Engaños.

4K 399 4
                                    

Observé a un hombre que se dirigía a el gran salón, parecía algo solitario y a la vez importante. Sus vestimentas eran caras y su aspecto reluciente. Era alguien importante. Antes de que pudiera pararme a sopesar lo que haría después mi cuerpo decidió por mí y comenzó a caminar hacia él. Caminé fingiendo despiste hasta que nuestros cuerpos chocaron, fingí estar desorientada unos instantes y cuando alcé la vista y contemplé a aquel hombre forcé la sonrisa más inocente del mundo. Estudié su expresión, enseguida pude ver algo que había en la mirada de todos los hombres solitarios, deseo por calor humano. No era poco agraciado, era un hombre del montón, rasgos sosos y expresión aburrida. No había mucho más.

-Lo siento muchísimo... soy una despistada.

Me tomó la mano para ayudarme a levantarme y cuando lo hice y quedé pegada a él decidió que lo más adecuado no era apartarse, sino quedarse a escasos centímetros de mí. Hice de tripas corazón para no poner distancia entre nosotros.

-No, no... El que debería pedir perdón soy yo.

Pedir perdón no era algo que estuviese en nuestro vocabulario, o no lo era habitualmente.

-Siempre me ocurre lo mismo, voy pensando en mis cosas y pienso que soy la única en el mundo.

-La única en el mundo... Única eres, si me permites aventurarme a decírtelo, eres realmente hermosa.

En aquel momento supe que había triunfado. Aquel hombre haría cualquier cosa que le pidiese. Por unos segundos comencé a disfrutar de la sensación sin apenas darme cuenta.

-Puedes decirme lo que desees... Después de todo escuchar tus amables palabras es mucho mejor que no hacer nada, de hecho es algo halagador.

Me relamí los labios y vi como las pupilas de sus ojos se dilataban.

-¿No hacer nada? Una joven como tú debe tener cientos de planes en noches como estas... y cientos de pretendientes que deseen hacerte pasar un buen rato también.

-Oh... bueno verás, soy nueva en este poblado así que no he tenido oportunidad de entablar relación con nadie que quiera proponerme algún plan divertido.

Pude ver cómo se le iluminaban los ojos.

-Entonces permíteme decirte que sería todo un honor si me dejases ser el primero en proponerte algún plan que pudiese entretener tu noche.

Me puse nerviosa unos instantes al pensar que quizá decidía no ir a la cena y pasar directamente a algún lugar a solas. Me tranquilicé e intente llevármelo a mi terreno.

-Qué gran suerte la mía haberme topado con alguien como tú... Nunca he asistido a la cena de un conde importante, debe de ser mágico.

Mis mentiras iban creciendo por momentos y era incluso satisfactorio.

-Vaya, entonces es tu día de suerte porque me dirigía hacia allí -extendió su mano-, ¿me harías el honor de acompañarme?

Agarré su mano con delicadeza y convicción y asentí con una gran y aún más falsa sonrisa.

-El honor será todo mío -concluí.

-¡Vaya! Qué despiste el mío... ¿Serías tan amable de decirme tu nombre?

-Yvette -sin apenas quererlo el nombre de mi hermana se escapó de mis labios-, hija de unos simples granjeros que ha decidido explorar un poco más allá de su comarca. ¿Y el tuyo?

Aquello era una mentira a medias, y en el fondo de mi corazón sentí una punzada al decir que era hija de unos simples granjeros.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora