Chester aparcó el auto en una acera y me miró fijamente mientras yo lanzaba la colilla de mi cigarrillo por la ventana.
—¿Aquí?— Pregunté confundida al notar que nos encontrábamos en un lugar que se me hacía vagamente familiar.
Era un barrio o algo así.
—Señorita Grimaldi...— Lo interrumpí.
—Llámame Kiana, Chester. Estoy harta de la formalidad y tú y yo ya tenemos la confianza suficiente.— Dije recostándome mejor en el asiento.
Sonrió.
—Kiana, la traje aquí...— Volví a interrumpirle.
—Tutéame, Chester.
Suspiró y apagó el auto.
—Te traje aquí con doble intención.
—¿A qué te refieres?
—Que te traje aquí debido a que a unas dos cuadras hay un parque bastante tranquilo, pero en frente, está mi casa, a la cual no vengo desde hace dos años debido al trabajo.— Dijo con notable vergüenza mientras bajaba la mirada.
Me sorprendí. ¿Estaba apenado por querer ver a su familia? ¿Pensaba que yo le diría que no me trajera aquí? ¿Creía que le iba a prohibir ver a su familia luego de saber que no ha podido verlos después de dos años? Por Dios.
—Quiero verlos, Kiana. Si no es mucha molestia, quisiera utilizar el tiempo en el que vayas a cualquier lugar para pasar un rato con ellos.— Dijo aún con la cabeza gacha.
—Pero, ¿cómo es que tienes tanto sin verles estando en la misma ciudad?
—El Sr. Brunette no me deja abandonar su edificio.
—Pero si él vive solo y maneja su propio auto, ¿para qué te necesita ahí siempre?— No le veía sentido. Él hizo un gesto de incomodidad antes de responder.
—En realidad soy quien se encarga de buscar su mercancía y todo aquello.— Se acarició la nuca.
Por supuesto, drogas. Era de esperarse, todo ese dinero no salía de la nada.
Mi corazón se encogió. Chester probablemente tenía hijos. Hijos que o extrañaban, que lo necesitaban. Yo más que nadie sabía lo que era extrañar a un padre cuando estaba en el trabajo. Yo más que nadie sabía lo necesario que era el amor de familia.
—No es molestia que me hayas traído, créeme, yo más que nadie creo entender cómo se deben sentir al no tenerte en casa.— Dije suavemente.
Él volteó a mirarme. Sus ojos se iluminaron y sentí que una sonrisa se escapaba de mis labios.
—Es más.— Continué.—Yo voy a entrar contigo.— Dije sonriendo.
Quería buscar momentos felices para capturarlos en una imagen y así poder sonreír al verlos en mi celular. Era la única manera que había encontrado de sonreír mientras estaba con Tom, y estaba segura que un reencuentro sería un momento que valdría la pena capturar y recordar.
—Oh no, esto es una mala idea, mejor la llevo al parque y espero a que se relaje.— Dijo a punto de encender el auto de nuevo pero lo detuve con una mano.
Me miró.
—Chester, la mejor manera de relajarse, es sonriendo y disfrutando de los pequeños momentos de alegría que la vida te da. No he tenido muchos y los extraño, y estoy segura de que, al ver la sonrisa en tu cara al entrar en tu casa, una más grande se dibujará en mi rostro.— Dije sincera.
Tal vez me estaba abriendo demasiado con Chester, pero al fin y al cabo, le tenía confianza.
—No quiero molestarla...
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Falling Down
General Fiction¿Qué sucede cuándo a una chica la obligan a, prácticamente, arruinar su vida? ¿Y si la persona que la somete a esto, fuese una de las que debe amarla más que a cualquier cosa en el mundo? ¿Qué puede llegar a ocurrir si la vida obliga a una joven a c...