allí, con el dolor recién limpiado de mi piel y mi corazón, con el amor de mi vida a mi lado, donde podíamos protegernos, donde no éramos más que dos jóvenes sin más nombres y responsabilidades a nuestras espaldas. Por ello cerré los ojos y me apoyé en el pecho de Kai, dormí escuchando los latidos de su corazón, como solía hacer en el pasado, como habría deseado hacer para siempre.

Al abrir los ojos a la mañana siguiente no era consciente de la realidad, poco a poco cuando todos mis sentidos comenzaron a despertar fui consciente de todo. Sentía la respiración de Kai a mi lado, su mano que me rodeaba la cintura y me pegaba a él. Sentí que estaba despierto, así que me giré con delicadeza y efectivamente, tenía los ojos muy abiertos, parecía llevar así un buen rato. Le coloqué la mano en la mejilla y le di un beso, no podía evitarlo, estaba tan guapo recién despierto. El pelo despeinado, la voz ronca...

-¿Llevas mucho rato así? -pregunté.

Se pegó un poco a mí y negó con la cabeza.

-No, pero tampoco quería despertarte. Así es perfecto, es... como si no existiese nada más.

-Es cierto, solo tú y yo.

Kai parecía pensativo, podía ver cómo una idea pululaba por su mente sin ser capaz de ver la luz, así que me quedé en silencio con la esperanza de que se atreviese a hablar.

-He estado pensando... sé que las cosas pueden ser difíciles, y aún querría alargar esto un poco más. Por eso me gustaría preguntarte algo, ¿te gustaría que pasásemos el día lejos de aquí?

¿Podía haber una respuesta negativa a aquello? Kai y yo llevábamos años separados, debíamos recuperar el tiempo perdido como fuese.

-Marchemonos -murmuré antes de besarle otra vez.

Nos vestimos, nos preparamos para pasar el día fuera y cuando todo estuvo organizado nos marchamos por la zona trasera de Rêndir, solo unos hombres nos miraron con recelo, al ver a Kai no dijeron nada, tan solo apartaron la vista y nos dejaron pasar. Cuando estuvimos fuera Kai hizo algo que no esperaba, algo que no había hecho jamás, me tomó la mano, entrelazó sus dedos con los míos y me dedicó una sonrisa. Realmente sentí algo que pocas veces había sentido, pero también me pregunté si lo haría delante de los demás. Si algo tenía más claro que ninguna otra cosa es que quería pasar el resto de mi vida junto a él, pero no quería ser el secreto de nadie. Quería amar sin secretos, sin remordimientos, sin caminos inciertos, por una vez en la vida quería que me amasen y amar, y no tener que esconderlo nunca más. Igualmente aparté aquellos sentimientos de mi mente y seguí caminando.
Poco a poco llegamos a un lugar que era una especie de claro, había un lago y una arboleda preciosa donde decidimos pasar la tarde. Nos tumbamos y allí todo comenzó, nos contamos cada detalle de lo que había sido nuestra vida en los últimos años, las partes que todo el mundo sabía, la que solamente conocíamos nosotros. Nos confesamos todas esas noches llenas de lágrimas y gritos enmascarados, aquellas noches en las que realmente creíamos que enloqueceríamos. Le conté los últimos días, cuando ya no sabía quién era, qué era la verdad, cuando me miraba en el espejo y no reconocía la figura que se me presentaba en el frente. Nos contamos todo, nos bañamos, nos besamos y nos volvimos a deshacer de todas y cada una de las capas que nos cubrían, varias veces. Cuando finalmente llegó la noche Kai y yo estábamos de pie junto al lago, él me susurraba cosas al oído y yo me derretía por dentro. Finalmente me tomó por las mejillas y me levantó la cabeza de modo que pudiese mirarle, nos quedamos así, un rato bastante largo, hasta que dijo unas palabras que me llagaron al corazón. Se acercó a mi odio y susurró:

-Te siento a ti, solamente a ti.

Le besé y solo pude rodearle con los brazos y cerrar muy fuerte los ojos, no podía imaginar un mundo en el que aquello no fuese para siempre, en el que no pudiese tocarle, sentirle, escucharle.

-Puedes sentirme para siempre -contesté.

Kai me miró de una forma que pocas veces había visto antes, lo que yo no sabía es que estaba apunto de decir la frase que cambiaría el transcurso de mi historia para siempre, la que me haría ver el mundo de una manera muy diferente. En aquel momento, sin saber nada me callé esperando sus palabras, entonces lo dijo.

-Ylva... Esto puede ser repentino, pero no precipitado porque es lo único que he deseado... ¿Quieres pasar el resto de tu vida conmigo?

Y definitivamente... todo cambió. Aquello fue el final de una era que jamás olvidaríamos, pero también el principio de una aún más importante.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora