Un dolor profundo.

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Asentí despacio con lágrimas en los ojos y me encaminé hasta el exterior, di varias vueltas en el pasillo, finalmente me decidí a salir de nuevo a que me diese un poco el aire. Fuera hacía un frío que calaba en los huesos, me abrigué con una manta de pelo que había agarrado y me giré para sentarme en una de las sillas donde había estado con Lyn. Pero ella seguía allí, sujetaba una jarra de ale llena y tenía la mirada perdida.

-¿Te ha reconocido? -preguntó sin apartar la vista del horizonte.

Me senté a su lado y le quité la jarra de las manos, tenía las mejillas rosas así que ya había bebido bastante. Nunca creí que vería a Lyn beber alcohol. Siempre fue demasiado dulce e inocente para aquellas cosas.

-Sí, era como si fuese él pero estuviese a miles de millas de aquí a la vez.

-Sabía que te reconocería.

-No es feliz, eso que lleva...no es vida Lyn.

-Lo sé, pero ¿qué podemos hacer?

-No lo sé, pero me apena tanto ver que ya no queda esa mirada llena de vida. Era un explorador, un guerrero, necesita volver a serlo.

-Aún no ha llegado su hora, no podemos hacer nada.

Asentí y dejé correr el tema, en mi mente había pensamientos contradictorios, miles de incógnitas. Me encontraba en la más absoluta confusión.

-¿Qué planes tienes ahora? -preguntó Lyn sacándome de mis turbios pensamientos.

-Me quedaré aquí.

Sí, aún tenía que cumplir mi promesa con Kai, del cual no sabía nada, podía estar incluso muerto. Pero tenía que regresar a Rêndir, sin embargo pensé en la petición de Magnus. Era mi padre, tenía que obedecer su última voluntad. ¿Cómo lo mataría? El estómago se me revolvía al pensarlo, pero era mayor aún la pena que me inundaba cuando pensaba en condenarlo a ese estado hasta que fuese aún más anciano. Entonces decidí dormir, dormir tantas horas como pudiese, y a la mañana siguiente decidir.
Miré a Lyn y me levanté, en aquel mismo momento podría haberle preguntado todo y despejar las incógnitas. ¿Qué había sido de Kai y su familia? ¿Se habían vuelto a ver? ¿Me odiaban tanto como el hijo pequeño? No pude preguntar nada, simplemente di las buenas noches y me encaminé hacia el interior. Pero antes de que cerrase la puerta Lyn me llamó.

-Ylva, solo quiero que sepas que aquí y en Rêndir eres una leyenda, todos te admiran, aquí siempre tendrás un hogar.

Me acerqué a ella de nuevo y le tomé las manos, entonces la levanté ligeramente y la guíe hasta el interior de la casa, sabía que necesitaba dormir. Si no hacía aquello lo más probable era que se quedase allí y terminase el ale. La dirigí hasta la habitación y la ayudé a entrar en la cama, entonces pensé en hacer lo mismo, me deslicé junto a ella bajo las mantas y la abracé, apoyó su cabeza en mi hombro y nos quedamos así, plácidamente dormidas, como si aún fuésemos unas niñas, como si aún tuviéramos diez años y paseásemos por el prado con vestidos ligeros y sin tantas preocupaciones en la espalda. Antes de dormir recordé cuando dormíamos juntas después de las fiestas, y me quedaba plácidamente dormida escuchando el sonido de los vasos llenos de ale chocar, cuando las guerras pertenecían a hombres poderosos y estaban lejos de nosotras, cuando no amábamos tanto que nos dolía el pecho, cuando no sabíamos que nos podíamos romper de más formas de las esperadas.

Me desperté con todo claro, cuando giré la cabeza y vi a Lyn lo tuve aún más claro, ambos necesitaban ser libres. Lyn se había pasado los últimos años cuidando de nuestro padre, este no era feliz. Me levanté sigilosamente y me vestí en el pasillo para no hacer ruido, sabía que Lyn llevaba sin dormir apropiadamente meses, así que al verla así, tranquila después de mucho tiempo supe que aún tardaría en despertar. Di órdenes de que la dejasen tranquila, y finalmente me decidí a dar un paseo, aclarar mis últimas dudas. Era temprano, así que había muy poca gente, lo cual me permitió llegar hasta mi destino sin ser perturbada. Cuando vi el tronco que conectaba el acantilado que había detrás de el gran salón, donde Váli me había entrenado años atrás, donde Kai y yo nos habíamos sentado numerosos amaneceres... no pude evitar sentir una nostalgia abrumadora. En aquel lugar siempre habría una parte de mí, una parte inocente, esa parte que solo deseaba amar y que aquello fuese suficiente, la parte que aún no se había encontrado con su destino final, la que creía que quizá las cosas no serían tan difíciles. Recordé las palabras que Kai me había dicho allí mismo años atrás, pero sobre todo recordé una frase que le había dicho, que esperaba que nunca me olvidase, ¿lo habría hecho? Había ocasiones en las que me aterraba que me hubiese olvidado, pero a veces también me aterraba la idea de que no lo hubiese hecho, una parte de mí, la parte no egoísta deseaba que así hubiese encontrado la felicidad que yo no había podido. Estuve sentada en el centro del tronco bastante tiempo, tomando aire, intentando ser valiente, y finalmente lo hice. Me levanté de allí y me dirigí sigilosamente hasta el interior de la casa, me encaminé por los pasillos con piernas temblorosas, y con el mismo temblor abrí la puerta que daba a la habitación de Magnus, estaba oscuro, pero finalmente su voz me guió hasta la cama.

-¿Quién es?

-Soy Ylva.

-¿Ylva?

Cerré los ojos, me di cuenta de que Magnus ya no estaba allí, levanté la vela que tenía en la mano e iluminé su rostro, estaba con la mirada perdida, tenía el ceño fruncido, aquel hombre que había ante mí no era Magnus, nunca volvería a serlo, debía cumplir su último deseo.

-Vengo a prepárate un té.

El té no era nada más que un brebaje que haría que durmiese plácidamente de modo que yo pudiese hacer lo que debía. Dejé la vela sobre la mesa, encendí el fuego y calenté un poco de agua, finalmente la puse en una pequeña taza y me saqué del bolsillo unos polvos verdosos que yo misma había tomado tiempo atrás cuando no podía soportar las pesadillas. Me encaminé hasta la silla donde Magnus estaba sentado y se lo tendí, se lo bebió con lentitud pero sin rechazarlo, y cuando vi que el sueño empezaba a atraparlo lo conduje hasta la cama. Me senté a su lado y le acaricié la frente, a aquellas alturas las lágrimas ya me recorrían las mejillas silenciosamente.

-Papá....hago esto por ti, porque sé que es lo que deseas, porque te quiero con cada ápice de mi alma. Sé que llegarás al Valhalla, y que beberás ale con los dioses y los demás guerreros que se fueron hace tiempo, son tan afortunados... Cuéntales tus historias, enséñales de lo que eres capaz, vuelve a ser tú mismo.

Sus ojos fueron apagándose poco a poco, y finalmente sucumbió a un sueño profundo y tranquilo. Me levanté de la cama y agarré una almohada, mis manos temblaban, las lágrimas no me dejaban ver, finalmente lo hice, la coloqué sobre su rostro y apreté con todas las fuerzas que pude. Comencé a llorar con fuerza, ahogada entre las lágrimas que tenían que escapar con sigilo, mientras sentía que su vida se escapaba también sentía que una parte de mí lo hacía. Una parte de mí murió aquella mañana junto al hombre que me había criado, el hombre que siempre sería mi padre, a pesar de la sangre. Y aunque sabía que estaba haciendo lo correcto, una parte de mí sucumbió al dolor más profundo, un dolor que tan solo había conocido dos veces más a lo largo de mi vida.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora