Mentirosa.

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Aquella noche Lyn y yo íbamos más similares, había dejado atrás mis pantalones y mis túnicas oscuras, y en su lugar llevaba un hermoso vestido color cielo de seda. Me sentía como si llevase un disfraz, y para más inri estaba rodeada de extraños.
La reina se llamaba Eyra, era increíblemente hermosa, una belleza totalmente deslumbrante, intimidatoria incluso. Sus ojos eran oscuros, la piel pálida y el pelo color tierra estaba recogido en un trabajoso y complicado peinado. Entre todos sus hijos Kai era el que más se le parecía, tenía la misma mirada, más penetrante e intensa que los demás, y la misma estructura facial, delicada y fuerte a la vez. Estaba sentada presidiendo la mesa, y había dado la casualidad de que yo había sido colocada a su lado derecho, enfrente estaba Kai, y los demás lugares eran indiferentes para mí, estaba demasiado nerviosa. Si la reina estaba al corriente de mi historia y sabía la delicadez de la misma fue un misterio para mí durante toda mi vida, pero la conversación que precedió la noche hacía parecer que no.

-¿Y dónde naciste? -preguntó al rato, cuando el banquete comenzó y los invitados estaban distraídos.

Todos sus hijos salvo Kai estaban entretenidos, Lyn hablaba con Yves, y el resto comían, charlaban y bebían hasta hartarse. Nadie prestó atención a aquella pregunta salvo ellos dos. Me quedé con el vaso a mitad del camino, intentado salir con una respuesta que no incitase más preguntas.

-En un pequeño poblado sin nombre, no había más de treinta casas.

Asintió mientras me analizaba con la mirada y le daba un sorbo a su vaso de hidromiel.

-¿Y cuánto tiempo llevas viviendo en Cambria?

-Medio año, más o menos.

La verdad era que no lo tenía claro, el tiempo era un concepto un tanto abstracto por aquellos tiempos para mí. Pasaba rápido, sin pena ni gloria, no ocurría nada trascendental que hiciese que quisiese contar mis días por recuerdos o acontecimientos importantes.

-Debes de ser muy especial para haberte ganado el apellido del conde tan rápido.

Mi respiración se ralentizó ligeramente, no sabía qué contestar a aquella pregunta. Era la reina, no podía guardar silencio, y algo en su tono de voz me imploraba una respuesta.

-Todo es por la bondad de Magnus.

Intenté parecer inocente, y estoy segura de que cualquier persona habría estado satisfecha con aquella respuesta, pero no estaba hablando con cualquiera, hablaba con Eyra, cuyos padres eran famosos guerreros, la misma mujer que había aparecido sin más para conquistar el corazón del hombre más importante entre los hombres.

-No sé qué puede tener que ver la bondad en tu posición, pues hay múltiples personas en tu situación, y estoy segura de que Magnus no pensaría en otorgarles su apellido.

En aquello tenía razón, yo misma compartía su opinión, y por ello no tenía una respuesta más sincera. Las razones de Magnus eran desconocidas para mí.

-¿Cómo apareciste en el bosque sin más? -preguntó después de un rato.

Intenté inventar algo en mi mente, pero una parte de mí temía mentir.

-Nunca tuve familia -contesté sin pensar.

Nadie sabía la verdad salvo Váli, y él solo conocía algunos detalles. Pero la verdad era que ni siquiera yo conocía toda la realidad que envolvía la tragedia que había presenciado tiempo atrás.
Me atreví a mirar a la reina, esta parecía contentarse con la respuesta, y enseguida, al pensar que no había nada más interesante detrás perdió el interés. Para ella tan solo era una cría con suerte, no había nada interesante en mis orígenes, y creyó que nada prometedor en mi futuro.

El banquete terminó como siempre para los más jóvenes demasiado pronto, y mientras los adultos se preparaban para seguir con la fiesta, nosotros debíamos irnos a dormir. Pero Lyn e Yves parecían estar demasiado entretenidos, hacía rato se habían levantado y correteaban por todas partes, riendo, saltando y conversando tonterías. Los demás hermanos se habían ido a dormir, Kai hablaba con su madre y yo finalmente me levanté para marcharme a mi habitación. Mérida me acompañó y dejó a Váli velando en mi puerta, pues debía ir a vigilar a Lyn.
Me escabullí entre las mantas y cerré los ojos con fuerza, sabía que en cuanto llevase un rato en la oscuridad los recuerdos volverían, y que después cuando el sueño me atrapase las pesadillas también. Pero antes de que comenzase a temblar e incluso a gritar en sueños escuché una respiración. Me quedé quieta, sin saber qué hacer. Sentí como la esquina de la cama se hundía bajo el peso de alguien, y entonces no pude resistirlo más y susurré:

-¿Quién eres?

Mi cuerpo temblaba aún más, no solo por el frío, pues Mérida había olvidado encender el fuego, sino por el terror. Sentía que de un momento a otro escucharía la voz de uno de los hombres que habían asesinado a mi familia. Y entonces la voz habló, pero no era ninguno de ellos, tan solo era la voz de un niño.

-Siento asustarte, pero me aburría.

Me levanté de golpe y observé a Kai, la única vela de la habitación alumbraba su bello rostro, que por aquel entonces tan solo me parecía molesto.

-¿Estás loco? ¡No puedes estar aquí!

Sonrió ligeramente, satisfecho con mi reacción.

-Puedo estar donde quiera.

Puse los ojos en blanco sin poder evitarlo.

-¿Te has propuesto ser lo más molesto posible?

-¿Cómo te atreves a hablarme así?

Pero no lo preguntó con arrogancia, era una pregunta real. Todo el mundo hablaba con la familia real como si fuesen dioses, por miedo a ser castigados ante cualquier error. Pero yo siempre vi a Kai como un chico, un chico molesto al principio, pero que aún así despertaba interés en mi interior.

-¿Preferirías que me arrodillase? -le pregunté con un tono burlón.

-Quizás es lo que deberías de hacer.

-¿Pero es lo que te gustaría?

Nos quedamos en silencio, pude ver en sus ojos como pensaba en una respuesta inteligente que me dejase fuera de juego como la mía había hecho con él.

-Lo que le has dicho a mi madre... era mentira.

-¿Por qué estás tan empeñado en que miento?

-Porque tus ojos hablan.

-¿Qué significa eso?

-Que se puede ver que mientes cuando lo haces. Quizás ellos no lo ven, pero yo sí.

-¿Por qué crees que me conoces? -pregunté cada vez más perturbada y confusa con aquella conversación.

-No te conozco Ylva.

Cuando dijo mi nombre, sentí como se me erizaba el bello. Ignoré aquella desconocida y extraña sensación.

-Pero quieres -me atreví a contestar.

-Aún no lo sé.

-Y ahora el mentiroso eres tú.

Vi en sus ojos que estaba disfrutando con todo aquello.

-¿Por qué?

-Porque si no me quisieras conocer no estarías aquí.

Nos quedamos en un sepulcral silencio, pero no apartamos la mirada el uno del otro. Y entonces la puerta comenzó a abrirse ligeramente, miré quién entraba y me fijé en la pequeña figura de Lyn y en la otra, que debía ser Mérida. Cuando esta encendió una vela y pude ver el resto de la habitación ya no había rastro de Kai. Y entonces me di cuenta, yo también disfrutaba con aquella situación.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora