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CAPÍTULO 40


—Matt, ¿dónde estamos yendo? Creí que íbamos a tu casa... —continué observando la carretera con atención, ignorándola—. ¿Bebé? —colocó su mano sobre la mía, que estaba en la palanca de cambios.

—Ya casi llegamos, bombón —volteé unos segundos hacia ella, sonriéndole para que dejara de preocuparse.

—Está bien —negó con la cabeza, pero una sonrisa tiró también de sus labios.

Estacioné a un costado, quité la llave del contacto y me bajé del auto con la mochila en mano. Di la vuelta y entrelacé nuestras manos en cuanto ella bajó también. Amber observaba todo con curiosidad así que tuve que tirar de su mano para que me siguiera. Se notaba dudosa, pero igualmente me siguió.

—Antes de que preguntes, lo encontré por casualidad, nunca hay nadie y podremos estirar las piernas sin preocuparnos... —había que adentrarnos unos cuantos metros para dejar de ser vistos desde la carretera, pero valía totalmente la pena.

El parque ya no era lo mismo después de haber disfrutado varias veces en el bosque alrededor de la mansión familiar...

—¿Hablas de...? —frunció el ceño levemente y giró su cuerpo, dando una vuelta completa—. ¿Vamos a transformarnos? —preguntó confundida.

—Sólo si tú quieres... —me encogí de hombros. 

Había visto el lugar cuando volvíamos a casa y no tardé en buscarlo poco después. Había investigado y nadie venía por aquí muy seguido, sólo pasaban un par de autos por la ruta.

—¿Estás de broma? Hace un par de días que estoy bastante inquieta, me leíste la mente —saltó hacia mí y me rodeó con brazos y piernas—. Eres el mejor —murmuró contra mis labios para luego besarme con intensidad.

Nos besamos durante un par de minutos con mucha pasión, pero sin que dejara de ser tierno. Los labios de Amber eran la gloria para mí, me encantaba el sabor y la textura que tenían, eran exquisitos. Mordí su labio inferior y tuve que alejarme a regañadientes, ya que necesitaba aire sí o sí.

—Wow, en verdad estás emocionada —murmuré sin aliento, intentando no caerme de culo con ella encima. Amber se sonrojó un poco, haciéndome morir de amor. Era hermosa.

—¡Es tu culpa! —volvió a besar mis labios.

—¿Mi culpa? —fruncí el ceño, estaba feliz y nadie podía quitarme la sonrisa del rostro.

—Sí, tú me haces feliz —me explicó. Los hoyuelos en sus mejillas me daban ganas de estrujarla entre mis brazos—. ¿Qué esperamos? ¡Andando! —se bajó de mi cuerpo y comenzó a correr.

La seguí, corriendo tras ella. La oía reírse, y eso me alegraba, significaba que se estaba divirtiendo y había hecho bien en traerla aquí.

Cuando creí que ya estábamos lo suficientemente alejados, dejé la mochila entre algunas plantas y me quité la ropa, dejando todo allí.

Habrán pasado años ya, pero el sonido de mis huesos rompiéndose aún me hacía estremecer. En especial cuando la columna vertebral se ajustaba para darle lugar también a la cola, era la parte más dolorosa.

Unos minutos más tarde, ya estaba sobre mis cuatro patas, listo para sentir el viento en mi cara.

>>Bien chico, diviértete —dejé que todos los instintos animales salieran, permitiéndole al lobo tomar control y disfrutar la naturaleza.

《Ambett》[AE#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora