Leyenda o fraude.

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Estábamos todos sentados en la mesa, acabábamos de formalizar las cosas y estábamos festejando la situación. Observé el pueblo, era un pueblo un tanto triste, sus prioridades parecían limitarse al alcohol y demás placeres terrenales. Era un poblado rico y famoso, las noticias no tardarían en correr. A aquellas alturas Magnus y los demás debían saberlo todo, sin embargo no podía pararme a pensar en ello. No podía. No creía que nadie viniese a verme, al menos no mi familia. Magnus respetaba mi destino, mi hermana estaría ocupada y Kai me odiaba. Debía aceptar que aquello era mi vida, debía aprender a darle un sentido a todo aquel dolor, a todo aquel sacrificio. Quizás después de todo era mi futuro y la voluntad de los dioses, sino ¿por qué estaba allí?
Un hombre del cual no tenía intención aprender el nombre me tocó el hombro. Me giré delicadamente y le miré, no pudo mirarme a los ojos y aquello me inquietó. ¿Por qué nadie podía mirarme?

-Habla -murmuré.

-Me preguntaba si podría decir unas palabras.

-Adelante.

Se levantó tirando uno de los vasos que había a mi lado, bruscamente. Cuando empezó a hablar soltó una verborrea de cumplidos hacia mi persona, admiraba mi lucha, aseguraba que ningún hombre vivo podía derrotarme. Cuando terminó de hablar todos corearon mi nobre, Ylva la Inocente. Y finalmente les dediqué una escueta sonrisa.

La noche acabó tarde, muy tarde. Cuando el sol casi salía de nuevo, anunciando un nuevo día yo ya había conocido a cientos de personas y tenía la mente abrumada de todo. Pero debía aguantar, debía jugar a ser esa leyenda, ser la seriedad, la fuerza, la superioridad. Cuando cerré la puerta detrás de mí y quedé a solas en la cálida habitación no pude evitar derrumbarme en el suelo. Me quedé así, de rodillas sobre la fría madera. Me quité la tiara, las pulseras, los brazaletes, me arranqué el collar que me había regalado mi hermana y me quité con la mano la sangre de la barbilla y el cuello. Sentía que había corrido miles de millas, que llevaba una carga continua en el pecho. Respiré e intenté tranquilizarme. Finalmente me levanté con cuidado y me dirigí hasta la pequeña vela encendida que había sobre mi mesa, encendí el resto y entonces... una sensación extraña me recorrió la espalda. Dirigí la mano lenta pero con agilidad hacia la pequeña daga que llevaba en el cinturón. La saqué de golpe y me giré en seco. En la silla que había en la esquina, junto a la gran cama estaba Váli. Su gran figura hacía parecer al resto de los muebles una miniatura. Me fijé en su rostro, pálido y lleno de cicatrices casi imperceptibles, pero yo las conocía tan bien... Sobre sus piernas descansaba una espada. No supe qué decir, sentí cómo las lágrimas querían salir a flote, intenté contenerme, y lo conseguí. Pero Váli me conocía mejor que nadie, jamás podría mentirle. Entonces corrí hasta él, me quedé quieta hasta que se levantó y nos fundimos en un abrazo. Aspiré su aroma como si fuese el último rastro de oxigeno sobre la tierra. Era lo más parecido al hogar que había encontrado en un buen tiempo. Alcé la cabeza sin separarme de él, entonces rió. Se contuvo, ya que nadie podía escucharlo, pero se rió como si le hubiese contado el mejor chiste del mundo.

-¿Qué te pasa? -pregunté confusa.

-Nada, nada... Es solo que cuando te miro así, te veo como lo que eres realmente, una niña. Tan solo me preguntaba si soy el único que aún tiene la capacidad de ver tu verdadero interior.

Me senté en la cama y me encogí de brazos, miré el suelo pensativa y asentí.

-Tiene lógica que una de las personas que han contribuido a ser la otra Ylva me vea como lo que soy realmente. Quizás te quedaste con la niña asustadiza que Magnus te introdujo la primera vez, y te diste cuenta de que siempre habría una parte de ella en mí.

-Una parte del entrenamiento era erradicar a esa niña, pero tú te las has apañado para conservar ese pequeño ápice de inocencia pero seguir siendo invencible. Eso es lo que te hace tan única y especial.

-¿Cómo has llegado con tanta rapidez aquí? ¿No me estarías siguiendo?

Negó con la cabeza.

-No, no... Escuché la historia en una taberna no muy lejos de aquí, da la casualidad de que a pocas millas está el poblado donde nací, voy de vez en cuando. Estaba más cerca, he llegado hace media hora. Te he visto en el gran salón, realmente parece que hubieses nacido para esto.

-Sin embargo... no lo quiero.

-¿Qué haces aquí entonces?

-Tengo que hacerlo, no he llegado hasta aquí para ignorar mi destino. Si las cosas se han sucedido así es porque debo estar en esta posición. Aunque sea un fraude.

-¿Un fraude? Eres una leyenda.

-Leyenda o fraude, a veces son lo mismo. Suelen serlo, con más frecuencia de la que esperamos, ahora lo sé.

-Querrán derrotarte otra vez, eso debes saberlo ¿no?

Me reí por lo bajo y asentí.

-¿Pensarías si estoy loca si te digo que deseo que lo hagan?

-No, te diría que tu disconformidad con este puesto hace que quieras llenar tus días de otra forma. Es una buena forma de ampliar tu credibilidad y los círculos de confianza que deberás tener.

-No tendré nada de eso.

-No puedes mandar si no tienes a personas concretas a tu lado.

-Tampoco podías mandar sobre un poblado entero siendo mujer, sobre todo una mujer de corta edad. Sin embargo aquí me encuentro, rompiendo cada una de las reglas que ha ido estableciendo esta sociedad. Puedo romper muchas más.

-Pero no esperes vivir mucho tiempo entonces.

-No lo espero.

-¿Pero lo deseas?

Nos quedamos en silencio, alcé la cabeza, que hasta entonces había estado gacha y nos miramos unos instantes.

-No lo sé, cuando asesiné al hombre causante de mi maldición me asusté, porque me di cuenta de que había completado mi cometido, había cumplido mi promesa. Pero cuando todo terminó me quedé vacía, preguntándome por qué seguía sintiendo este extraño quemazón que me acompaña desde mis años más tiernos. Creo que siempre será así, que nunca tendré una respuesta. No sé si deseo seguir viviendo mucho más, ya he asesinado al hombre indicado, he alcanzado un nivel de fama y poder que la mayoría no puede ni siquiera soñar. Con este estatus... un estatus que se alcanza con suerte con muchos años más, cuando ya puedes permitirte pensar en la muerte como un viejo y agradable amigo que solo amplifica tu grandeza... no puedo hacer mucho más, no hay mucho más que desee. Pienso pasar el resto de mis años embarcándome en situaciones y viajes suicidas y asesinando a toda persona que quiera cruzarse en mi camino. Y seré invencible porque no me importará la muerte en ningún momento, caminaré sobre el terreno de batalla sin miedo a flechas ajenas, y me enfrentaré a espadas enemigas sin miedo a la sangre, y en una de estas... cuando la muerte me arrope, la arroparé de vuelta. Y entonces seré feliz.

-Esperaba esa respuesta, pero ¿por qué?

-Porque después de seguir el camino de los dioses y mi propia promesa no hay más para mí. Lo sabía el día que prometí que buscaría venganza. Sabía que mi futuro, mi felicidad y lo que realmente anhelaba en la vida estarían condicionados, y serían imposibles debido a mi destino. Ya no puedo vivir la vida que hubiese querido si no hubiese buscado el poder, la venganza y la muerte... Este es mi camino.

-Entonces, ¿merece la pena todo este poder aunque hayas tenido que renunciar a la felicidad?

Me levanté y me acerqué a la mesa con las velas. Recordé la noche en la que Váli y yo conversábamos por primera vez, cuando yo era una cría y contaba por primera vez en alto lo que mi familia había sufrido, lo que ahondaba mi mente cada segundo de mi dolorosa y trémula existencia. Aquella vez, en la oscuridad de la noche, cuando yo tan solo era una cría Váli formuló una pregunta: ''¿Crees que podrás ser feliz así?'' Yo contesté con una mentira, dije que aquello no importaba. Pero sí, por supuesto que lo hacía, importaba, mis futuros años me lo demostrarían. Aquella vez, con la mente más clara y más madurez en la espalda, con una vela en la mano igual que cuando había sido pequeña, dejando que la cera caliente me recorriese las manos, sintiendo el dolor de la quemazón... tuve que imitar de nuevo a mi yo pasado. Tuve que contestar con otra mentira.

-La felicidad no me importa.

En aquel momento no intentaba engañar a Váli, no podría ni aunque hubiese sido entrenada por el mismísimo Loki. Intentaba engañarme a mí misma.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora