El tiempo se había ido escapando entre mis dedos como si de la arena más fina se tratase, no me había dado cuenta, tan solo porque el dolor hacía que cada día fuese igual que el anterior. Cuando me marché de Cambria y Rêndir me despedí con la idea de que quizá no los volvería a ver. Tan solo me despedí apropiadamente de Váli, fue el único que aceptó mi despedida. Magnus y Lyn no estaban aquel día, y Kai me dijo que me odiaba. Cuatro años parecían no ser demasiado, pero en nuestro mundo cada año valía por cinco. Moríamos pronto, teníamos a nuestros hijo a una edad temprana y nos casábamos en la adolescencia. Madurábamos con los daños, nos hacíamos fuertes siendo jóvenes y nuestra mente cargaba una sabiduría mayor que la de otras poblaciones a corta edad. Toda la información de Cambria y Rêndir siempre estuvo prohibida en mi poblado, bajo mi mando habían quedado prohibidos los cuchicheos sobre ello, de esa forma me costaba un poco menos seguir adelante. Había cosas que no podía evitar saber, como que el rey seguía en el mando con su mujer. Pero respecto a casamientos, muertes y otros temas no sabía nada, había ignorado todo aunque fueron incontables las ocasiones en las que había querido acercarme a una taberna e implorar que me contasen cada minúsculo detalle de mi mundo anterior. Por todo aquello cuando llegué a las puertas de Cambria mi corazón iba tan rápido que el pecho me dolía, las piernas apenas me podían mantener en pie. Pensé en si me reconocerían, mi imagen era descrita en todas las historias, pero había pasado un año en el bosque. Ahora mi pelo estaba más largo que nunca, aunque en aquel momento lo ocultaba en una trenza bajo la ropa. Mis múltiples heridas que se multiplicaban cada día estaban cicatrizadas, aunque podías leerlas en mi rostro como marcas pálidas que contaban una historia trémula y complicada. Había cambiado.
La gente entraba y salía, era hora del comercio, aproveché la oportunidad y entré. No llevaba caballo así que no llamaba demasiado la atención. O eso creía yo. Poco a poco y sin que me diese cuenta un silencio empezó a inundar el paseo que había hasta los aposentos de Magnus y el gran salón. No me di cuenta hasta que noté un vacío a mi alrededor, alcé la vista y me encontré un montón de ojos inquietos que se posaban en mí, me rehuían la mirada. Entonces un señor que se cruzó en mi paso se arrodilló ante mí, eso hizo pensar a los demás, algunos agacharon la cabeza y otros se arrodillaron. Escuché los murmullos, "estaba muerta", "es Ylva, no puedo creerlo", "ha vuelto de entre los muertos", "no la mires a los ojos". Alcé la vista y me quité la capucha, caminé con paso ligero, cada vez estaba más cerca de mi familia ¿querrían volver a verme? Necesitaba saber si estaban bien. Entonces llegué frente a el gran salón, lo observé con los ojos cargados de nostalgia y tristeza. Recordé la sensación que me produjo la primera vez que lo vi, cuando era una niña diminuta y asustada. Ojalá hubiese podido decirle que se quedase. Me encaminé hacia las escaleras, había dos grandes hombres en la puerta custodiando el interior como siempre. Entonces sin esperarlo, sin mirarme me abrieron la puerta de par en par. Fruncí el ceño, aquel había sido mi hogar, pero no esperaba aquella respuesta. No pude pensar en nada más, porque en aquel momento mi mirada se cruzó con la de Lyn, y antes de poder moverme, antes de decir nada rompí a llorar, casi al mismo tiempo que ella, empecé a correr y nos fundimos en un abrazo que duró al menos veinte minutos, nos quedamos así, lloramos, nos caímos de rodillas al suelo y permanecimos así, quietas, sintiéndonos, viviendo en la existencia de la otra por unos segundos.-Ylva...estás...aquí.
Cogí su cara entre mis manos y me quedé mirándola. En sus ojos había un grado de madurez y dolor que nunca había percibido en su mirada, entonces lo comprendí, todo había cambiado. El mundo que había dejado atrás poco se parecía al que en aquel momento se presentaba ante mis ojos.
-Te quiero Lyn, solo quiero que sepas eso antes de nada.
Se quedó mirándome, analizándome.
-No tienes la menor idea de las historias que se cuentan de ti, hubo momentos en los que no sabía qué creer.
Me senté en el suelo junto a Lyn y nos cogimos con fuerza de las manos.
-Lo sé.
Lyn se había hecho mayor. Su pelo estaba más corto, vestía como una mujer, una de posición muy importante. Llevaba un vestido oscuro, nada que ver con sus vestidos alegres llenos de decoraciones. Ninguna nos parecíamos a la versión que habíamos visto la una de la otra por última vez.
-Ya no somos las mismas -dijo Lyn como si pudiese leer mi mente.
-Lo sé -repetí como una estúpida.
-Pero veo, o más bien siento que hay algo que no ha cambiado... lo mucho que nos queremos.
-Tú sabes algunas cosas de mi historia, y yo no se nada de vosotros, evité todo tipo de información que tuviese que ver con vosotros, era demasiado doloroso. Y ahora... no sé qué decir.
-¿No sabes nada?
Lyn abrió ligeramente los ojos y pareció realmente contrariada y preocupada.
-¿Han cambiado mucho las cosas?
-Siempre sospeché que no sabías nada de nosotros... pero nunca estuve segura del todo.
-¿Por qué lo creías?
-Porque si hubieses sabido todos los cambios que han ido ocurriendo... habrías vuelto antes.
Noté un sudor frío que me recorría la espalda, un terror descomunal me invadió de golpe.
-¿Qué pasa Lyn?
-Que nada ha permanecido igual, ni aquí... ni en Rêndir.

ESTÁS LEYENDO
Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|
Fiction généraleMi historia se contó durante infinitas décadas, enrevesada, retocada, fantástica, ficticia a veces... En esta historia se me llamaba muchas cosas, a veces solo Ylva, otras Ylva la Inocente, inmortal, sanguinaria, asesina, mata-hombres, bruja, dios...