El final de la hazaña.

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Me giré rápidamente y mucho antes de que mi propia cabeza pudiese asimilar el peligro de la situación o incluso pararse a pensar qué estaba ocurriendo ya había sacado la daga de la funda y apuntaba al hombre que había delante de mí. Lo había visto antes frente a las puertas de el gran salón, vigilando.

-¿Dónde crees que vas con eso, pequeña?

Se carcajeó y se acercó un poco más a mí. No tuve que esforzarme demasiado, esquive su cuerpo hacia la derecha y le propiné un golpe detrás de la rodilla justo donde Váli me había enseñado años atrás. Eso lo dejó fuera de combate unos segundos y en un rápido movimiento deslicé mi daga hacia su cuello y le hice un profundo corte. Calló de rodillas, aún vivo, le miré a los ojos y en ellos me vi a mí misma. Era la primera vez que asesinaba a alguien que no me había hecho absolutamente nada. El vidente me lo advirtió, tendría que sacrificar todo lo que me quedaba, mi inocencia y mi integridad. Aquello tan solo era el comienzo. Acabé con su sufrimiento y me dirigí de nuevo hacia la puerta, le di una patada con fuerza, nada. Seguí haciéndolo hasta que sentí que se resentía, finalmente se abrió. En su interior había una luz tenue, esperé a que mi vista se acostumbrase y finalmente la vi. No era una mujer, tan solo era una niña de unos trece años de edad asustada. Tenía marcas en las muñecas y pude ver mordiscos en su cuello. Me acerqué con sigilo a ella, parecía confusa y desorientada.

-¿Quién eres?

Su hilo de voz se desplazó hasta mi pecho. Era una voz aguda y débil, la voz de una niña.

-Vengo a liberarte... Pero tenemos que darnos prisa, pueden darse cuenta en cualquier momento, debemos marchamos ya.

Le tendí mi túnica y la tapé como pude. Nos encaminamos hacia los pasillos buscando una salida.

-A la derecha -me susurró apretándome el brazo.

Hice caso a sus indicaciones y finalmente llegamos a una pequeña puerta que daba paso a la parte trasera de la casa. Cuando salimos el frío nos golpeó, yo tan solo llevaba el fino vestido y pude sentir como un millón de agujas me atravesaban la piel. La agarré más fuerte contra mi cuerpo y casi la llevé en volandas. En el poblado apenas había gente, las calles estaban vacías, había algunos borrachos mendigando y poco más. No pude pararme a recoger mis cosas, no había tiempo. Agradecí haber guardado mi valiosa espada en el morral que había colgado del lomo de Skadi. Monté primero a la chica y después me encaramé como pude. No llevaba abrigo, y tampoco tenía tiempo de coger uno. Tan solo galopé con todas mis fuerzas con la esperanza de que no me parasen al salir de allí. Llegamos hacia el portón, pero apenas nos observaron. Tan solo había un hombre en la torre y no parecía muy atento. Nos adentramos dentro del bosque, tenía el corazón desbocado, me faltaba el aire y sentía que en cualquier momento escucharía los cascos de un caballo anunciando el fin de todo. Pero me prometí a mí misma que no pararía hasta llegar a Cambria. Y así lo hice, las manos me flaqueaban, tenía heridas de la correa en las palmas y sentía dolor en los muslos. Pero no paré, aminoré el paso y cuando vi las puertas de Cambria solo deseé llorar. La puerta se abrió rápidamente a mi paso. Había personas observándome y los hombres de Magnus se acercaron a mí preocupados y sorprendidos. La vista se me nublaba, pero hice un esfuerzo por mantenerme despierta, no podía perder a aquella chiquilla, no podía dejarla sola. Pero no pude evitarlo, sentí que todo daba vueltas a mi alrededor y me precipité desde Skadi hasta el suelo sintiendo el impacto de la dura superficie contra mi cuerpo. Cerré los ojos y tan solo sentí que la oscuridad me llamaba, pidiendo descanso. La seguí como si se tratase de la respuesta a todo, del final a mi dolor.

Humedad, era lo único que podía sentir. Me concentré en aquella agradable sensación intentando alejarme de la oscuridad que me rodeaba. Abrí los ojos poco a poco y me concentré en el fuego que divisé al fondo de la habitación donde estaba postrada. Era mi habitación, apreté con las manos las cálidas y suaves mantas y olfateé el ambiente, todo aquello me reconfortaba, todo aquello era mi hogar.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora