Huye.

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Me quedé congelada en mitad de camino, deseando estar soñado, despertar en mitad de la noche y darme cuenta de que todo había sido un mal sueño. No me importaría si despertaba entre gritos y sudores fríos si todo aquello era mentira. Pero era real, aquello era mi vida y debía enfrentarme a ella.
Me giré y observé la cabaña del vidente, ya no había fuego. Las luces estaban apagadas y apenas podía ver el camino de vuelta a casa. Seguí en línea recta confiando en mi instinto y finalmente llegué a la puerta principal. Entré con sigilo y me sorprendí al encontrar a Magnus sentado en el trono, con las brasas casi extintas. Alzó la mirada y me observó unos segundos confuso.

-¿Qué haces fuera a estas horas? -me preguntó palmeando el otro trono.

No me gustaba demasiado sentarme ahí, ya que no me pertenecía. Pero aún así le hice caso y me senté en aquel trono que significaba muchas cosas, entre otras que el amor de Magnus hacia la que había sido su esposa era inquebrantable.

-He ido a ver al vidente.

Me sorprendí a mí misma siendo sincera, pero tampoco había razón para ocultarlo.

-Vaya, normalmente es el vidente el que de alguna manera reclama tu presencia.

-Y así ha sido, en un principio fui yo quién me aventuré a acercarme a su cabaña. Pero cuando estuve allí y quise darme la vuelta mis piernas quedaron paralizadas, él me quería allí.

-¿Ha sido una buena experiencia?

-No he escuchado lo que quería oír, y sinceramente... Es demasiada responsabilidad escuchar los deseos de los dioses.

-Ir al vidente conlleva mayor responsabilidad de la que uno cree. Por ello no muchos reciben su llamada, y normalmente cuando la recibes... las noticias no suelen ser buenas. Hay gente que ni siquiera acude a la llamada.

Asentí y por unos segundos sentí que Magnus me estaba leyendo el pensamiento. Pero probablemente vería la verdad en mi mirada, aún debía notarse el miedo y la confusión.

-¿Te han ayudado sus visitas a lo largo de los años?

-Sin duda hay muchas cosas que no habrían ocurrido en mi vida si no hubiese sido así. Pero también es cierto que el vidente suele visitar a gente que puede desempeñar tareas tediosas y dolorosas para el alma, aunque te lleven a la grandeza.

Pensé en aquellas palabras, tareas tediosas y dolorosas para el alma. No había mejor forma de describir lo que debía hacer.

-Y cuando llevas a cabo dichas tareas... ¿Qué es más grande? ¿El sabor del poder o la carga de tus acciones?

Magnus se quedó en silencio unos segundos, valorando mi pregunta o bien pensando que quizá la respuesta no era tan fácil.

-Bueno Ylva, no debes preocuparte. Si has recibido la llamada del vidente es que eres más que capaz de soportarlo, sino no habrías ido a verle.

Apenas había luz en el gran salón, las brasas iban extinguiéndose lentamente.
Respiré profundamente y cerré los ojos, me di cuenta de que haría cualquier cosa porque aquello siguiese igual. Porque Magnus siguiese en aquel trono, porque Lyn fuese feliz con Yves sin las preocupaciones de una familia masacrada como me había ocurrido a mí. Quería que las familias de aquel lugar siguiesen siendo felices. No importaba si debía sacrificar mi cordura, llegaría hasta el final y los salvaría, o al menos lo intentaría con todas mis fuerzas. Me levanté del trono y le di un beso en la mejilla a Magnus, al día siguiente bien temprano debería de partir. Cuando me giré para marcharme sentí la mano de Magnus ceñirse alrededor de mi muñeca. Me giré y le miré, estaba observándome como si quisiera decirme algo pero no fuese capaz de articular las palabras justas.

-Eres una guerrera Ylva, recuérdalo siempre. Pero también recuerda que si alguna vez no quieres seguir el camino de los dioses, no tienes que hacerlo.

Le dediqué una sonrisa algo triste, y asentí. Pues realmente no creía aquellas palabras como verdaderas. Antes de marcharme volví a mirar a Magnus a los ojos, y otra vez, como me había pasado tiempo atrás me dio la sensación de que lo sabía todo sin que yo tuviera que decírselo.

Me desperté al alba, y comencé a preparar todas las cosas. La comida, la ropa, las armas... No sabía cuánto tiempo pasaría fuera. Avisé a Váli de que estaría unos días fuera y le pedí un mapa de la zona para "no pasar por terrenos peligrosos". Realmente me dirigía a la boca del lobo, pero eso no tenía por qué saberlo nadie. Salí junto a Skadi como única compañía y me dirigí directamente hasta el pueblo enemigo, sin demasiadas paradas, sin llamar la atención, creando en mi mente el plan que me llevase al éxito. No era tan complicado, la idea era hacerme pasar por una simple pasante, ver los comercios, comprar algunas cosas y preguntar por asilo. El problema llegaba al acercarme al conde, y más aún a su amada, ni siquiera sabía quién era. Intenté eliminar la negatividad de mi mente y dejar de imaginarme siendo ejecutada en mitad de una plaza porque mis planes se habían truncado.

Llegué más pronto de lo previsto, intenté no llamar la atención. Llevaba un peinado sencillo y ropa holgada, había ensuciado un poco a Skadi para aparentar que llevaba días viajando. No tuvieron problema en dejarme pasar. Hice lo propio, compré mientras paseaba y hacía mapas en mi mente. Divisé el gran salón y me quedé quieta unos instantes. Había dos hombres fornidos velando en la puerta, si habían puesto aquella seguridad debía ser porque el conde se hallaba en su interior. Finalmente una idea se iluminó en mi mente, decidí usar mis dotes de mujer para ser invitada aquella misma noche a la cena, no había otra manera de acercarme tanto al conde y a su amor secreto que siendo invitada a el gran salón.

Busqué y encontré habitaciones a buen precio, pagué, dejé a Skadi en el establo asegurándome de que la cuidarían bien y puse todo en orden. Saqué uno de los vestidos de Lyn, un vestido que dejaba ver más piel de la que estaba acostumbrada. Me trencé el pelo y me coloqué algunas joyas de aspecto barato. Aquello me haría parecer ver una simple hija de granjeros que intentaba ganarse la vida a su manera, o sencillamente explorar. Cuando estuve satisfecha me coloqué una daga oculta en el muslo y salí.
Observé el cielo, el sol se escondía y apenas se veían unos cuantos rayos rezagados. Los fuegos comenzaban a ser prendidos y la gente a prepararse para la cena. Observé la puerta de el gran salón, ya abierta. La luz se escapaba de su interior, me invitaba a entrar pero a la vez parecía estar diciéndome una sola palabra, huye.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora