Me encontraba mirando por la ventana del Audi R8 de Tom. Él estaba conduciendo mientras una canción que desconocía, sonaba a un volumen bajo. Llevábamos al menos una media hora en carretera. No me molestaba el silencio, porque no quería hablar con él, pero empezaba a aburrirme.
—Te ves hermosa.— Volteé mi cara para verlo sonreír ampliamente antes de voltear su mirada de nuevo a la carretera.
—Gracias.— Sonreí.
—Te ves contenta.
—Lo estoy.
—Al parecer es algo obvio.
—¿Por qué lo dices?— Reí.
Me miró como si hubiese dicho la cosa más estúpida del mundo.
—¿Hubieses aceptado en otras circunstancias?
—La verdad no.
—Por eso lo digo.
Solté una pequeña carcajada y el hizo lo mismo. Comenzamos a reír y no sabía por qué.
—Debo sacarte más seguido.— Dijo cuándo su risa se apagó.
—Eso sería genial.
—Lo haré.
Seguimos en silencio de nuevo hasta que llegamos a un gran portón de rejas color negro. Tom dio su nombre y lo dejaron entrar hasta que el detuvo el auto y le entregó las llaves a un chico que llevaba esmoquin, antes de abrirme la puerta y darme su brazo para poder empezar a caminar hacia la entrada del restaurant.
Al entrar, todo era color crema. Había lámparas de cristal colgando del techo y una agradable música se escuchaba de fondo. Pude observar una barra como la de cualquier bar, pero a diferencia de todas, esta era de cerámica de color negro y las sillas eran de cuero color crema.
Caminé del brazo de Tom hasta que llegamos a una mesa donde se encontraban cinco hombres con sus respectivas parejas, entre ellos, Rogelio. Me sonrió y traté de corresponderle pero solo obtuve una mueca.
—Tom Brunette, que alegría volver a verte.— Dijo un hombre alto de cabello negro y ojos café.
Empezó a saludar a todos y a presentarme. Los saludé a todos con una sonrisa que era de todo menos sincera. Luego de ese tedioso procedimiento, nos sentamos.
Un mesonero vestido con el típico traje de camisa blanca, chaleco negro, pantalones a juego y pajarita del mismo color, se acercó a nuestra mesa. Nos puso a todos en frente lo que parecía un menú, pero en vez de eso, decía "Vinos" en la portada.
—No necesitamos eso. Dos botellas de Perrier Jouet de entrada, y con la comida dos de Vega Sicilia, por favor.— Dijo Tom haciendo un gesto despectivo con la mano.
Con rapidez busqué en la carta los nombres que había dicho. El primero estaba en la categoría de vino blanco y cada botella costaba mil quinientos dólares. El otro, estaba en los vinos tintos y cada botella costaba setenta y cuatro mil dólares. Mis ojos casi se salen de sus órbitas.
Tom me miró curioso luego de que el mesonero tomara las cartas y se marchara.
—¿Qué está mal, belleza?— Me preguntó con suavidad.
—Ese vino es demasiado costoso.— Dije atónita y él soltó una pequeña risa.
—El dinero es para gastarlo, preciosa.— Dijo con una sonrisa antes de pasar un dedo por mi mentón con suavidad.
Se separó y empezó a hablar con todos los demás que estaban sobre la mesa. La chica que estaba con Rogelio me miraba de vez en cuando, habíamos estado teniendo contacto en las dos semanas que llevaba viviendo con Tom y "trabajando" para Rogelio.
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Falling Down
General Fiction¿Qué sucede cuándo a una chica la obligan a, prácticamente, arruinar su vida? ¿Y si la persona que la somete a esto, fuese una de las que debe amarla más que a cualquier cosa en el mundo? ¿Qué puede llegar a ocurrir si la vida obliga a una joven a c...