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CAPÍTULO 15


Era todo, tenía que decirle. Tenía que contarle mi mayor secreto y rogar que no saliera corriendo despavorida.

—Amber... —me giré hacia ella, pero ya no estaba. Olfateé el lugar en busca de su aroma, se había ido hacía poco.

Sin dudarlo, fui a buscarla, creyendo que estaba en el baño, pero este estaba vacío. La puerta de su cuarto estaba entreabierta, así que la empujé lentamente, encontrándome con una imagen que me hizo doler el corazón.

Amber estaba acurrucada en la cama, rastros de lágrimas en su mejillas y helado en las comisuras de sus labios.

—Cariño —me acerqué rápidamente a ella, rodeándola con mi cuerpo, aunque me intentó correr de su lado—, lo siento tanto, me comporté como un idiota. Lo lamento —escondí mi cabeza en el hueco de su cuello y la oí sollozar. Me separé apenas para poder verla mejor—. Oye, mírame... de verdad lo siento —me quedé sin habla al ver sus ojos, pequeños destellos celestes podían verse.

>Es ella. Matt, ¡es ella! ¡Sí es ella! —el lobo correteaba por mi mente, emocionado por haber encontrado finalmente a su compañera de vida.

Al final si era ella...

Diosa Luna... Gracias...

—Vete, Matt, quiero estar sola —me empujó, intentando sacarme de la cama.

Este no podría ser un mejor momento para confirmarlo. El leve aroma a vainilla empezó a sentirse con más fuerza, alterando mis nervios y haciéndome sentir feliz. Aunque la culpa también estaba allí, la había hecho llorar y eso era lo que menos quería.

Ahora con más razón necesitaba arreglar esto y contarle. Al parecer era la primera vez que su loba tenía la fuerza necesaria para manifestarse, por eso hasta recién no la había identificado.

Mi deseo se cumplió. Gracias, Mamá. Sabía que tú me cuidabas.

—No voy a irme —la obligué a girarse, colocando su cabeza en mi pecho y permitiéndole desahogarse—. No voy a irme ahora... ni nunca. Estoy contigo Amber. Siempre —aspiré su aroma, envolviéndome en él.

—Quiero que te vayas. Vete —golpeó mi pecho repetidamente. Recibí cada golpe, me los merecía—. ¡Quiero estar sola!

—Golpéame todo lo que necesites, pero no voy a dejarte sola, ya no —besé su frente y cabellos, embriagándome del aroma que solo yo podía percibir—. Eres mi pequeña y nunca voy a dejarte ir.

Amber seguía llorando en mis brazos, casi ahogándose con sus propias lágrimas, lo que me preocupaba profundamente. Podía percibir su angustia, se le habían juntado muchas cosas y explotó.

Lo peor de todo era saber que yo contribuí a que se sintiera tan mal, detestaba eso. Ella no se lo merecía, debía sentirse acompañada, amada, segura.

—¿Cómo no me di cuenta? —sollozó—. Dios, tengo que hablar con él —el momento del hipo llegó, este cortaba cada una de sus palabras, haciéndola ver aún más tierna—. ¿Y por qué te pusiste así? ¡Me lastimaste! —se alejó un poco, mirándome con esos preciosos ojos llenos de tristeza—. ¡Tenía sangre en mis brazos cuando te alejaste de mí! Me asustaste muchísimo, Matt. No entendía que te ocurría, todavía sigo sin hacerlo.

—¿Que-é? ¿Te lastimé? —rápidamente revisé sus brazos, no había marcas evidentes solo un pequeño y apenas visible rastro de sangre. No lo había notado, debió ser cuando estábamos afuera. Que torpe fui—. Yo... Voy a contártelo, pero no creo que sea un buen momento a-ahora —tartamudeé. Nervioso, me senté sobre la cama, retorciendo mis dedos.

《Ambett》[AE#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora