A veces tenía sueños vividos, primero comenzaron siendo con los rostros de los hombres que habían asesinado a sangre fría a mi familia entera y a todo mi poblado. Pero mi problema comenzó cuando los sueños empezaron a entremezclarse de una manera un tanto extraña con otras cosas. Mientras la pubertad hacía estragos en mi mente y en mi cuerpo nuevos sueños aparecían en mi mente, sueños que me avergonzaban y me hacían levantar con las mejillas sonrosadas y feliz. Pero luego siempre acababa apareciendo la vergüenza, no podía pensar en aquello, mis sueños sobre venganza y sangre me eran útiles. ¿Pero qué podía ganar soñando con las caricias de un chico que tan solo era mi amigo?
El tiempo había pasado, ya no era la misma pequeña que llegó a Cambria, los años habían pasado, y entonces con catorce años recién cumplidos podía sentir cómo todo se hacía real, cómo todo se complicaba. Aquella mañana después de uno de mis sueños me había levantado más sobresaltada que de costumbre y también un tanto extraña. Levanté la blanca sábana y reprimí un grito, allí estaba el temido pago de sangre mensual que toda mujer debía hacer casi el resto de su vida. Había un círculo rojo demasiado perfecto en mi vestido blanco, me quedé congelada unos segundos intentado observar aquella mancha roja que parecía devolverme la mirada. Aquella sangre no solo significaba que era una mujer, significaba infinitas cosas en nuestro mundo. Entonces mi menté se conectó y me di cuenta de que debía ocultar aquello. Me levanté nerviosa y me quité el vestido, arranqué las sábanas pero justo cuando me dirigía a vestirme y a encaminarme hacia el lago la puerta se abrió. Solté un grito y me tapé como pude con las sábanas, las cuales estaban completamente manchadas de sangre. Kai me observaba con el ceño fruncido, intentado asimilar la situación.
-¿Puedes mirar hacia otro lado? -pregunté intentado ocultar la zona de mis pechos.
Su mirada era extraña, estaba pensando en lo mismo que yo.
-¿Crees que tengo algún interés en verte desnuda?
Se acercó a la zona donde Mérida había colocado mi ropa para aquel día y me la tendió. Después se sentó en una esquina y se puso las manos en los ojos.
-¿Eres estúpido o qué? ¡¿No sabes llamar a la puerta?!
-Creo que hemos tenido esta conversación demasiadas veces, estás en Rêndir... yo no llamo a las puertas.
-Sí claro, porque también tienes la maravillosa costumbre de llamar a la puerta en Cambria. Quién diría que eres un príncipe y debes de tener los modales de un señorito de alta cuna.
Detestaba que lo llamase señorito, sobre todo si la expresión iba seguida de ''alta cuna''. En nuestro mundo la educación, los buenos modales y las costumbres pomposas no eran algo de lo que presumir, en nuestro mundo la violencia, lo salvaje y lo brusco estaba a la orden del día, y era lo que nos hacía únicos, interesantes y temidos para el resto del mundo que no formaba parte de nuestra peculiar sociedad.
-Si vuelves a decir eso te juro que me levanto y te arranco la sábana. Sería una imagen divertida.
Me di la vuelta al ruborizarme mientras intentaba ponerme el vestido y además limpiarme la sangre. Él no se percató de mis mejillas sonrosadas, intenté pensar en el lago congelado, en la sensación de ahogo, no funcionó.
-Eso es lo que piensas de mi cuerpo ¿es divertido?
-Bueno... -comenzó a decir mientras se quitaba las manos de los ojos-, quizás ahora que eres una mujer empieza a ser menos divertido. Seguro que a muchos hombres les parecerá divertido jugar con él.
-Si vuelves a decir algo así te prometo que la próxima palabra la dirás en el suelo sin respiración.
-¿Me vas a dejar sin respiración? Me encantaría ver cómo lo intentas.
-Kai, si quiera podría matarte en menos de diez segundos.
Kai era un buen guerrero, pero no había dedicado ni la mitad de tiempo que yo a entrenar, lo cual seguía llenando la mitad de mis días.
-Dices mucho eso, ¿pero por qué no lo intentas?
-No quiero arruinarte la cara, tendrás que conquistar a tu futura esposa con algo más que arrogancia.
-¿Así que mi cara podría conquistar a una mujer?
-A una a la que le guste ese tipo de... belleza, rasgos duros que parecen estar siempre enfadados apunto de asesinar a cualquiera que se cruce en su camino... supongo.
Me fijé en su rostro, poco a poco iba endureciéndose con la edad. La mandíbula marcada, el pelo más abundante, una piel endurecida por las luchas, y el cuerpo que poco a poco iba moldeándose como el mío debido a la pubertad. Aunque por aquel entonces Kai ya me sacaba al menos dos cabezas, yo también había cambiado. Había observado con horror, como si estuviese asistiendo a un espectáculo grotesco como mi cuerpo iba cambiado, las caderas, el pecho que parecía haber decidido existir repentinamente de la noche a la mañana, y entonces aquella fatídica mancha roja con la que cargaría el resto de mi vida. Sin embargo lo curioso era que mi rostro ahí seguía, la misma nariz diminuta, la misma boca estrecha y labios gruesos, una mirada clara que parecía no ocultar nada, una imagen inocente. A pesar de todo el odio, a pesar de mi entreno y mi instinto asesino, de mi ira que tan solo había crecido con la edad... seguía con lo que yo creía era una maldición, cuando finalmente tan solo era una bendición de los dioses.
Me erguí dispuesta a escuchar la réplica de Kai, pero esta no llegó, cuando observé su mirada vi que sus ojos estaban mucho más lejos de mí. Kai y yo teníamos una relación muy especial, una relación que nadie comprendía del todo. Algunos me seguían preguntando que cómo lo hacía, ¿cómo conseguía acercarme a él cuando nadie podía? ¿Cómo lo soportaba? Lo que ellos no sabían es que el Kai que yo conocía no era el mismo para ellos. Mi Kai era arrogante y violento, sí, pero también era muchísimo más. Había una parte de él que tan solo me pertenecía a mí, no sabía cómo ni el porqué, pero conforme los años fueron pasando Kai y yo fuimos uniéndonos sin quererlo, creando un fuerte invisible a nuestro alrededor que nadie podía derrumbar. Y aunque aún entonces Kai no sabía nada de mi pasado, no había ninguna persona en la tierra que pudiera comprender más mi odio, al igual que tampoco había nadie más que pudiera estar tan cerca de él como yo.-Tengo que hacer algo... -murmuré-, ¿estás bien?
Alzó la vista y me miró por fin, cualquier rastro de preocupación había sido ocultando, aunque a mí no podía engañarme.
-¿Por qué quieres ocultarlo? Dijiste que Magnus no te obligaría a casarte, y también que no estabas interesada.
Toqueteó una vela que había en la mesita y luego sacó su daga, la misma que yo había forjado para él.
-Y así es, pero una parte de mí, una parte que no comprendo quiere ocultarlo. No deseo que los demás me vean como una mujer, no aún. He sufrido bastante por ese mismo motivo, y no quiero imaginarme cómo será cuando finalmente lo sepan.
Agaché la mirada y me senté en el borde de la cama. Kai se levantó de la silla, pude notar cómo cambiaba al chico comprensible, afable y cariñoso que tan solo yo conocía. Se sentó a mi lado, con su cuerpo pegado al mío y pasándome una mano sobre los hombros.
-Lo siento... -murmuró mientras me pasaba una mano por el pelo.
Aquellas dos palabras significaban mucho más que otra cosa, Kai no se disculpaba jamás, no formaba parte de su lenguaje. Pero a mí parecía hablarme en otro idioma, uno que tan solo nosotros comprendíamos.
-No ha sido fácil...
No dijimos nada más, tan solo nos quedamos así.
El último año había sido un tormento, decenas y decenas de hombres habían viajado desde lugares cercanos y lejanos para proponerme matrimonio, Magnus no dejaba que los viese, él rechazaba las propuestas por mí. Pero había un hombre especialmente importante e insistente al cual Magnus no podía tratar mal. Paseaba por Cambria intentando encontrarme, asistía a los banquetes y celebraciones, me miraba como si le perteneciese. Aún no había cruzado palabra con él. Sabía que tenía que rechazarle en persona para que por fin todo aquello acabase. Aquella noche estaba allí, en Rêndir, la familia real, una Lyn enamorada, un señor mayor que quería mi mano... ¿qué podía salir mal?
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Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|
Ficțiune generalăMi historia se contó durante infinitas décadas, enrevesada, retocada, fantástica, ficticia a veces... En esta historia se me llamaba muchas cosas, a veces solo Ylva, otras Ylva la Inocente, inmortal, sanguinaria, asesina, mata-hombres, bruja, dios...