Luego de estar unas dos horas en el parque patinando y hablando para despejarnos, Lana y yo decidimos volver a la pesadilla a la que pertenecíamos. Regresamos en silencio ya que al parecer no teníamos nada de qué hablar.
Entramos al pequeño edificio y para mi mala suerte, Savannah, la estúpida mayor, vino hacia nosotras.
—Vaya, vaya...— Dijo sonriendo mientras se cruzaba de brazos.
—Aparta.— Dije tranquilamente pero la rabia me estaba consumiendo con verla de pie frente a la puerta de mi habitación.
—¿Qué sucede Grimaldi? ¿Vas a esconderte para que tu mami no se entere de que saliste y te dé una paliza?— Dijo burlona y dejé caer mi patineta con fuerza sobre el suelo.
—Quítate.— Dije entre dientes.
—¿Qué dices? No te escucho.— Dijo sonriendo
—¡Que quites tu asqueroso culo de en frente de mi puerta!— Exclamé con furia.
—Oh, alguien está siendo un poco hostil.— Dijo negando con la cabeza sonriendo.
—Quítate Savannah.— Dijo Lana a mis espaldas.
—La defensora del pueblo.— Dijo rodando los ojos antes de reír.
No la soporto. Desde que entró allí solo ha buscado la forma de amargarme la existencia. Y joder que lo conseguía, me ponía de los nervios. Más de una vez hemos tenido peleas, y siempre ha llegado la bruja a defender a su socia.
Savannah es la pelirroja oxigenada que le va con quejas a la bruja cada vez que alguna hacía algo indebido. Siempre ha estado resentida conmigo porque, aunque me odie, mi madre me ha dado privilegios que ninguna, a excepción de Lana, ha alcanzado jamás.
—Creo que ya tengo suficiente para hablarle a Teressa.— Dijo sonriendo.
Apreté la mandíbula.
—¿Quieres decirle algo a mi madre? ¿Por qué no le dices la envidia que nos tienes a Lana y a mí porque nosotras tenemos preferencias? Dime algo Savannah, ¿cuánto deseas tener una habitación propia? Dime, ¿cuánto quieres dejar de ir a las casas de tres sujetos cada noche y hacerlo justo en frente? ¿Cuánto deseas ser como yo?- Grité lo último y esto fue suficiente para que ella se abalanzara sobre mí y ambas termináramos tendidas en el suelo.
Agarré su cabello con fuerza mientras Lana comenzaba a gritar para que la soltara y Savannah tiraba manotazos por todos lados tratando de zafarse. En menos de lo que canta un gallo todas las chicas estaban haciendo un círculo alrededor de nosotras.
Solté su cabello y la puse debajo de mí para lanzarle una gran cachetada y dejar mis uñas marcadas.
Todas las falsas gritaban dándole aliento a la pelirroja del demonio.
Junté fuerzas de donde no tenía y con mis dos manos tomé su cabeza para darle un pequeño golpe contra el piso, luego me apoyé con los codos sobre su pecho. Gritó como nunca.
—¿Ves lo que pasa por las operaciones?— Dije en su oído
—¡Hija de puta!— Gritó.
—Uh, no creo que a mi madre le guste que la llamen así.— Dije sonriendo y me apoyé más fuerte.
—Kiana, levántate.— Escuché la voz de mi madre y mi cuerpo se congeló.
Por eso todas se habían quedado calladas. Maldición.
—¡Señora Grimaldi mire como me tiene!- Gritó Savannah y me apoyé mucho más fuerte antes de levantarme y acomodarme la ropa.
Lana me miraba aterrada y todas las demás habían desaparecido por arte de magia. Savannah se levantó y me fulminó con la mirada mientras llevaba sus manos a su rostro completamente enrojecido. En sus mejillas se notaban las marcas de mis uñas. Miré mis manos y mis palmas estaban completamente rojas, tenía la respiración agitada y mi rabia creció al ver las marcas de sus dientes de en mi mano derecha.
—Vamos a mi oficina Kiana, y tú.— Señaló a Savannah.—Ponte algo en esos rasguños esta noche, no vaya a ser que te rechacen por fallas en el cutis.— Dijo la bruja y se encaminó a subir las escaleras.
Miré a Lana y ésta me dedicó una mirada de disculpa.
—Espérame en mi habitación.— Dije por lo bajo al pasar a su lado.
Comencé a subir las escaleras detrás de la bruja, sintiendo las dagas salientes de los ojos de Savannah a mis espaldas. Le odio, a la próxima la dejaré inconsciente, con un demonio que sí.
Entramos a su oficina y sin preguntarlo me senté en una de las sillas que había frente al escritorio. La bruja se sentó en su silla y me miró con cuidado.
—Llego y lo primero que encuentro es a mi hija y a mi socia peleando como un par de gatas en celo.— Dijo seria.
—Tu zorrita se sobrepasó.— Dije encogiéndome de hombros para restarle importancia.
—Veremos cuál es su versión de los hechos.— Dijo igual de desinteresada que yo.
Reí con ironía.
—Así ella te diga que peleamos porque no quería matar a un dragón que llegó al edificio, tú le creerías a ella.-—Dije rodando los ojos.
—Ahora estás siendo infantil, Kiana.— Dijo entre risas.
—Lo que sea, ¿puedo irme ya?— Pregunté exhausta.
Me dolía la cabeza como el infierno. Necesitaba un cigarrillo.
—No, no te traje a mi oficina para reñirte por lo sucedido.— Dijo sacando un cigarrillo de su escritorio y encendiéndolo.
Me ofreció uno y lo rechacé con amargura. Sí, necesitaba uno, pero a esa maldita no le recibiría ni un vaso de agua aunque estuviera en un desierto a punto de morir deshidratada.
—¿Qué quieres?
—Sólo te digo que debes arreglarte más que nunca para esta noche. Un cliente muy especial vendrá a reclutarte.— Dijo expulsando el humo hacia mi cara con una sonrisa.
—Y una mierda.— Dije con rabia y me levanté para salir. Justo cuando tomé el pomo de la puerta, su voz me detuvo.
—Oh Kiana, ya veo que sí tienes mi sangre corriendo por tus venas.— Dijo con hipocresía y me di la vuelta para encararla.
—Mírate, eres idéntica a mí.— Dijo sonriendo mientras se acercaba.
—Quisieras.— Dije con amargura notoria en mi voz.
—Oh vamos, tienes los mismos ojos verdes y el mismo cabello alborotado, castaño de tu madre. Eso, obviando tu jodido carácter.— Dijo cuando estuvo frente a mí.
—Se arregla fácil, lentes de contacto, tinte para el cabello y una orden de alejamiento al cumplir mis dieciocho años.— Dije sonriendo falsamente y ella tomó mi mandíbula con fuerza.
—Harás lo que te he dicho esta noche, ¿crees que tu carácter es fuerte? Pues te diré algo.— Se acercó hasta casi rozar mi nariz con la suya. —Lo heredaste de mí, pequeña puta.— Susurró y me soltó.
—Te puedes ir a la mierda, no me arreglaré para nadie en específico.
—¿Ah no?
—No.
—Bien, entonces supongo que tu pequeño "enano" como sueles llamarlo, sufrirá tres veces peor de lo que lo haces tú cuando te comportas de manera inadecuada.— Dijo sonriendo y haciendo comillas con sus dedos en la palabra "enano".
La rabia se convirtió en puro rencor y el más terrible de los odios. Sabía que Giovanni era mi punto débil. Hija de puta. Apreté mis puños a mis costados y ella sonrió.
—A las ocho en punto te quiero aquí, en mi oficina. Lárgate.— Dijo haciendo un gesto despectivo con la mano que sostenía su cigarrillo y volvió a sentarse en la silla detrás de su escritorio.
Me di la vuelta con el orgullo en el piso, pero al tomar de nuevo el pomo de la puerta me volteé y dije:
—Sólo una cosa. Nunca, jamás en mi vida, seré una maldita, perra, frívola y despiadada vieja bruja que se aprovecha de la juventud de otros para poder llenarse de droga y cirugías, que nunca será capaz de arreglar un daño que viene de nacimiento.— Su expresión cambió a una iracunda y me sentí realizada, por lo que salí de su oficina mostrándole el dedo medio y cerré de un portazo.
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Falling Down
General Fiction¿Qué sucede cuándo a una chica la obligan a, prácticamente, arruinar su vida? ¿Y si la persona que la somete a esto, fuese una de las que debe amarla más que a cualquier cosa en el mundo? ¿Qué puede llegar a ocurrir si la vida obliga a una joven a c...