En aquel punto de mi historia estaba en la cima, no había muchas personas tan importantes como yo, no hablaban de la misma forma de nadie más. En cada taberna se escuchaban ecos infinitos de mis logros, todos y cada uno de ellos trastocados. De aquella batalla se decía que había salido literalmente de entre los muertos, con las articulaciones casi descolgadas, con una flecha atravesándome el pecho... y que aún así sobreviví. Era cierto en parte, había sufrido heridas profundas y casi mortales, pero estaba en pie, parecía cosa de magia.
Al siguiente anochecer tuve que hacer algo, aún no habían bajado a celebrar nada, la gente estaba expectante, querían verme. No podía mostrarme débil, jamás. Llevaba inconsciente dos días, pero ya que sabían que había despertado no podía permitirme recuperarme, había tenido suficiente y la gente proclamaba a su líder, la que debía dar comienzo a una gran celebración.
No llamé a nadie, busqué en un baúl que habían dejado a los pies de la cama, lo abrí con dificultad, cada movimiento que hacía con el brazo era insoportable. Dentro había un traje hecho a medida, perfecto para mí y mi posición. Era color verde oscuro, un pantalón de cuero con detalles en los lados que se ajustaba a mis piernas, una camisola con bordados de oro en el cuello... Observé una pequeña caja, la tomé, dentro había un collar y unos pendientes de unas piedras que jamás había visto, debían haber pertenecido a la noble que antes había vivido allí. Me los coloqué con manos temblorosas y me acerqué al ventanal. Contemplé mi reflejo, estaba llena de heridas, el pelo lo tenía recogido por Astrid y trenzado así que no hice nada. No quería tapar los moratones ni las heridas, aquello era mío. Mi marca.
Bajé las escaleras de la fortaleza, era enorme, podía escuchar a la gente cenando en la parte más baja, observé como la luz del fuego llegaba hasta a mí desde las escaleras. Un olor a asado y a alcohol me inundó por unos segundos, apreté los puños antes de girar la esquina, me sujeté la muñeca y calmé los temblores. Recordé lo que me decía Magnus, un verdadero líder no muestra sus sentimientos, no es sus situaciones personales, es un todo junto a su pueblo, es un salvador, una inspiración. Así que giré finalmente la esquina, todos se fueron quedando callados conforme se percataban de mi presencia, los hombres más cercanos agacharon la cabeza. Todos lo hacían. Los observé y finalmente sonreí, abrí los brazos y di una palmada que hizo que me doliese cada parte de mi cuerpo.-!¿Qué son esas caras tan serias?! Tenemos algo que celebrar.
La gente comenzó a aclamarme durante un buen rato, aguanté de pie hasta que se acercaron el grupo de hombres más poderosos con los que había emprendido el viaje. Uno de ellos me palmeó el hombro, tuve que hacer de tripas corazón para no partirle los dedos en aquel mismo segundo.
-¿Estás bien? Te vimos muy mal... creímos que te perdíamos, no puedo creer que estés recuperada. Hay hombres y mujeres que aún siguen en el umbral del Valhalla y no sufrieron tantas heridas como tú.
-No seáis exagerados, no fue para tanto. Estoy perfectamente ¿no lo ves? Tengo algo que celebrar con el pueblo que ha confiado en mí.
Otro de los hombres me apretó un brazo y me sonrió.
-Nunca creí que llegase a jurar mi espada y mi vida por una mujer... pero tú eres de otro mundo. Vi como matabas a la gente, apenas les dabas tiempo a darse cuenta de que la muerte les alcanzaba. También vi desde la lejanía como la pila de muertos iba tragándote poco a poco, pero no te movías, seguías asesinado. Juro que la imagen de tu silueta envuelta en un color rojo escarlata... no la olvidaré jamás, nadie lo hará.
-Mañana hablaremos de negocios, esta noche es para celebrar... -comenté cambiando de tema, fingiendo que sus palabras no me habían impresionado.
-¡Que alguien le de a esta mujer una jarra de ale por todos los dioses!
La agarré como pude y me senté con ellos. Devoré toda la comida que ponían delante de mí, y todo el alcohol también. Mientras la noche se iba haciendo acople el dolor iba desapareciendo. No sentía mi cuerpo, todo daba vueltas y no paraba de reír como si nada estuviese ocurriendo y en mi mente no se librasen mil batallas más duras que la que habíamos ocasionado.
-¡Calma! No queremos que desfallezcas -murmuró uno de mis aliados.
-Un ejercito no puede tumbarla, ¿crees que unas jarras de ale lo harán? -preguntó otro.
Se enzarzaron en una discusión de borrachos así que me levanté de la mesa y me encaminé por el pasillo hasta las escaleras. Me sorprendí al observar a Astrid allí sentada, miré fijamente el pequeño bulto que tenía en los brazos, un bebé. Fruncí el ceño confusa y me senté a su lado antes de tropezar.
-¿Qué haces con un bebé en brazos?
Astrid la miraba como si fuese la respuesta a todo.
-Era la hija de una de las sirvientas.
Asentí con la cabeza... Y entonces algo encajó en mi mente.
-¿Era?
-Cuando llegaron aquí... asesinaron a los nobles obviamente, tenían a cinco mujeres esclavizadas. Los dos hombres que te han alabado con tanto ahínco cogieron a su madre, el bebé cayó al suelo. La llevaron a una habitación, lo escuché todo.
Me levanté de golpe conteniendo la rabia que me crecía en el pecho, me hinqué las uñas en las palmas de las manos hasta que contuve un llanto.
-Di órdenes explícitas de no hacer eso.
-Ya, pero cuando llegaron aquí no pesaban, estaban llenos de adrenalina por la pelea, siempre ocurre así.
Me levanté de golpe y le di un puñetazo a la pared. Me quedé así, con el puño sangrando, pensando.
-Supongo que aún no he demostrado lo suficiente nada.
-¿Qué vas a hacer?
Me volví a sentir en las escaleras, miré al frente y entonces sonreí.
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Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|
Aktuelle LiteraturMi historia se contó durante infinitas décadas, enrevesada, retocada, fantástica, ficticia a veces... En esta historia se me llamaba muchas cosas, a veces solo Ylva, otras Ylva la Inocente, inmortal, sanguinaria, asesina, mata-hombres, bruja, dios...