Falling Down - Capítulo 44 (parte 2)

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Mi estómago comenzó a amenazar con devolver todo de nuevo. ¿Cómo mierda era esto posible? ¿Tom? Él era la última persona que hubiese pensado y deseado encontrarme en ese maldito aeropuerto. Su sonrisa no se iba de su rostro, provocando un profundo sentimiento de rencor en mi interior.

—Oh vamos, ¿no me darás ni un abrazo?— Dijo acercándose con sus brazos abiertos.

Retrocedí fulminándole con la mirada, por lo que se detuvo y soltó una carcajada bastante irónica a mi parecer. Mi respiración estaba demasiado acelerada y las náuseas eran cada vez mayores. Sintiendo cómo me faltaba la respiración, me apoyé en el lavamanos agachando la cabeza, intentando no devolver nada.

Cómo lo odiaba, joder. No había pasado ni un minuto desde que le había visto cuando ya quería partirle todo el rostro. Era un maldito enfermo que había asesinado a mis seres queridos.

Aunque, al recordar que había visto y escuchado a Giovanni momentos atrás, mi estómago no aguantó un segundo más y tuve que entrar de nuevo en uno de los cubículos, agachándome frente al inodoro y comenzando con las terribles arcadas involuntarias.

La risa de Tom a mis espaldas aumentó, poniéndome en alerta. Me levanté rápidamente del suelo al terminar y solté el agua. Corrí al lavamanos y me lavé el rostro, como pude hice una pequeña higiene en mi boca (ya que de no hacerlo probablemente devolvería todo de nuevo), esperando que todo fuese una gran alucinación.

Por desgracia, él seguía de pie mirándome con esa sonrisa socarrona.

Lavé de nuevo mi boca y tomé uno de los caramelos que había en un pequeño recipiente junto al espejo. Realmente no era el momento para comer, pero necesitaba quitarme ese jodido sabor.

—Hiciste un buen trabajo esquivando a mis hombres, Kiana. Pero no podrás esquivarme a mí.— Dijo extendiendo sus brazos en un acto de suficiencia.

—¿De qué hablas?— Solté con rabia.

Sus ojos estaban calmados al igual que toda su postura, poniéndome de los nervios.

—Iré al grano.— Sonrió más ampliamente.

—¿Por qué no te vas a la puta mierda?— Escupí.

Soltó otra carcajada y mis puños se cerraron con fuerza.

—Sólo si vienes conmigo.

—Nunca en la vida.

Rió negando con la cabeza.

—¡Adelante!— Exclamó y la puerta del baño se abrió con fuerza, mostrando a dos hombres vestidos de negro que sostenían a Abraham.

Tenía su boca sellada y sus manos amarradas. Me miró con sorpresa y luego a Tom con rabia. ¿Qué mierda estaba pasando?

—Te lo pondré sencillo, Kiana. Él o yo.— Le miré incrédula.

—¡Estás enfermo, maldición!— Exclamé.

No dejaba de soltar carcajadas que aumentaban mi rabia.

—Al parecer debo explicártelo con calma.— Dijo acercándose y de nuevo retrocedí.

-Ya que mis hombres no fueron tan inteligentes ante mis órdenes de raptarte, o tu fuiste muy inteligente burlándolos, todo es muy sencillo. Elige, él o yo.

—¡¿De qué estás hablando, joder?!— Grité.

—No tienes idea de lo que he tenido que pasar por querer encontrarte. Estaba realmente angustiado, preciosa, pensé que no volvería a verte nunca más.— Dijo ahora cambiando su expresión a una aparentemente triste.

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