La verdad del pasado.

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Cabalgué durante mucho tiempo, probablemente días, paraba y reponía fuerzas, pero siempre seguía. Avanzaba y avanzaba, y parecía que nunca llegaría a mi destino, porque aunque en principio no sabía hacia dónde dirigirme finalmente me di cuenta de que estaba en camino hacia el lugar donde había empezado todo, el poblado donde nací.
Bajé de Skadi junto a un lago y decidí que debía asearme y dejar que ella pastase. La solté y paseó libre mientras yo me deshacía de mi ropa un tanto sucia y me sumergía en el lago, estaba congelado, pero no parecía nada en comparación con lo que sentía por dentro. No me permitía pensar en lo que había dejado atrás, era demasiado doloroso. Simplemente avanzaba y pensaba en mi cometido, lo que me había hecho entrenarme con tanta dureza desde tan temprana edad y ganarme tantas cicatrices.  El camino fue lento, de repente comencé a pararme demasiado, todo por el miedo a llegar al lugar que había sido mi hogar. Jamás había vuelto a aquellas tierras, pero lo más seguro era que ya hubiesen construido sobre las ruinas un nuevo poblado. Pero conforme más me acercaba más consciente era del silencio que no anunciaba una nueva civilización. Recordaba el lugar exacto, así que cuando la maleza se hizo más abundante paré y seguí a pie. Finalmente aparté unas últimas hojas del camino y apareció ante mí los cimientos del lugar en el que nací, del lugar que me maldijo para siempre. Era un tanto extraño que después de tantos años lo recordase todo con tanta claridad, pero tampoco me había permitido olvidar ni una sencilla cosa. Comencé a caminar sobre los bultos del suelo, eran cimientos mohosos y húmedos. Hice una reconstrucción en mi mente de todo, el lugar donde se hacía el pan, donde podías comprar leche fresca, los lugares de cultivo, y finalmente al fondo; mi hogar. Sentí una pena profunda y ganas de llorar, pero sin embargo no lo hice, me acerqué poco a poco, como el que se acerca a un animal pequeño e indefenso, para no asustarle. Me quedé justo en el centro con la cabeza gacha, lo que había sido nuestra habitación. Apreté los puños e intenté como pude contener las lágrimas, pero no pude. Simplemente no pude, me derrumbé, me arrodillé y me permití unos segundos de debilidad. Hundí los dedos en la tierra, para mí aquello no solo era mi antiguo hogar, sino dos tumbas. La otra, la de mi otra hermana ni siquiera sabía dónde podía hallarse. Bajo mis pasos, estaban los huesos, la sangre y la maldición que había arrollado a mi poblado hacía años. Skadi relinchó, así que alcé la cabeza para hacerla entender que estaba bien. Finalmente reuní fuerzas y miré a mi alrededor, entonces mi mirada se detuvo justo donde había estado la cama que compartía con mi madre. Un color, color entre tanto gris. Me acerqué un poco más y afiné la vista, entonces lo vi; un ramo de rosas rojas. Estaban ligeramente secas pero no del todo, debían llevar allí un par de días, y más allá, movidos por el viento, un puñado de pétalos, pero ya secos. En la tierra había una runa, la runa de la inocencia. A duras penas la distinguí. Me levanté apenas sin poder respirar, cogí el ramo de flores y lo observé. ¿Quién podía haber estado poniendo rosas en nuestra casa? No comprendí nada. Me levanté aún con el ramo en las manos y finalmente lo dejé caer, miré al frente y pensé. Debía ser broma, nadie había sobrevivido ¿no? Mi hermana... Lienf. Jamás había visto su cadáver, eso era cierto, pero había supuesto que estaría muerta, que habría corrido el mismo destino que mi otra hermana, era lo más lógico. Agité la cabeza e intenté liberar esos pensamientos, no podía ser, estaba delirando. Quizás era alguien que había oído lo que había ocurrido, pero ¿por qué en mi casa? ¿Por qué sabía lo de la runa de la inocencia si era una costumbre típica de mi tierra?
Me monté sobre Skadi y en pocos segundos comprendí lo que debía hacer, preguntar. Me acerqué al poblado más cercano, a tan solo quince minutos de las ruinas, y pensé a quién podría preguntar. Quizás pensaban que estaba loca, quizás no tendrían ni idea de lo que estaba hablando, pero aún así me adentré en el primer mercado que vi y compré algunas cosas. Después de todo las necesitaba y tampoco quería levantar sospechas ni que nadie hablase de que había visitado el lugar, a aquellas alturas la gente conocía mi nombre, y aún más después de lo ocurrido con el poblado enemigo de Magnus. No quería que nadie pudiese seguirme la pista, no me fiaba. Me coloqué la capucha cuando fui a pagar y finalmente alcé la mirada y miré a la mujer que me atendía. Era mayor, así que quizás conocía la historia. No había nadie a nuestro alrededor así que aproveché la situación, se quedó mirándome unos segundos, tragué saliva pesadamente, pero finalmente me sonrió.

-¿Puedo ayudarte en algo más? -preguntó con una sonrisa afable.

No era normal ver a gente de tan avanzada edad.

-Sí, verás... Estoy viajando y justo he pasado por unas ruinas, están a unos quince min...

-No hablamos de ello.

Abrí ligeramente los ojos y fruncí el ceño, el corazón se me aceleró.

-¿Cómo?

-¿Cuál es tu pregunta?

-Me dijeron que allí había un poblado, y... -la cabeza me daba vueltas-, tenía un familiar allí, o eso me dijeron mis hermanas. No le había dado demasiada importancia durante estos años, ya sabe, una chica tiene cosas mejores que hacer que hurgar en el pasado. Pero viniendo me he topado las ruinas por casualidad y además he visto que alguien había estado dejando rosas. Simplemente me preguntaba si sabías... el porqué.

Miró alrededor y finalmente me hizo una seña para que pasase a la trastienda. Hice lo propio y me senté justo donde me indicó. Era un lugar pequeño, estaba anocheciendo y ya había dispuesto unas cuantas de velas para alumbrar la estancia. Se sentó con dificultad frente a mí y me observó, parecía verme muy bien, tenía unos ojos limpios, claros. Por unos instantes me pareció mucho más joven.

-No eres quien dices ser ¿verdad?

Me incliné ligeramente hacia atrás, pero no me acobardé. Por algún motivo aquella mujer me transmitía paz, puede que incluso empatía. Sentía algo que no sentía desde hacía mucho, sentía que podía decir la verdad para llegar a otra verdad aún más profunda.

-¿Cómo lo sabes?

Alzó la mano y cogió una especie de tazón de cerámica, se lo colocó en las rodillas y observó el agua que había en su interior. ¿Estaba ante una völva? ¿Era aquella mujer una bruja?

-Sabía que alguien vendría, y cuando te miré a los ojos, y vi ese azul tan característico lo sentí. Hueles a pasado, a odio y a venganza. No me costó demasiado imaginar el resto, un poblado que había sido cruelmente masacrado... que tú preguntases por él. Y lo más obvio -se hizo un gesto en la frente-, la runa de la inocencia. Eras tú, naciste allí y lo perdiste todo ¿no es así?

Agaché la mirada y por unos segundos me sentí intimidada, aquella mujer podía ver que habían seguido el ritual de la runa de la inocencia en mí, era una bruja real.

-¿Cómo sabes lo de la runa?

Se quedó mirándome un par de segundos antes de contestar, sonrió de una forma extraña.

-A veces podemos verlas, pero es difícil... Yo por ejemplo suelo ver las runas que están malditas, y veo que a ti no te funcionó, pero la sigues llevando, como una carga. No te has deshecho de ella, ¿por qué?

Fruncí el ceño, sentía escozor en la garganta. Sin duda no esperaba nada de aquello al entrar a aquel poblado.

-No puedo permitírmelo, si la olvido... Si condeno a mi propia runa y la deshecho... No puedo, debía conservar el dolor durante todo este tiempo. Si olvido el dolor, correría el peligro de olvidarles, o a una parte, y es algo que no puedo permitir. Para mi cometido necesito todo el dolor que el destino me pueda ofrecer.

Me sorprendí ante mis propias palabras, ¿por qué brotaban con aquella facilidad?

-Veo que te sorprende que puedas contar esto... Pero no debes preocuparte por mí, yo tan solo soy una anciana con poco tiempo de vida, puedes confiar en mí. Entonces, formula tus preguntas correctamente, y quizás así halles las respuestas.

Era como el vidente. Aquella vez era más fácil, sabía lo que quería preguntar exactamente.

-¿Por qué ocurrió aquella masacre?

-Resentimiento.

Había esperado una respuesta que me dejase más tranquila, algo como ''el azar''.

-¿Quién? ¿Por qué?

Alzó la vista y se quedó mirándome. Sentí un escalofrío recorriendo mi espalda.

-Antes de contarte la verdad quiero advertirte... Sabes que serías mucho más feliz sin saberlo ¿verdad?

-La felicidad es insignificante, adelante.

Una inocencia maldita 1 |COMPLETO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora