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CAPÍTULO 63


Llegué a casa luego de un largo y cansador día, cada vez hacía más calor y eso me ponía de mal humor, la gente sudaba mucho y por lo visto muchos no sabían lo que era un desodorante. Mi pobre olfato sufría las consecuencias de su inutilidad.

Bajé de la bicicleta y la apoyé en mi cadera mientras buscaba las llaves en la mochila. Estaba tan preocupada por haberlas perdido que no noté a la persona esperándome en la puerta principal.

—¿Matthew? —él se levantó al oír mi voz.

—Hola... —lo observé bien, notando lo pálido que estaba y lo oscuras que eran sus ojeras.

Claramente esto era consecuencia de las acciones de mi madre. Se había molestado tanto que no me dejaba ver a mi novio. Ellos negociaron y le terminó permitiendo una hora al día, ni un minuto más ni uno menos.

Maldita sea.

—¿Qué hacías aquí afuera? Tienes llaves —abrí la puerta y lo dejé pasar, luego fui por la bicicleta y la entré a la casa, pasándola al patio poco después.

—Te estaba esperando, no hay nadie en casa y no quise entrar... —se encogió de hombros, quitándole importancia.

—Ya abrázame, ¿sí? Te he extrañado muchísimo —formé un puchero con mis labios. 

Él enseguida corrió hacia mí y me refugió en su pecho. Su aroma a vainilla me reconfortaba, la distancia nos estaba matando y Sophia no lo entendía. Según ella, si había estado bien esa semana en la que él desapareció por la impulsividad de su lobo, estaría bien ahora. Lo que ella no sabía era que en este último tiempo nos habíamos unido tanto que ya teníamos una necesidad física de vernos, de tocarnos, de... sentirnos.

—¿Cómo has estado? —susurró contra mi cabello. 

Todas sus visitas habían sido vigiladas por uno de mis padres, incluso se turnaban para que yo no me quedara sola, querían asegurarse que cumpliera el castigo.

Era extraño que no estuvieran aquí ya, pero debíamos aprovechar la oportunidad.

—Bien, creo —hice una mueca. La situación en sí me disgustaba, estaba frustrada y molesta. Lo necesitaba más que nunca y no podía tenerlo—. La escuela me mantiene bastante ocupada, a decir verdad. ¿Qué tal tú?

—He estado mejor —observó atento todos mis movimientos, siguiéndome hasta el cuarto, donde tenía los apuntes para seguir estudiando—. ¿Qué le pasó a tus piernas, nena? Lucen irritadas.

—Oh, es que vengo de la depiladora. Se irá en un rato —me quité las zapatillas y me acomodé en la cama—. Acerca ese sillón para ti.

—¿Siempre estuvo en el cuarto? —frunció el ceño, observando hacia donde le señalé.

—Ajam —asentí, haciéndolo reír—. No es como si fueras más allá de mi cama cada vez que vienes, Matt.

—Es que tu cama es cómoda y tú siempre quieres dormir abrazada a mí —rodó los ojos, fingiendo fastidio, mientras se acomodaba donde le dije.

—¿Estás seguro? Yo creo que es al revés —me burlé, recordando las múltiples veces en las que él me había pedido que fuera a su casa o que lo dejara entrar ya que, sino no podía dormir, le hacía falta.

—Bien, tú ganas. Yo te necesito más a ti que tú a mí —la seriedad en su rostro me hizo soltar una carcajada—. ¿Por qué nos estamos comportando así? Nadie nos está viendo.

《Ambett》[AE#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora