Capítulo 80

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Hostia puta, era lo que su mente repetía una y otra vez nada más salir de casa de su madre. Un aluvión de "hostia puta" que se materializaba en su cabeza con forma de "su madre y ese tal Marcus descamisado en su cocina". Y otro hostia puta que cobraba forma en un "que idiota eres Clarke Griffin" porque no había sabido tomar la decisión a pesar de tenerlo todo demasiado claro. Porque todo lo que le había contado a su madre, acerca de que era lo que quería, era una verdad como un castillo de grande, enorme y monumental. También muy comparable con una gran montaña, y todo el mundo sabía eso de "si Mahoma no va a la montaña...", pues si Lexa no quería escucharla, ella iba a hacer que la escuchase, porque entendía que quisiera tomarse el tiempo necesario para pensar las cosas, ¿pero qué cosas? ¿Qué cosas maldita sea? Si ni siquiera le había dejado contarle su versión de los hechos, explicarle bien todo lo que había ocurrido.

Así que sí, se lo iba a explicar, y lo iba a hacer cuanto antes. Y era por eso mismo por lo que, nada más terminar la conversación con su madre se fue directamente a casa para preparar una pequeña bolsa de viaje y dirigirse hacia la casa de sus suegros para poder tener ese encuentro con Lexa cuanto antes.

Durante el viaje había estado entretenida con la música que envolvía el coche, haciendo que pensase muy poco en todo, centrándose solamente en llegar lo antes posible y en intentar borrar de su mente un par de "hostia puta" más que habían intentando colarse para perturbarla un rato más. Y todo estaba siendo bastante tranquilo, porque no se sentía excesivamente nerviosa, pero...cuando cogió la calle de sus suegros, y vio el coche de Lexa aparcado en la puerta, un gran cúmulo de nervios y angustia explotaron de golpe dentro de ella. Un maldito big bang emocional y completamente destructivo.

Aparcó justo detrás del coche de su mujer, respirando un par de veces con bastante intensidad mientras tamborileaba con los dedos sobre el volante, en un intento pobre, muy pobre, de tranquilizarse, o al menos de intentarlo.

-Nerviosa, me cago en la leche –gruñó intentando descubrir con la mirada si había alguien más en casa de sus suegros.

Algo realmente muy imposible desde su posición ya que el muro y la gran puerta de entrada que rodeaban la casa se lo impedían por completo. Así que, más nervios. Y más nervios porque desde que Lexa y ella se habían separado no había visto a sus suegros. Y Becca era un amor de mujer y bastante comprensible en todas las situaciones, pero Gustus...joder, Gustus imponía demasiado.

Bajó del coche con un bufido sonoro, encaminándose hacia la puerta mientras sentía cómo una gran oleada de nervios bailaba por todo su cuerpo.

-Madre mía, madre mía –decía en voz baja mientras sacudía ligeramente sus manos para intentar buscar alguna forma que le sirviera de verdad para tranquilizarse.

En un último esfuerzo por descubrir si había alguien más en la casa, decidió agacharse ligeramente para ver si podía descubrir algo mirando a través de unos pequeños cuadraditos libres que adornaban parte de la puerta.

-Qué narices –se quejó al sentir algo contra su pierna. –Quita chucho –gruñó al ver cómo un perro se acomodaba contra ella. –Largo –le indicó con el brazo mientras el perro la miraba bastante concentrado. –Que te largues –repitió volviendo a señalar con el brazo la misma dirección, pero logrando lo mismo; que el perro siguiera mirándola como si no entendiese ni sus palabras ni sus gestos.

Le echó una mirada desafiante por si con eso lograba que el chucho se largase y la dejase tranquila, pero lo que consiguió fue que el animal inclinase ligeramente su rostro y le clavase la mirada.

-Está bien, pero no hagas ningún ruido –le ordenó resignada antes de volver a su tarea de espía. –No se ve absolutamente nada –decía en apenas un susurro. –¿Tú has visto algo? –Preguntó bajando la mirada hacia el perro. –Nada, ¿no? Me lo temía –se contestó poniendo los brazos en jarra y resoplando. –Pues nada, ahí vamos –se animó. –Deséame suerte –le pidió al perro, agachándose ligeramente y poniendo su mano abierta, como si aquel animal que acababa de conocer fuese a hacerle caso. –Hostia puta –dijo sonriente y sorprendida cuando el perro le chocó la mano con su patita. –Eres listo eh –decía aun algo asombrada. –Si me abren la puerta, juega bien tus cartas y cuélate detrás de mí, prometo echarte algo de comer después –le aseguró antes de darse unos segundos

Arkadia 2 (AU) -Español [Clexa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora